Gary Kasparov: “Debemos plantearnos cómo reformar la democracia para adaptarla a los desafíos del siglo XXI”
El excampeón mundial de ajedrez ruso, opositor a Putin, dice que es hora de reconsiderar las relaciones con la tecnología y que la lección que deja la pandemia es que hay que apostar a la innovación
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Gary Kasparov está más interesado en hablar de Terminator que de ajedrez. solo aludirá al deporte, al juego y a la obsesión que lo llevaron a la cima mundial sobre el final de la entrevista. Y lo hará, apenas, para recordar una anécdota y sugerir una serie de Netflix. Prefiere enfocarse en los desafíos que afrontamos durante la pandemia. Cómo lidiemos con nuestros miedos y hasta qué punto abracemos el riesgo, dice a LA NACION, definirán nuestro futuro. Eso determinará cómo reaccionaremos cuando “llegue otra verdadera crisis”.
Los esfuerzos de los científicos contra el coronavirus, abunda, nos ofrecen un ejemplo claro sobre el delicado equilibrio que debemos trazar entre la búsqueda de las vacunas y sus posibles efectos adversos. “El riesgo es inevitable”, remarca Kasparov, cuya madre murió víctima del Covid-19. “La pandemia nos ha obligado a mirar las cosas de otra manera”, insiste desde Nueva York, antes de retornar a Croacia, donde vive la mayor parte del año.
Resulta notable que la leyenda que perdió contra una computadora sea, hoy, figura en Collision 2021, una de las conferencias sobre tecnologías más importantes del mundo y, encima, sea embajador global de la firma Avast de software. Pero él lo siente como natural. “Es hora de entender cómo incorporamos todos los grandes avances tecnológicos a una nueva visión del mundo”, dice.
-¿Cuáles son las lecciones aprendidas durante este año largo de pandemia?
-¿Podría corregir su pregunta? Quizá sería mejor preguntarnos cuáles son las lecciones que debemos aprender, aunque no estoy tan seguro de que lo hagamos. Siempre he abogado por la plena integración de las máquinas y los robots en nuestra vida. Como sabes, pertenezco a un pequeño grupo que está en contra de los agoreros que difunden oscuras historias sobre el fin del mundo, la venida de los terminators y The Matrix, y la inevitable redundancia de la raza humana por la destrucción de nuestros puestos de trabajo. Pero en mi mirada, las tecnologías no son una varita mágica, ni son Terminator. Debemos comprender que cualquier desaceleración en el desarrollo de nueva tecnología resulta muy costosa. Sí, siempre es arriesgado hacer cambios, pero por lo general es mucho más arriesgado no cambiar o ralentizar los cambios para eliminar riesgos.
-¿Cómo es eso?
-Hace muchos años asistí a un taller con los mejores expertos en investigación biomédica. Me sorprendió escucharlos decir que la penicilina no pasaría hoy de las primeras pruebas porque demasiadas personas registrarían reacciones alérgicas. Es inaceptable. El problema es que ahora no hay forma de que podamos prevenir la crisis de contaminación que afrontamos tratando de reducir el consumo o tratando de prohibir cosas, imponiendo restricciones y regulaciones. La única forma es innovar. Creo que esa es la lección de esta pandemia. Europa fracasó estrepitosamente en la producción de vacunas porque son tantas las regulaciones que lo complicaron todo cuando llegó el momento de recurrir a la tecnología y ayudar a las grandes farmacéuticas a desarrollar nuevos medicamentos. Es hora de reconsiderar nuestras relaciones con la tecnología. Debemos reconsiderar nuestras relaciones con el riesgo. Tendremos que volver al espíritu original de la disrupción y mirar la proporción de riesgo y recompensa desde un ángulo diferente porque el riesgo es inevitable. Si tratamos de minimizar el riesgo, cuando llegue otra verdadera crisis estaremos totalmente indefensos. Mire lo que ocurre con las vacunas de Johnson & Johnson o de AstraZeneca. Mire sus números. Sí, es cierto, no pueden garantizarlo todo, pero si ralentizan el proceso de desarrollo de sus vacunas y tardan un año más, ¿cuántas personas morirán mientras tanto?
-Queda claro que toma lo que estamos viviendo como un enorme experimento de “destrucción creativa”.
-Sí, o como una llamada de atención. Debemos volver a la vieja escuela del capitalismo. Es una cuestión de riesgos. No hablo de ser imprudentes, pero tampoco se puede ser sobreprotector. La resolución de todos nuestros problemas se ha estancado porque la tecnología disponible no se introdujo correctamente en las empresas. El desarrollo empresarial se está desacelerando y es cierto, también, que el público probablemente todavía tenga una visión muy escéptica sobre los efectos de los avances de la tecnología sobre nuestras vidas. Es una gran paradoja. Durante este año de pandemia presenciamos algunos de los mayores avances en el espacio. Tuvimos el primer lanzamiento privado, con el equipo liderado por Elon Musk, y un robot aterrizó en Marte, donde logró generar oxígeno. Eso nos dice que los desafíos que afrontamos no pasan por falta de tecnología. Pasan por la falta de voluntad política, por complacencia y por pereza. La pandemia nos ha obligado a mirar las cosas de otra manera.
-En varios de sus artículos y entrevistas, sin embargo, aludió a los riesgos de ciberseguridad, al espionaje ilegal o el fomento de la polarización social, entre otros…
-Mira, el progreso tecnológico siempre trae desafíos. No hay garantía de que la nueva tecnología nos sirva sin causar problemas. Pero si empezamos a mirar solo el lado negativo, entonces encontraremos que todas las tecnologías a lo largo de la historia han ayudado al lado oscuro. La radio fue un gran invento, por ejemplo, pero definitivamente ayudó a Adolf Hitler en su ascenso al poder. Pero también podemos recordar que también ayudó a Franklin Delano Roosevelt y a Winston Churchill. La tecnología es apenas una herramienta. Tendemos a olvidar que los humanos todavía tenemos el monopolio del mal. Tampoco olvidemos el rol de la gente en todo esto. La gente definitivamente siempre preferirá la comodidad a la seguridad. No es un secreto, por ejemplo, que la contraseña más popular antes de la pandemia era 12345678. Por eso acuñé la idea de la “higiene digital”, aludiendo a las cosas elementales que la gente no suele hacer. Tomando medidas simples podrían evitar el 90 por ciento de sus problemas tecnológicos. Pero no las adoptan. ¡No puedes sumergirte en el océano de Internet sin tomar precauciones elementales!
-¿Qué piensa de las audiencias que encaró el Congreso de Estados Unidos, el año pasado, sobre Amazon, Facebook y otros gigantes tecnológicos?
-Fue mejor que lo que vimos hace un par de años, cuando fue un desastre total. Pero está claro que los legisladores todavía no tienen idea de lo que quieren. No tienen ningún plan. Y eso, si es que no quieren profundizar demasiado porque algunos de estos grandes gigantes tecnológicos son donantes políticos. Dicho eso, crecí en la Unión Soviética y simplemente no quiero que el gobierno regule. Entonces, ¿cómo empoderamos a las personas? Esa es una gran pregunta, que está relacionada con ciertas reformas políticas que inevitablemente se implementarán en Estados Unidos porque tenemos una brecha creciente entre las demandas públicas y el sistema político. Las personas reclaman acciones rápidas porque pueden seguir los eventos cada hora, cada minuto, a veces cada segundo. Pero la respuesta burocrática es ralentizar. Eso crea inconsistencia y debe abordarse.
-Habla de empoderar a los ciudadanos. Permítame recordarle que en su reciente artículo para Le Tribune de Francia, usted alertó sobre los del “ciber tribalismo”. ¿Cómo logramos que la gente crea en los hechos cuando se opongan a sus creencias, en vez de refugiarse en sus “burbujas” de desinformación?
-Ese es otro desafío. Durante la primera década de Internet, el consenso era que la mayor información disponible para los individuos nos ayudaría a regular nuestra vida política y social. Es decir, que la nueva tecnología siempre sería una aliada de la democracia y un desafío para los regímenes autoritarios. Ahora reconocemos que la tecnología es tecnología, que puede amplificar tanto lo bueno como lo malo. La nueva tecnología se parece a un megáfono disponible para cualquiera que quiera gritar. Muy a menudo ayuda a los radicales de ambos lados con sus agendas radicales. Eso favoreció a las minorías, que ya no necesitan llegar a los principales medios de comunicación. Donald Trump es la mejor prueba de ello. Siempre que sepa cómo usar Twitter, una minoría no necesita del The New York Times. Si usted es un usuario poderoso en las redes, el Times terminará por reportar sobre usted, le guste al Times o no. Eso representa un círculo vicioso porque a la gente ubicada en el medio del espectro político -que creo que todavía es la mayoría-, no le gusta estar en debates, quiere votar. Pero en las redes sociales se encuentran con esa disputa entre un extremo y otro. Lo llamo el círculo vicioso de la Guerra Civil española, cuando de repente te dabas cuenta de que tenías comunistas y fascistas y nadie en el medio, así que solo te quedaba tomar partido por un bando. Para luchar contra este tribalismo tendremos que introducir elementos de voto consultivo en el sistema político que nos garantice que la gente pueda recurrir a la tecnología para expresar sus opiniones. No debería ser obligatorio, pero podría ofrecer oportunidades para que las personas expresen su opinión de una manera mucho más certera que las encuestas. Necesitamos empoderar a la gente común, que se encuentra en el medio y que todavía es mayoría. Si no hacemos eso, veremos aumentar el poder de los marginales, como está ocurriendo ahora en Estados Unidos, por ejemplo, con el creciente poder de la extrema izquierda y de Trump. Si no encontramos una solución a ese desafío, seremos arrastrados a un ciclo desastroso e interminable.
-¿Cuáles son las preguntas que deberíamos habernos hecho, pero no nos hicimos? ¿Cuáles son las preguntas que deberíamos plantearnos ahora?
-[Piensa unos segundos] ¿Sabes? En mis presentaciones suelo usar una frase de Pablo Picasso sobre las computadoras: “Las máquinas son inútiles. Solo te dan respuestas” [risas]. Al final del día, se trata de entender la dirección. Es decir, ¿cuál es nuestra dirección? ¿Hacia dónde queremos ir? Después de la Guerra Fría, el mundo libre perdió el rumbo. El libro de Francis Fukuyama, El fin de la historia, de alguna manera fue un reflejo de ese estado de ánimo dominante. Todos estaban jubilosos. El mundo libre había ganado. Bueno… ahora tenemos que entender dónde estamos y hacia dónde queremos ir. Tenemos que iniciar este proceso de reconciliación entre la democracia y el progreso tecnológico. El progreso tecnológico no significa una mejora automática de las condiciones sociales o de la vida política. El siglo XX nos ofrece una dura lección sobre eso. Antes de la Primera Guerra Mundial, hubo muchos libros que sostuvieron que la guerra no era posible porque éramos gente civilizada. Antes de la Segunda Guerra Mundial, remarcaban que los aviones podían bombardear las ciudades y que, por lo tanto, no podíamos tener otra guerra. Es hora de entender cómo incorporamos todos los grandes avances tecnológicos a una nueva visión del mundo, cómo reformar la democracia para adaptarla a los desafíos del siglo XXI. Esas son las preguntas que debemos formularnos. Creo que prevalecerá la democracia. Pero necesitamos plantearnos las preguntas correctas y elaborar una estrategia acorde. De lo contrario, jugaremos juegos tácticos y permíteme recordarte que los dictadores y los líderes autoritarios siempre tienen una ventaja en ese campo porque no se ven abrumados por compromisos, ni límites. No les importa la prensa libre, ni la opinión pública. Una estrategia no se puede desarrollar sin hacer preguntas.
-¿Hay alguna pregunta que no le hice y le gustaría abordar?
-Tengo tantas preguntas pendientes y tantas historias que contar... [risas]. ¿Eres aficionado al fútbol? A mí me encanta. ¿Cuál es tu club?
-Estudiantes de La Plata, donde dirigió Carlos Bilardo, quien luego fue ...
-…entrenador de la selección argentina. Entonces será mejor que te cuente una historia vinculada al fútbol. En octubre de 1992 fue mi primer viaje a la Argentina. Jugué en Buenos Aires, La Plata, Mar del Plata y Córdoba. Y mi amigo [el maestro internacional de ajedrez] Miguel Quinteros estaba loco por Boca Juniors, al punto que colgó cosas azules y amarillas en mi habitación [ríe, mientras gesticula con sus manos apuntando al techo]. Me llevó a ver un Boca-River, en la cancha de Boca. Un lugar mágico. Fue increíble por las emociones. Ganó Boca uno a cero. Y River falló un penal. Ese fue un momento muy, muy feliz para mí. Dos días después, nos invitó el presidente [Carlos] Menem y en medio de la charla, Quinteros le dijo: “Señor Presidente, llevé al señor Kasparov al partido”. Menem no tuvo más remedio que preguntarme: “¿Te gustó?”. Le dije: “Amo el fútbol. Creo que fue genial “. Y Menem agregó: “¿A qué equipo apoyaste?”. “Maldita sea”, pensé. Así que le dije: “Señor Presidente, no estoy aquí para tomar partido. Soy solo un invitado, vengo de otro país. Todo lo que puedo decirle es que los colores de mi equipo, el Spartak, son rojo y blanco”. Y Menem quedó contento [risas].
Biografía
- Nacido en Bakú, en la entonces Unión Soviética, en 1963, pronto empezó a descollar en el ajedrez, ganando el título juvenil de la URSS en 1976 y convirtiéndose en maestro dos años después.
- Considerado uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, a los 22 años se convirtió en el campeón mundial más joven de la historia en 1985, derrotando a Anatoli Karpov, y retuvo el título hasta 2000.
- Ganador en 11 ocasiones del Oscar del Ajedrez, lideró la clasificación global desde 1986 hasta su retiro en 2005, y protagonizó recordados enfrentamientos con computadoras, que incluyó una derrota con Deep Blue, en 1997.
- Tras su retiro, se volcó a la política e integró una coalición opositora a Vladimir Putin; en la actualidad vive entre Croacia y Estados Unidos, da conferencias sobre la tecnología del futuro y se desempeña como “embajador de seguridad” de la empresa checa de software Avast
Recomendaciones para aprovechar el tiempo
-Dado que los argentinos afrontan una nueva ola de contagios y deben permanecer mucho tiempo en sus casas, ¿qué libros o películas o música o cualquier otra actividad sugiere para distraerse o, acaso, aprovechar el tiempo? ¿Qué hace usted en su escaso tiempo disponible?
-Hmm… El problema es que leo tantos libros y veo tantas series de televisión... Siempre he sido un lector muy voraz y un gran consumidor de información, aunque en estos días prefiero los audiolibros, especialmente cuando puedo caminar mientras los escucho... Acabo de terminar Winston Churchill, de Andrew Roberts. Lo recomiendo. Creo que fue el político más grande del siglo XX. Amo su ingenio y su capacidad para responder a las crisis. Siempre miraba más allá del presente, comprendiendo lo que se necesita. Otro libro que me gusta son los ensayos de George Orwell. Siempre me gustó su Homenaje a Cataluña. Creo que fue una gran presentación de la maldad en ambos extremos de la Guerra Civil española. Algunos de sus ensayos son realmente geniales. Y un tercer libro, dado que hablamos de la pandemia, es Un caballero en Moscú, de Amor Towles. Es la historia de un conde que fue arrestado en la Rusia posrevolucionaria. Le perdonaron la vida, pero tuvo que permanecer confinado en el Hotel Metropol durante décadas. Suena aburrido, pero es una gran historia. En cuanto a las series de televisión, hay tantas... Me complació mucho el éxito que tuvo Gambito de Dama. Asesoré en ella y es una buena señal que la gente no solo mire series de ciencia ficción... Gambito de Dama es la historia de una chica de Kentucky que atrajo a la gente, que vio que el juego de ajedrez realmente ayudó a esta chica a superar su dependencia de las drogas y el alcohol.
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