Giro: Joe Biden deja atrás la era Trump y acelera la enemistad con Vladimir Putin
A solo dos meses de llegar a la Casa Blanca, cambió por completo la retórica de su antecesor y tensó los lazos con el Kremlin; los expertos señalan que poco cambiará en el futuro cercano
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WASHINGTON.- A Joe Biden le tomó menos de dos segundos soltar la respuesta. Ya había dicho que Vladimir Putin “no tiene alma”, y cuando el periodista que lo entrevistaba le preguntó si creía que era un asesino, no dudó: “Mmm… sí, lo creo”, afirmó el presidente norteamericano. La respuesta desde Moscú llegó unas horas después. Putin, acusado de envenenar a sus oponentes, le deseó a Biden “buena salud” a secas cuando le pidieron una reacción, y le estampó la misma etiqueta que el demócrata le puso a él al recordar un dicho de su infancia: “El que lo dice lo es”.
Viejos rivales, protagonistas de la Guerra Fría y de la primera carrera espacial, Estados Unidos y Rusia sumaron esta semana un nuevo capítulo al historial de choques que han distinguido a la relación. El episodio terminó de dejar en el pasado el peculiar paréntesis que marcó la presidencia de Donald Trump, que durante cuatro años evitó a toda costa decir nada que incomodara a Putin –llegó incluso a elogiarlo– y aplicó a regañadientes sanciones a Moscú cuando le llegaban del Congreso. Biden abrió una nueva etapa y volvió a tensar el vínculo entre el Kremlin y la Casa Blanca, que atraviesa uno de los peores momentos que se recuerden, un deterioro que, a diferencia de antaño, esta vez parece ofrecer escasas amenazas para el resto del planeta.
“¿Están las relaciones en crisis? No. ¿Las relaciones son malas? Sí. Los rusos tienen el poder de hacer mucho daño, pero no están actuando como un país con confianza. El régimen está actuando como un régimen asustado”, describió a LA NACION Daniel Fried, diplomático de Washington y exembajador en Polonia, ahora en el Atlantic Council. “Honestamente, no veo que escale. La retórica ha sido desagradable, así que no digo que no haya posibilidad. Pero en términos de un choque directo, creo que es poco probable”, ahondó.
La primera reacción de Moscú luego de las declaraciones de Biden fue convocar a su embajador bajo la advertencia de impedir un “deterioro irreversible”, un lenguaje que la Casa Blanca recibió con poco menos que una encogida de hombros. La vocera presidencial, Jen Psaki, dijo que Biden no se arrepentía de sus dichos, que su gobierno iba a ser “directo” y que no dudaría en tomar medidas en represalia ante algunos movimientos de Rusia. Y reiteró que Washington continuaría imponiendo sanciones a Moscú.
Biden de hecho ya impuso una nueva ronda sanciones por el envenenamiento del líder opositor Alexei Navalny, y días atrás la comunidad de inteligencia volvió a acusar a Rusia de intentar interferir en la elección presidencial de 2020, tal como ya lo había hecho en 2016, según Estados Unidos. El Kremlin negó siempre cualquier injerencia.
Aunque la llegada de Biden a la presidencia marcó un giro en la relación bilateral, los cruces verbales de esta semana sepultaron cualquier expectativa de que ambas potencias podían llegar a limar asperezas. Todo lo contrario. Konstantin Kosachev, una de las principales figuras en la era de las relaciones internacionales del Parlamento ruso, dijo que la declaración de Biden era un “parteaguas”, y dejó en claro que cualquier expectativa de un acercamiento con Moscú había quedado descartada.
En Washington, analistas que siguen de cerca el vínculo relativizan el impacto de las declaraciones, al indicar que Biden buscó diferenciarse de Trump y que la relación ya de por sí era disfuncional y estaba plagada de roces. Nadie parece mirar hacia el futuro con grandes esperanzas de que algo cambie. Y los expertos apuntan además que Biden no necesita a Moscú para sus principales objetivos de política exterior, y la Casa Blanca ha dejado en claro que una de sus principales prioridades es reconstruir sus alianzas tradicionales con Europa. China, además, aparece ahora como una amenaza y un rival de mayor envergadura.
Diferencias
“El punto de lo que Biden estaba diciendo era tratar de diferenciarse lo más expuestamente posible de su predecesor. Trump tenía una relación con Putin y Rusia que hasta el día de hoy no se ha explicado completamente”, remarcó a LA NACION Yuval Weber, profesor de la Universidad Texas A&M e investigador del Centro Woodrow Wilson. “Que Biden use una retórica muy incendiaria es para indicar lo más claro posible que Rusia no tendrá la misma relación con Estados Unidos bajo su mando que bajo Trump”, agregó.
Anton Fedyashin, profesor de historia de la Universidad Americana en Washington, dijo que la relación es “tan mala como puede ser”, y las declaraciones de Biden no cambian el juego de ninguna manera profunda. Estados Unidos, agregó, ha minimizado los diálogos constructivos con Moscú durante la última década.
“La relación era mala, es mala, y la única revelación de los primeros dos meses de Biden en la Casa Blanca es que claramente no hay ningún deseo en Washington de mejorar esa relación”, señaló Fedyashin.
El catedrático cree que la relación seguirá siendo muy tensa porque Estados Unidos no parece estar de humor para hacer nada para solucionarlo, y los rusos, si bien a su juicio parecen más dispuestos a entablar un diálogo, esperan ser tratados como iguales y que el otro lado de la mesa entienda que Rusia tiene intereses económicos, geopolíticos y de seguridad nacional que para el Kremlin son vitales.
“No creo que haya movimiento, así que Rusia adoptó una posición de paciencia estratégica”, describió Fedyashin. “Dudo que algo cambie en Washington, así que apuesto a que la relación seguirá siendo disfuncional, pero sin ser amenazante”, cerró.
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