La técnica consiste en consumir el cigarrillo de pie, sin nadie alrededor y mirando a una pared; al hacerlo, la persona pierde todos los estímulos placenteros asociados al tabaco
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¿Querés dejar de fumar? No tenés que abandonar este hábito de la noche a la mañana. Sin embargo, cada vez que enciendas un cigarrillo, hacelo de pie, en un lugar apartado, sin nadie alrededor, y fumá mirando a una pared lisa. Esta es una de las principales pautas que da la cardióloga Jaqueline Scholz a los fumadores que acuden a la consulta y quieren dejar el vicio.
La especialista es profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Paulo (USP) y dirige el Programa de Tratamiento del Tabaquismo del Instituto del Corazón (InCor), en esa ciudad, uno de los principales y más exitosos tratamientos ambulatorios de apoyo a fumadores en Brasil.
Scholz relata que la idea de crear la técnica, denominada “fumar como castigo”, nació en 2015, durante una conversación con un paciente. “Me miró a la cara y me dijo: ‘Doctora, usted me hizo gastar dinero en medicamentos y dijo que perdería el placer de fumar, pero eso no sucedió’”, recuerda. “Ahí fue cuando me vino la idea: me levanté de la silla, miré hacia un lado y dije: ‘Quiero verte disfrutar fumando de pie, mirando solo una pared’”.
La sencilla receta fue objeto de un artículo científico publicado el año pasado, que la especialista escribió en sociedad con colegas de la USP y de la Universidad Federal de San Paulo (Unifesp), además de un representante del Departamento de Cardiología Preventiva del Hospital Universitario de Oslo, en Noruega.
El estudio comparó a un grupo de pacientes que se sometieron a un tratamiento estándar para dejar de fumar (medicamentos y asesoramiento en el consultorio) y otro grupo a los que, además de las terapias convencionales, también se les indicó que fumaran como castigo. Los resultados muestran que, 12 meses después del inicio del seguimiento, 34% de los participantes del primer grupo (tratamiento estándar) habían dejado de fumar por completo. Entre quienes al inicio del proceso adoptaron la intervención extra (tabaquismo de castigo), este número fue del 65%, que equivale a un aumento de 31 puntos porcentuales en la tasa de éxito.
¿Por qué funciona esta técnica? ¿Y cómo puede complementar otros recursos terapéuticos ya disponibles, como la medicación y el asesoramiento, para ayudar a las personas que quieren dejar de fumar?
Apaciguar el placer
Scholz señala que el tratamiento convencional para dejar de fumar se basa en un fármaco llamado vareniclina. En términos generales, esta droga se une a los receptores de nicotina ubicados en las células cerebrales. Con ello consigue reducir esa sensación de abstinencia que siente la persona cuando deja de fumar.
La nicotina, cabe recordar, es una de las principales sustancias que se encuentran en el tabaco. Se relaciona con sensaciones de placer y bienestar, pero provoca una dependencia muy fuerte. Por ello, el cigarrillo es tan difícil de abandonar. Las hojas de tabaco contienen nicotina, una sustancia que promueve la adicción.
Al unirse a tales receptores de nicotina en el cerebro, la vareniclina también reduce la sensación de recompensa que brindan los cigarrillos. El resultado es que el placer de fumar disminuye o eventualmente desaparece.
En pacientes que no responden tan bien a la vareniclina, se pueden asociar otros recursos farmacéuticos, como antidepresivos y parches de nicotina. Junto a los medicamentos, el tratamiento para dejar de fumar incluye seguimiento médico, sesiones de asesoramiento y aquellas pautas básicas sobre cuándo y cómo dejar de fumar.
Limitaciones y oportunidades
Si bien esta línea de tratamientos establecidos funciona para una parte de los pacientes, otros que quieren dejar su adicción no responden bien. Incluso con todos los cambios en los receptores y comportamientos del cerebro, los cigarrillos siguen siendo una importante fuente de placer para ellos.
“Sabemos que el placer de fumar tiene una asociación con los recuerdos hedónicos, y no hay medicamentos que funcionen en estos aspectos”, dice Scholz.
“Para ellos, el cigarrillo representa la repetición de una experiencia placentera, aunque los receptores de nicotina estén bloqueados”, agrega. En otras palabras, fumar sigue estando relacionado con una serie de otras cosas buenas en la vida de ese individuo, como un descanso del trabajo, hablar con amigos, tomar un café, o momentos antes o después de las comidas.
Y justamente ahí es donde entra la idea de fumar de castigo: al consumir el cigarrillo de pie, sin nadie alrededor y mirando a una pared, la persona pierde todos los estímulos placenteros asociados al tabaco.
Junto con la medicación y el control, esta práctica puede reducir aún más los placeres relacionados con el tabaquismo.
Resultados prometedores
Para evaluar la técnica de fumar como castigo, Scholz reunió a un equipo de profesionales de la salud y analizó datos de pacientes que habían pasado por la clínica entre 2011 y 2018. El primer grupo, compuesto por 324 fumadores, recibió un tratamiento estándar que, además de la medicación, incluía la estrategia de definir una fecha de abandono total del hábito.
El segundo, que incluía a 281 pacientes, tomaba vareniclina y los demás fármacos, pero no se les indicaba que dejaran de hacerlo de golpe: podían fumar todo lo que quisieran, siempre que respetaran esas reglas básicas de la técnica: de pie, aislados, mirando una pared.
Al cabo de tres meses, el 45% de los participantes del grupo 1 había dejado de fumar, frente a 75% del grupo 2. Casi un año después del inicio del seguimiento, esta tasa era de 34% y 65%, respectivamente.
Otro estudio realizado por el grupo, que aún no ha sido publicado, también mostró que la técnica ayudaría a reducir la cantidad de cigarrillos que una persona consume al día.
Si bien estas investigaciones exponen que la técnica es prometedora, para probar su efectividad aún es necesario someterla a investigaciones más rigurosas, como ensayos aleatorios y controlados.
“Cuando hablo de fumar como castigo, muchos pacientes se detienen y piensan: ‘Vaya, ¿no tiene sentido?’”, informa Scholz. “En cierto modo, le damos autonomía al paciente y no determinamos que se le prohíba fumar, lo que casi puede representar una sentencia de muerte para algunos”, cree.
Finalmente, la médica señala que muchas personas ni siquiera saben que fumar es una enfermedad crónica y cuentan con un protocolo de tratamiento validado científicamente. “Muchos piensan que dejar de fumar solo requiere fuerza de voluntad, y no es así”, explica.
“Por supuesto que la motivación es importante, pero tenemos otros recursos. Y la persona no necesita esperar a que el cigarro le provoque un problema de salud para buscar ayuda”, concluye la cardióloga.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el tabaco causa más de 8 millones de muertes cada año. El uso de esta sustancia contribuye al desarrollo de más de 15 tipos diferentes de cáncer, además de estar relacionado con el infarto del miocardio, accidentes cerebrovasculares, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), tuberculosis, infecciones respiratorias, úlceras estomacales e intestinales, impotencia sexual, infertilidad y cataratas.
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