Gira papal: Papúa Nueva Guinea, el país que tenía todo para ser un paraíso y hoy es una de las naciones más olvidadas y pobres del mundo
Francisco tuvo este sábado una intensa jornada en Port Moresby, la capital de la segunda isla más grande del mundo, ubicada en Oceanía; pidió más respeto para las mujeres y el fin de la violencia tribal
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PORT MORESBY.- Pocos saben dónde queda Papúa Nueva Guinea. Está ubicada en la segunda isla más grande del mundo después de Groenlandia, en Oceanía y es uno de los países menos explorados del mundo, donde se hablan más de ochocientas lenguas correspondientes a otros tantos grupos étnicos. Rodeada de barreras coralinas, con una de las floras y faunas más sorprendentes y enormes recursos minerales, debería ser un paraíso. Pero es uno de los países más olvidados y pobres del mundo, explotado por multinacionales, marcado por alta criminalidad, violencia tribal, abusos a mujeres, sida, inestabilidad política y los peores efectos el cambio climático.
“Se desaconseja el viaje bajo cualquier circunstancia”, recomiendan las cancillerías. Pero el papa Francisco quiso viajar hasta este país, el punto más remoto de su maratón a cuatro países, para ponerlo bajo los reflectores y alentar a su castigada población, que, muy agradecida por esto, lo recibió con enorme calidez.
Indígenas de diversas tribus locales, algunos semidesnudos, con plumas, con caras y cuerpos pintadas, mujeres, hombres, chicos, lo honraron durante toda la jornada con danzas típicas. Algunos niños incluso aprendieron para la ocasión a tocar una versión con violines y bombos, con ritmos de Melanesia, del himno argentino, algo que el Papa, de excelente forma y evidentemente entusiasmado por este viaje a la otra punta del mundo, agradeció repartiendo caramelos a todos.
“Su país, además de islas y lenguas, también es rico en recursos de la tierra y de las aguas. Estos bienes están destinados por Dios a toda la colectividad“, recordó el Papa, que repitió dos veces este concepto. “A toda la colectividad”, insistió. “Y aunque para su explotación sea necesario recurrir a competencias más amplias y a grandes empresas internacionales, es justo que se tenga debidamente en cuenta en la distribución de los ingresos y la utilización de la mano de obra las necesidades de las poblaciones locales, de manera que se produzca una mejora efectiva de sus condiciones de vida”, agregó, en su primer discurso ante autoridades locales.
Danzas tradicionales en la Government House, primera cita de @Pontifex_es en Papúa Nueva Guinea 🇵🇬 🇻🇦 pic.twitter.com/MswBqwwmOi
— Elisabetta Piqué (@bettapique) September 6, 2024
Francisco aludió así a la contradicción implícita en el hecho de que la inmensa riqueza de Papúa Nueva Guinea, que tiene minas de oro, cobre y níquel, y yacimientos de petróleo y gas, así como ingentes recursos hídricos, energéticos y forestales, jamás ha beneficiado a su población de casi 9 millones de habitantes. Un tercio, en efecto, vive bajo el umbral de la pobreza, con una esperanza de vida que alcanza apenas los 67 años debido a las pésimas condiciones sanitarias, falta de infraestructuras -caminos, agua potable, red eléctrica- y falta, sobre todo, de educación. La mayoría de la gente es analfabeta, hay una altísima desocupación y una creciente criminalidad. Justamente por eso recomiendan no viajar a este país a menos que no sea realmente necesario, no hay turismo pese a a ser un lugar que lo merecería y recomiendan a los periodistas del vuelo papal no salir del hotel -un oasis blindado y protegido por muros y guardias armadas-, si no cuentan con seguridad.
Port Moresby -que debe su nombre al explorador británico John Moresby-, donde viven unos 325.000 habitantes, es considerada una de las ciudades más peligrosas del mundo debido a bandas criminales llamadas “raskol”, alto consumo de droga, trata de personas.
Ubicada al norte de Australia, Papúa Nueva Guinea es un país joven con una turbulenta historia sobre sus espaldas. Cuando las potencias europeas llegaron en el siglo XIX se repartieron la isla entre ellos: los holandeses tomaron la mitad occidental de la isla, hasta que las Naciones Unidas en 1963 decidió dársela a Indonesia. Mientras que Alemania y el Reino Unido se quedaron con la parte oriental: los alemanes el norte (Nueva Guinea Alemana) y los ingleses el sur (el Territorio británico de Papúa). Después de la Primera Guerra Mundial, todo esto pasó a estar bajo el control de Australia, que administró de forma separada los dos cuartos del territorio hasta 1942, cuando los japoneses invadieron la isla en la Segunda Guerra Mundial. En 1946 Australia juntó las dos áreas, que pasó a llamar Territorio de Papúa Nueva Guinea y que gobernó hasta que el país obtuvo su independencia en 1975.
Si al principio fueron las potencias coloniales europeas las que explotaron las inmensas riquezas, después, debido a una clase política cuestionable y corrupción, las cosas no cambiaron demasiado. Y hoy son las grandes multinacionales y la cercana Australia, que sigue siendo aquí muy influyente, quienes siguen controlando los negocios.
En este marco de enormes desigualdades, marginación y tensiones tribales ancestrales en las zonas más remotas, la Iglesia tiene un rol clave, sobre todo en el campo de la educación, la salud y en la defensa de los descartados. El 70% de las escuelas son manejadas por Iglesias cristianas, entre las cuales más de 3000 son católicas; además, la iglesia es esencial en la asistencia de los últimos: niños de la calle, enfermos, discapacitados, mujeres violadas, abusadas o rechazadas porque las acusan de brujería, como contó una religiosa en un encuentro con el Papa.
La violación de mujeres es otro drama de Papúa Nueva Guinea: algunas estimaciones indican que dos de cada tres mujeres han sido violadas. En su saludo oficial, el gobernador general Bob Bofend Dadae -representante del rey Carlos III ya que Papúa Nueva Guinea es parte del Commonwealth-, amén de agradecer la visita del papa Francisco -la tercera de un Pontífice después de las que hizo Juan Pablo II en 1984 y 1995-, aludió a la necesidad de que se respete y defienda a la mujer. Y destacó el compromiso de la Iglesia católica en este sentido.
“Usted ha mencionado a las mujeres”, le respondió a su turno el papa Francisco, saliéndose del discurso preparado. “Ellas son las que sacan adelante el país, ellas tienen la fuerza de dar la vida, de construir y hacer crecer un país. No olvidemos a las mujeres, que están en primera línea del desarrollo humano y espiritual”, subrayó Francisco, desatando aplausos.
El exarzobispo de Buenos Aires también auspició en su discurso “que cesen las violencias tribales” que causan ríos de sangre en el interior selvático e impenetrable del país, y que pueda resolverse definitivamente la cuestión de la isla de Bouganville. Se trata de la mayor isla del archipiélago de las Salomón, que quiere independizarse de Papúa y actualmente goza de una autonomía especial, donde una guerrilla secesionista provocó una guerra civil con miles de muertos.
En una jornada intensa, con una temperatura mucho más agradable y menos húmeda que la de Yakarta, también debido a fuertes vientos, el Papa visitó una escuela femenina donde hermanas de la Caridad de Jesús atienden a niños de la calle y discapacitados. Después se reunió con obispos, sacerdotes, monjas, seminaristas y catequistas -llegados de todos los rincones de la isla y también desde Australia y las islas Salomón, con sus fieles-, en un santuario levantado por salesianos en las afueras de esta capital, donde también funciona el Instituto Tecnológico Don Bosco. Se trata de otro predio también rodeado de muros, por seguridad.
Allí -como durante toda la jornada-, fue recibido por indígenas, niños, mujeres, hombres, de diversas tribus, semidesnudos, con plumas, caras pintadas de colores y trajes típicos, que bailaban y tocaban tambores en su honor. “De mi diócesis vinieron cien, algunos caminaron durante días, otros vinieron en lancha, ilusionados, sólo para ver al Papa. Muchos nunca habían venido a Port Moresby”, contó Fátima Benito, una monja española de las Hermanitas de los Enfermos.
Impresionante clima en el santuario mariano de Maria Auxiliadora, donde esperan a @Pontifex_es pic.twitter.com/FMkqhTnXxN
— Elisabetta Piqué (@bettapique) September 7, 2024
“Es una bendición la presencia del papa Francisco en Papúa Nueva Guinea”, dijo a LA NACION la hermana Angélica Quirante, misionera filipina salesiana que trabaja en el Instituto Tecnológico Don Bosco, que consideró que es la educación el principal desafío en este rincón del mundo. Coincidió la hermana Carmina Pajarillo, compatriota de la misma congregación: “Esperamos que esta visite inspire justicia, paz y unidad”.
Ante todos ellos, que lo recibieron y despidieron como a un héroe, el Papa recordó que los misioneros que llegaron a este país a mediados del siglo XIX, encontraron miles de dificultades -incluso hubo algunos masacrados y comidos por caníbales-, pero jamás se rindieron. Y les indicó un rumbo importante hacia el cual dirigir sus “salidas”: “el de las periferias de este país”.
Karaoke y coros entusiastas en encuentro de @Pontifex_es con obispos, curas, monjas y catequistas que trabajan y ayudan en PNG en el Santuario de Maria Auxiliadora 🇵🇬 pic.twitter.com/8ORbzFY5Cj
— Elisabetta Piqué (@bettapique) September 7, 2024
“Me refiero en concreto a las personas de los sectores más desfavorecidos de las poblaciones urbanas, así como a aquellas que viven en las zonas más remotas y abandonadas, donde a menudo falta lo indispensable”, señaló. “Pienso también en las personas marginadas y heridas, tanto moral como físicamente, a causa de los prejuicios y las supersticiones”, agregó. “La Iglesia quiere estar particularmente cercana a estos hermanos y hermanas, porque en ellos, Jesús está presente de un modo especial, y donde está Él —nuestra cabeza— allí estamos también nosotros”.
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