Georgia Meloni elige vestirse de Armani y genera un debate político en Italia
La primera ministra italiana pasó de vestirse con colores pasteles a adoptar el camuflaje del establishment masculino; adopto la marca Armani ante el rechazo de reconocidas marcas italianas, como Versace
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NUEVA YORK.- La primera ministra de Italia se viste de Armani.
Todo empezó a fines de octubre, cuando Georgia Meloni, fundadora del partido de ultraderecha Hermanos de Italia y jefa de la coalición conservadora que ganó las elecciones generales, lució tres trajes sastre oscuros de Armani en los tres primeros días de transición formal del poder entre el exprimer ministro Mario Draghi y ella misma: un Armani con camisa negra para la primera foto oficial junto a su gabinete, un Armani con camisa blanca para el encuentro de traspaso con Draghi, y otro traje Armani azul marino en la tercera ocasión. Y así siguió…
Meloni usó un traje de Armani durante la conferencia de prensa tras su primera reunión de gabinete, donde anunció, entre otras cosas, nuevas medidas de control y represión de las fiestas rave ilegales de trasnoche. Y volvió a mostrarse vestida de Armani en su primera reunión con los líderes de la Unión Europea, que se celebró en Bruselas este mes.
Meloni se vistió de Armani tan seguido y en tan corto tiempo que su look empieza a convertirse en el uniforme de su gestión, sumado a su corta melena rubia planchada, que ya es tendencia y catapultó a la fama a su estilista. Pero ese uniforme es mucho más significativo y menos obvio de lo que puede parecer.
Más significativo porque Meloni está redefiniendo la imagen de Italia para el mundo, y en ese contexto, cada elección que hace importa. Y eso incluye alinearse visualmente con el guardarropa fácilmente reconocible de los capitanes de la industria, y con una marca que es un pilar del power dressing del establishment: una decisión que la hacen ver menos drástica y radicalizada de lo que su furibundo populismo, sus políticas y su género podrían sugerir.
Y menos obvio porque desde que Trump fue elegido presidente de Estados Unidos y los diseñadores empezaron a negarse a vestir a la flamante primera dama, la industria de la moda no había vuelto a tener una relación públicamente tan conflictiva con el mandatario electo de un país.
La tormenta se desató en septiembre, cuando los italianos se preparaban para concurrir a las urnas, la Semana de la Moda de Milán estaba en su clímax, y varios diseñadores se volcaron a Instagram para alentar a sus seguidores a votar, y a votar por la libertad, la apertura y el progreso, y contra las posturas de ultraderecha sobre la inmigración y la moral tradicional, incluida la oposición al matrimonio de personas del mismo sexo y la adopción de niños por parejas gays, todas ideas abrazadas por el partido de Meloni.
Pierpaolo Piccioli, diseñador de la marca Valentino, por ejemplo, publicó un largo posteo que en una parte decía: “Ojalá todos los mayores de 18 años estén listos para votar el próximo 25 de septiembre, porque no tenemos que ceder un milímetro de los derechos que conquistamos, y sobre todo porque es el momento justo para adquirir nuevos derechos fundamentales”.
Después llegó Donatella Versace, de la casa Versace, que posteó un corazón con los colores de la bandera italiana y escribió: “Vote para proteger los derechos ya adquiridos, piensen en el progreso y con la mirada puesta en el futuro”.
Y a ellos se sumó Stella Novarino, de la marca Stella Jean, que tras finalizar el desfile de su colección primavera 2023, el mes pasado, agarró el micrófono para exhortar al público a ir a votar “porque cuando se trata de derechos civiles y derechos humanos, todos somos parte del mismo partido”.
Cuando quedó claro que la coalición liderada por Meloni había ganado y surgió el interrogante de quién vestiría a la nueva primera ministra, nadie quiso hablar del tema ni se ofreció públicamente para el trabajo. La Cámara de la Moda de Italia, la entidad que nuclea a los empresarios del sector, no quiso hacer comentarios al respecto.
Todo esto importa porque hasta cierto punto las elecciones de guardarropa de los políticos son una declaración de intenciones, un intento de manipular la percepción de quienes los rodean, ya sea arremangándose la camisa para transmitir la idea de ponerse a trabajar o se trate de pantalones blancos para simbolizar los derechos de las mujeres.
Meloni llega a su cargo como una disrupción, tanto política como personal. Los ojos del mundo están posados en ella, evaluando cada gesto y cada movimiento.
Y la ropa, con su capacidad de aprovechar un lenguaje popular, puede ser tanto una estratégica herramienta de comunicación como una poderosa arma. Y la pregunta de cómo usarla mejor no es un tema banal, ni para las primeras damas ni para el resto de las mujeres, aunque en el caso de las mujeres de la política el tema es bastante más complicado.
Por eso suele haber diseñadores que ayudan a los funcionarios a armarse una imagen que conecte con su posicionamiento electoral, ya sea Ralph Lauren trabajando con Hillary Clinton o Bettina Schoenbach con Angela Merkel.
Pero después de la elección, cuando le preguntaron su opinión sobre el estilo de Meloni, la directora artística italiana de la marca Dior, Maria Grazia Chiuri, le dijo a la revista Milano Finanza Fashion que “no parece tener una estrategia, me da la sensación de que elige lo que le gusta. No utiliza el lenguaje de la moda.”
O al menos eso pareció hacer durante la campaña, cuando Meloni era conocida por su afinidad por los colores pasteles y el verde manzana, y solía asociársela con su declaración de 2019: “Soy Georgia, soy mujer, soy madre, soy italiana, soy cristiana”.
Ahora que es primera ministra, sin embargo, sus elecciones de guardarropa apuntan a una tradición diferente y una notable fluidez en el manejo del simbolismo que entraña la moda.
Pero no por la ya vieja tradición de trajecitos sastre en colores frutales de las mujeres políticas del pasado. Por el contrario, Meloni ha adoptado el camuflaje del establishment masculino, por más que represente todo lo opuesto. Italia, por supuesto, es un país que entiende desde hace mucho lo que significa proyectar poder, e ideología, a través de la vestimenta. Basta recordar las camisas negras del partido fascista de Mussolini, de cuyas cenizas surgieron y crecieron los partidos políticos donde se inició, se formó y militó Meloni.
“Ahora que es primera ministra quiere afirmarse a sí misma a través de sus ideas y sus políticas”, señala María Luisa Frisa, profesora de teoría de la moda y curaduría en la Universidad IUAV de Venecia. “Por eso Meloni viste un traje incuestionable, que parece fundirse con el entorno, pero que desde hace mucho tiempo es el conjunto típico del ejecutivo de Hollywood, la primera opción de cualquiera que busque ser tomado en serio”.
El nombre de Armani es reconocible mundialmente y es una publicidad en sí mismo del poder de seducción y el éxito del “Made in Italy”, un concepto que también es uno de los puntales del nacionalismo de Meloni. De hecho, la nueva primera ministra creó un nuevo puesto ministerial para ocuparse de “Empresas Made in Italy”. Al usar ropa de Armani, Meloni implícitamente une el poder de la marca al suyo propio, cooptándolo para sus propios fines.
Meloni compró literalmente lo que representa Armani entrando en uno de sus locales y adquiriendo sus trajes con la ayuda de un vendedor local, según informaron desde la empresa de moda.
La marca no hizo otros comentarios ni publicó fotos de Meloni con los trajes en su cuenta de Instagram, aunque en otras ocasiones sí ha compartido fotos de otras figuras públicas usando ropa de la marca, incluido el cantante Bruno Mars. De todos modos, no hay que olvidar que en 2017, cuando el mundo de la moda estaba con los pelos de punta por el tema de Melania Trump, el diseñador Giorgio Armani le dijo a WWD que “mi trabajo es vestir a las personas, sin importar quién sea, y eso va más allá de la política”.
Tal vez sea un argumento cada vez más difícil de defender.
Por Vanessa Friedman
Traducción de Jaime Arrambide
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