Golpeada y aislada, la guerrilla sobrevive gracias al narcotráfico
Los golpes resonantes a la guerrilla, que comenzaron a principios de 2008 con la operación del ejército colombiano que abatió al entonces número dos de las FARC, Raúl Reyes, en Ecuador, parecen haber llegado para quedarse.
De hecho, después de la muerte de Reyes vino la operación de inteligencia que liberó a Ingrid Betancourt y a tres cautivos norteamericanos, entre otros rehenes, todavía en el gobierno de Alvaro Uribe, cuando el actual presidente Juan Manuel Santos era ministro de Defensa.
En la presidencia de Santos, iniciada a mediados del año pasado, los grandes golpes contra los rebeldes se intensificaron. Primero llegó el operativo que abatió al "Mono Jojoy", el temido jefe militar de las FARC, y luego la ofensiva más resonante en casi 50 años de historia: la operación Odiseo, que dio muerte al jefe máximo de los guerrilleros, Alfonso Cano.
Sin embargo, en una lógica incomprensible en términos políticos -dado que las FARC se han convertido hace años en una narcoguerrilla, que no tiene ninguna posibilidad de tomar el poder como pretendía en sus inicios-, los insurgentes se niegan a negociar con el gobierno. En rigor, Santos se mostró abierto a negociar la paz con ellos siempre y cuando dieran de baja de, para siempre, el secuestro como arma de guerra.
Los guerrilleros -que aún someten al calvario del cautiverio en la jungla a unos 11 miembros de las fuerzas armadas y a por lo menos 300 civiles- responden que sólo aceptarán las negociaciones de paz si el gobierno canjea algunos rehenes por unos 500 rebeldes presos.
Entonces, ante la renuencia de la guerrilla a liberar a los secuestrados, el sangriento conflicto colombiano sigue adelante. Nada indica que los operativos resonantes contra los cabecillas de las FARC se vayan a detener, pero hasta ahora eso no ha llevado a los insurgentes a negociar.
Por el contrario, los guerrilleros respondieron hace 12 días con una matanza de cuatro rehenes durante un intento de rescate militar de los cautivos. El hecho constituyó un golpe de proporciones para el popular presidente Santos y fogoneó la multitudinaria marcha de ayer.
Increíblemente, el nuevo jefe máximo de las FARC, Timoleón Jiménez, más conocido como "Timochenko", le escribió dos días antes de la matanza de rehenes, perpetrada por su fuerza, una misiva a Santos en la que cuestiona la política del gobierno de abatir a los cabecillas de la organización insurgente. "Todos tenemos que morirnos, Santos, todos... pero eso de ostentar poder y mostrarse amenazante y brutal no puede ganar las simpatías de nadie", escribió Timochenko, en alusión al operativo que dio muerte a Cano.
Días después, la guerrilla siguió por este andarivel y culpó al gobierno de la matanza de rehenes que perpetraron los guerrilleros con el argumento de que el ejército, en realidad, quería evitar que los cautivos asesinados fueran liberados unilateralmente por las FARC.
Inmediatamente, llegó la respuesta del ejército colombiano, que tildó de "cínicas" a las fuerzas insurgentes y afirmó que intentan engañar permanentemente al pueblo colombiano.
Más desmovilizaciones
Más allá del autismo con el que se mueve la guerrilla y de que el ejército revela una superioridad militar cada vez mayor sobre los rebeldes, la estrategia de golpear directamente a los cabecillas -muy redituable en términos de popularidad para el presidente- redunda también en una mayor desmovilización de los guerrilleros.
De hecho, el gobierno de Santos, que informó que desde la muerte de Cano unos 122 combatientes con un promedio de más de seis años en la guerrilla abandonaron las FARC, espera un récord de desmovilizados durante estas fiestas.
"En 2003 fueron casi 2800 guerrilleros desmovilizados, pero en esa época en las FARC había casi 16.000 hombres en armas. En lo que va del año son 1433 desmovilizados, pero en armas hay casi 8000, así que el incremento es sustancial", dijo anteayer el coronel colombiano Jairo Raúl López, coordinador del programa de atención al desmovilizado.
¿Qué muestran estas cifras? Que pese al empecinamiento para seguir combatiendo, el liderazgo centralizado de la guerrilla ha sido sacudido: tras el operativo que abatió a Cano se supo que éste ya había perdido todo contacto con su gente y no podía ejercer el liderazgo.
"Lo mismo está pasando con este nuevo cabecilla Timochenko, que vive en Venezuela y desde allí puede manejar lo que queda de las FARC con la ventaja del apoyo de [el presidente, Hugo] Chávez", dijo a LA NACION desde Bogotá el ex comandante del ejército colombiano Harold Bedoya.
"Las FARC están todavía viviendo de su negocio, que es el narcotráfico. Y ese negocio extraordinario no lo van a cortar por muchos reveses que tengan en el campo militar", añadió.
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