El magnate fundador de Microsoft es uno de sus grandes entusiastas, y ha donado millones para su investigación, pero hay escepticismo en el mundo científico
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En un futuro no muy lejano, la Tierra enfrenta las trágicas consecuencias de un experimento diseñado para detener el cambio climático: arrojar químicos al cielo para formar una barrera contra los rayos del sol que calientan el planeta.
El intento falla y el mundo entra en una realidad postapocalíptica.
Esa es la trama de “El expreso del miedo”, un film de 2013 dirigido por el surcoreano Bong Joon-Ho, el reconocido cineasta de “Parasite”.
Pero no todo lo que plantea la película es ciencia ficción. Esa posible estrategia contra el calentamiento global de la que habla el film existe en la realidad: se trata del principio de la geoingeniería solar.
Existe un centro de investigación en la prestigiosa Universidad de Harvard, en Estados Unidos, dedicado a estudiar este concepto.
El multimillonario Bill Gates es uno de sus grandes entusiastas, y ha donado millones para su investigación.
También es real la monumental tarea que tenemos de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5°C y que las catástrofes climáticas serán algo rutinario en el mundo en el futuro cercano.
El pasado lunes 4 de abril el brazo de la Organización de Naciones Unidas (ONU) dedicado al cambio climático publicó un nuevo informe, que trae un ultimátum: es ahora o nunca si queremos evitar sequías severas, calor extremo, inundaciones devastadoras y extinción masiva de especies.
Si no se logran las metas establecidas y los cambios tienen resultados modestos, la temperatura promedio en el mundo aumentará en un rango de entre 2,1°C y 3,5°C.
Algunos expertos temen que la geoingeniería solar cobre fuerza como solución en este momento de desesperación, incluso a pesar de que existe la posibilidad de que genere efectos colaterales irreversibles en lo ambiental y peligrosos en lo político: la técnica podría ser utilizada como un arma de guerra impredecible, advierten.
Pero otros afirman que no se puede renunciar a buscar soluciones ante la urgencia del cambio climático, línea de razonamiento adoptada por Bill Gates.
En enero de este año, más de 60 científicos de varios países lanzaron una iniciativa para directamente prohibir el desarrollo de la técnica, que solo ha sido estudiada en simulaciones por computadora y requiere pruebas de campo.
Esa propuesta advierte que, además de los resultados potencialmente desastrosos, la geoingeniería solar no resolvería completamente el problema del calentamiento global, un punto admitido por los partidarios del concepto.
Y podría desviar la atención de la obligación más importante que se ha ignorado: la de reducir significativamente las emisiones de dióxido de carbono (CO2), que retiene el calor en la atmósfera.
BBC News Brasil habló con cinco científicos de Brasil y EE.UU., algunos críticos y otros defensores, para explicar las implicaciones de la geoingeniería solar.
¿Cómo funciona?
Existen diferentes técnicas que se clasifican como geoingeniería solar, incluidas algunas que intervienen en las aguas del océano en lugar de la atmósfera.
Sin embargo, el principio de la técnica más debatida en la actualidad se inspira en las grandes erupciones volcánicas y se denomina inyección de aerosoles en la estratosfera.
En 1991, el monte Pinatubo, en Filipinas, provocó la segunda mayor erupción de un volcán en el siglo XX, que dejó más de 800 muertos y 10.000 personas sin hogar, además de una estela de destrucción.
También se observó un fenómeno natural: la lava y las cenizas expulsadas por el Pinatubo provocaron que toneladas de dióxido de azufre en la estratosfera actuaran como una especie de espejo para los rayos del Sol.
“Cuando hay mucho hollín y partículas sólidas en la atmósfera superior, la radiación solar se encuentra con estos aerosoles cuando ingresa a la atmósfera y se refleja de regreso al espacio”, explica Tércio Ambrizzi, profesor del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Sao Paulo (USP).
“La radiación solar no puede pasar y alcanzar la superficie de la Tierra, evitando que genere una temperatura alta”, añade.
Los científicos notaron que los efectos de la actividad volcánica del Pinatubo en 1991 llevaron a una caída de 0,5°C en la temperatura global en los años siguientes, una tasa considerada significativa.
“La idea de la geoingeniería solar es inyectar aerosoles en la estratosfera para inhibir esa afluencia de energía solar. Y con eso estarías induciendo un enfriamiento”, dice Ambrizzi.
“Sabemos que el motivo de la desaparición de los dinosaurios fue la caída de un meteorito. Existe la teoría de que el impacto provocó una serie de explosiones volcánicas por todo el planeta, generando una capa de aerosol que impidió la entrada de energía solar y bajó la temperatura global”.
Para intentar reproducir el fenómeno, la idea es construir aviones especiales para llegar a la estratosfera (en un rango de unos 20-30 km de altitud) y verter compuestos químicos, como sulfatos y sus variaciones.
Este objetivo se considera bastante factible desde un punto de vista tecnológico.
Otro factor a favor de la geoingeniería solar es su costo: US$10.000 millones anuales es la estimación más alta, un valor bajo en comparación con las pérdidas futuras por el calentamiento global, calculadas ya en billones.
Pero Stephen M. Gardiner, de la Universidad Estatal de Washington, que estudia cuestiones éticas en los problemas ambientales y su impacto en las generaciones futuras, dice que hay consenso “entre los científicos responsables” de que el concepto sigue siendo altamente especulativo.
“Incluso si decidiéramos impulsar con fuerza la investigación en este campo, sería una carrera contrarreloj desarrollar algo que solo se pondría en práctica dentro de décadas e inevitablemente implicaría un gran riesgo”.
Para Gardiner, la creciente atención que acapara la geoingeniería solar es producto de la desesperación que se apodera de quienes son conscientes de la catástrofe climática en el horizonte.
“Se está saliendo de control. Es difícil lidiar con los fracasos persistentes de los enfoques convencionales, como los acuerdos (climáticos) de Kioto y París”.
“Así que la gente está empezando a aferrarse a cualquier cosa. Incluso a eventos altamente especulativos, inherentemente riesgosos y potencialmente geopolíticamente desestabilizadores como este”.
El profesor de la Universidad de Washington dice que la geoingeniería solar implicaría una profunda concentración de poder político y necesitaría nuevas instituciones globales más poderosas y más éticas que las que tenemos hoy.
“Sin eso, ¿quién ejercería el poder de la geoingeniería? Parece inevitable que de esta manera sería una superpotencia, lo que crearía conflictos con otras grandes potencias”, dice Gardiner.
Ambrizzi, de la USP, dice que “no se tiene control sobre hacia dónde van los aerosoles inyectados en la atmósfera. Porque en la alta atmósfera hay flujos de viento, hay una circulación intensa en la estratosfera”.
“Sin ese control, se pueden desestabilizar regiones que están equilibradas”.
“Supongamos que Brasil decide hacer este experimento, pero Argentina no. Las temperaturas promedio comienzan a bajar aquí, pero aumentan en territorio argentino o disminuyen mucho más que las actuales”.
“El gobierno argentino no ha dado su consentimiento para eso. Imagine, por ejemplo, que el país pierda toda su producción vitivinícola y decida demandar a Brasil”.
También señala el alto grado de incertidumbre existente en los modelos actuales de pronóstico del tiempo y el clima, lo que refuerza la imprevisibilidad de la geoingeniería solar en su etapa actual.
En defensa
David Keith, profesor de física aplicada y política pública en la Escuela Kennedy de Harvard, es uno de los principales nombres citados al hablar del tema. “Mi lectura es que existe una fuerte evidencia de que la geoingeniería solar podría reducir significativamente algunos riesgos climáticos en la segunda mitad de este siglo”, dice Keith.
“Los modelos climáticos muestran consistentemente que una combinación de reducción de emisiones y geoingeniería solar uniforme y consistente reduciría las temperaturas medias y máximas más que la reducción de emisiones por sí sola”.
“Dada la evidencia de que un aumento adicional de 1°C dañaría más a las regiones más cálidas del planeta, y dado que los más pobres y vulnerables se concentran en estas regiones cálidas, parece probable que la geoingeniería solar sería particularmente eficaz para reducir los riesgos en estos lugares”, añade.
Holly Jean Buck -autora de “Después de la geoingeniería: tragedia climática, reparación y restauración”- defiende esta técnica debido a los riesgos que plantea el cambio climático.
Coincide en que es necesario entender cuáles serían los impactos de la geoingeniería solar en el planeta y que se necesitan muchos estudios antes de ponerla en práctica.
“Sin embargo, la petición [contra el desarrollo de la técnica] exige medidas que afectarían la capacidad de financiar, realizar y evaluar una investigación de manera transparente”.
Ambos reconocen que existe el riesgo de que la geoingeniería solar distraiga del foco principal, la reducción de las emisiones de carbono, y que la técnica solo funcione como un complemento a ese objetivo.
“Paliativo”
Emilia Wanda Rutkowski -profesora de la Facultad de Ingeniería Civil, Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp)- fue una de las firmantes del documento que pide una moratoria al desarrollo de la geoingeniería solar.
“Tratar de encontrar una solución sin cambiar la esencia del problema [del calentamiento global] no es una solución real”, dice Rutkowski.
Ella afirma que se está “dilatando” el problema.
“¿Por qué no empiezas con lo que sabes es la causa principal?”, se pregunta.
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