Gane quien gane, hay que darle las gracias a Lula
Río de Janeiro.- Gane quien gane en primera vuelta y gane quien gane el ballottage, tendrá que agradecerle su triunfo al expresidente Lula da Silva . Si Fernando Haddad gana el 28 de octubre, habrá ganado gracias a la genialidad de su creador y mentor. Si gana Bolsonaro , montado a la ola antipetista que barre el país, será gracias a la insistente política de "nosotros contra ellos" de Lula.
Ese discurso empezó con el ya remoto Mensalão, el escándalo de las mensualidades. Primero, cuando explotó el forúnculo y dejó expuesto el esquema de compra de partidos a cambio de apoyo político, Lula dijo que no sabía nada, que los traicionaron, y mandó a la guillotina a algunos de sus viejos compañeros. Después, cuando advirtió que podía ir más lejos, pasó a negar la existencia de ese esquema.
A continuación, Lula empezó a ponerles nombre a los "culpables" del Mensalão. Fueron "ellos", según el líder que cumple su pena en Curitiba, los que inventaron la historia, para impedir que los brasileños siguieran comiendo tres veces al día y viajando en avión. Al principio, ni los propios compañeros de Lula daban crédito a semejante bobada. Pero ese relato se fue consolidando entre los políticos y militantes.
Nunca nadie pidió disculpas por este ni por el otro gran escándalo de la era petista: el Petrolão. Al final, según el líder de todos, ni siquiera habían existido. La culpa era "de ellos", que querían acabar con las conquistas obtenidas por el pueblo durante los gobiernos del PT. Es increíble que tanta gente de izquierda inteligente y honesta se haya aferrado a esa explicación patética como si fuese cierta.
Lula no inventó la lucha de clases, sino que, por el contrario, escribió un documento que prometía paz en la política nacional, en que cabrían todos, y juró aplicar las reglas del mercado a la economía. Pero Lula sí inventó la guerra de "nosotros contra ellos". Ese "nosotros" eran Lula y todos sus compañeros del PT y sus aliados, los que luchaban por un Brasil más justo. Durante un buen tiempo, ese "nosotros" también incluía al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) de Michel Temer. Y "ellos" eran los demás, los enemigos del pueblo.
Ese discurso de Lula, que todavía aglutina a quienes creen en la inocencia petista y que ahora le concede a Haddad más del 20% de intención de voto, también está transfiriéndole votos al polo opuesto del PT, el extremismo antipetista.
Es verdad que Lula recibió una manito de su viejo enemigo, el hoy casi irrelevante Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). El partido, que creó el real y gobernó el país durante dos mandatos, metió las manos en la misma masa sucia en que el PT introdujo las suyas. Sin un líder carismático como Lula, un mártir, un "inocente" preso , el PSDB naufragó con un discurso anticuado y un candidato blandengue.
Nadie tiene la bola de cristal, ni siquiera Lula. Pero si hace un año él se hubiera dado cuenta de la tormenta que se avecinaba, ciertamente habría trabajado para que en segunda vuelta el adversario fuese el PSDB. O habría propuesto una alianza en torno a otro partido y con otro candidato, como Ciro Gomes.
El hecho es que si gana el 28, más allá de sus innegables méritos propios, sobre todo el de haber sabido surfear la ola en el momento justo y haber utilizado inteligentemente las redes sociales (con mentiras y verdades a medias), Bolsonaro tendrá que agradecerle a Lula por la ventaja que le dio al garantizarle un tsunami de votos que ni el más fiel seguidor del capitán habría podido imaginar.
Traducción de Jaime Arrambide
Ascanio Seleme
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