Gracias y adiós
En 2008, la justicia británica falló a favor de Max Mosley, presidente de la Fédération Internationale de l’Automobile (FIA, encargada de la Fórmula 1), tras haber aparecido en la portada de News of the World como el protagonista de una "orgía nazi con cinco prostitutas". Más allá de su presunta inclinación ideológica, nefasta de ser cierta, nadie tenía derecho a revelar que había contratado una sesión de sadomasoquismo ni a difundir las fotos y los videos obtenidos en forma clandestina por una de las mujeres. El hijo del líder fascista británico Oswald Mosley, casado, con dos hijos, entabló la demanda por haber sido violada su intimidad. Recibió en compensación el equivalente a 115.000 dólares.
Los abogados del tabloide dominical, pilar del imperio de Rupert Murdoch en el Reino Unido, procuraron demostrar que las actividades sexuales de Mosley eran de "interés público". El juez David Eady, presidente del Tribunal Supremo de Londres, no halló indicios de ello ni de la exaltación del nazismo. De haber existido, quizás otro hubiera sido el veredicto por la relevancia internacional de Mosley a través de la FIA. En ese punto, la libertad de expresión lidia con la preservación de la intimidad. Un derecho limita con el otro.
Con escándalos de ese tipo, divulgados por News of the World, han convivido alegremente durante 168 años los británicos, incluidos sus primeros ministros. Les resultaban divertidos los chismes sobre la realeza y las estrellas de cine, así como las escabrosas historias policiales, hasta que quedaron al descubierto rutinas miserables, ajenas al periodismo, como la compra de información y la contratación de detectives para tener exclusivas. Entre los políticos, el sensacionalismo tuvo más aliados que críticos. Tanto el primer ministro, David Cameron, como el líder de la oposición laborista, Ed Miliband, acompañaron a Murdoch en la fiesta anual de verano, realizada a mediados de junio en el restaurante The Orangery, de Kensington Palace, Londres.
Hasta ese momento, nadie imaginaba el inminente desenlace de News of the World, clausurado el domingo por su plana mayor. Sus reporteros habían intervenido el buzón de voz y los mensajes de texto de Milly Dowler, de 13 años. Los vaciaban en forma regular para seguir alimentando el morbo en sus páginas. A la niña, desaparecida desde marzo de 2002, la hallaron muerta seis meses después. En ese lapso, los parientes y Scotland Yard creyeron que estaba viva. Usaron la misma artimaña con otras dos menores asesinadas, y familiares de víctimas de los atentados terroristas de 2005 en Londres y de militares muertos en Irak y Afganistán.
El imperio de Murdoch, que ha hecho suya la cultura del rumor y el amarillismo, se ha visto forzado ahora a retirar su oferta de 12.000 millones de dólares por la televisora satelital British Sky Broadcasting. El FBI investiga a News Corporation en los Estados Unidos, mascarón de proa del imperio mediático, ante la sospecha de que, al igual que en el Reino Unido, haya violado la intimidad de los ciudadanos, sobre todo de los parientes de las víctimas de la voladura de las Torres Gemelas.
En su último editorial, el tabloide reprodujo el primer párrafo del famoso ensayo Decline of the English Murder (Decadencia del asesinato inglés), de George Orwell: "Es la tarde de un domingo, preferentemente antes de la guerra. La esposa ya está durmiendo en el sillón y los niños han sido enviados a dar un largo paseo. Usted coloca los pies sobre el sofá, se pone los anteojos y abre News of the World". Los crímenes, "que han estado causando mayor placer al público inglés", inspiraban a los novelistas, según el autor de 1984 y Rebelión en la granja, entre otras obras. Una pieza sobre su lectura dominical no implica que haya sido un fanático de su contenido.
Si no hay peor ciego que aquel que no quiere ver, tampoco ha de haber peor periodista que aquel que obra sin escrúpulos y, después, se contenta pidiendo disculpas por algo tan espeluznante como las intervenciones telefónicas de víctimas de homicidios, atentados y guerras en el afán de publicar primicias.
News of the World se dio la razón a sí mismo en su última entrega: "Relatamos la historia y hemos hecho historia". ¿Quién va a dudarlo tras haber vulnerado la intimidad de varias personas en nombre de la libertad de opinión y expresión? Ese derecho, consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, "incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión".
De no haber existido, la investigación periodística del caso Watergate, por la cual renunció el presidente norteamericano Richard Nixon en 1974, no habría prosperado. La libertad de opinión y expresión es un pilar de la democracia, no un salvoconducto para ventilar la vida ajena sin respeto alguno. "Thank you & goodbye", reza el último News of the World. El súbito cierre del tabloide no clausura la historia. La precipita. Gracias y adiós.