Fuerte denuncia del Papa contra el materialismo y la desigualdad
En un país de alto crecimiento y consumismo, llamó a evitar la "competencia desenfrenada"
DAEJEON.- No a la "competencia desenfrenada", no al materialismo, no a "modelos económicos inhumanos que crean nuevas formas de pobreza", no a la "cultura de la muerte", no a la creciente desigualdad entre ricos y pobres.
En su segundo día en Corea del Sur, el Papa denunció, con fuerza, los efectos colaterales del impresionante crecimiento económico de una región donde el consumismo salvaje, el trabajo esclavo, las diferencias sociales y el culto al individualismo también hacen estragos.
La fuerte denuncia de Francisco llegó durante una misa en el estadio mundialista de Daejeon, su primer baño de multitud, y luego en un encuentro con jóvenes de 27 países del continente. "Nos preocupa la creciente desigualdad en nuestras sociedades entre ricos y pobres", dijo el Papa. Acto seguido, fustigó la "idolatría de la riqueza, el poder y del placer, obtenidos a un precio altísimo para la vida de los hombres", al reunirse con los jóvenes que participan de la Jornada de la Juventud Asiática (JJA) en el santuario de Solmoe, de la diócesis de Daejeon.
"Muchos de nuestros amigos y coetáneos, aun en medio de una gran prosperidad material, sufren pobreza espiritual, soledad y callada desesperación. Parece como si Dios hubiera sido eliminado de este mundo. Es como si un desierto espiritual se estuviera propagando por todas partes. Afecta a los jóvenes, les roba la esperanza y, en tantos casos, incluso la vida misma", lamentó.
El Papa aludió así al suicidio, un fenómeno cada vez más preocupante en Asia. Y especialmente en Corea del Sur, país que tiene la mayor tasa de suicidio del mundo y donde ese fenómeno es la primera causa de muerte de los jóvenes.
También en la misa que celebró por la mañana ante 50.000 personas en el estadio mundialista de esta ciudad tocó esta realidad dramática. Lo hizo al destacar el valor del Evangelio como único antídoto contra "el espíritu de desesperación que parece extenderse como un cáncer en una sociedad exteriormente rica, pero que a menudo experimenta amargura interior y vacío". "Esta desesperación deja secuelas en muchos de nuestros jóvenes", agregó.
Aunque estaba previsto que Francisco llegara hasta Daejeon, la quinta ciudad más grande de Corea del Sur, 137 kilómetros al sur de Seúl, en helicóptero, el mal tiempo hizo que hubiera un cambio de planes y que viajara hasta aquí en tren. "El Papa estaba contento porque fue la primera vez que tomó un tren de alta velocidad", contó Federico Lombardi, vocero de la Santa Sede.
En el día de la Asunción de la Virgen, la misa -la primera del papa jesuita en Asia- estuvo también marcada por la tragedia del ferry Se-wol. El drama, que dejó 300 muertos, la mayoría estudiantes de un secundario, provocó un verdadero shock nacional en abril pasado.
"Para los coreanos, representa el símbolo de ese capitalismo salvaje que critica el Papa, en el cual, con tal de que haya lucro y se gane más dinero, se descuida la vida de las personas", explicó a LA NACION Park Sung Jin, periodista de la agencia de noticias coreana Yonhap.
Antes de la misa, Francisco se reunió con un grupo de supervivientes de la tragedia, que generó una oleada de indignación y protestas que no amainan y tienen un emblema: una cinta de color amarillo, atada en postes, árboles, edificios, remeras por todos lados.
Entre los parientes, estaba Lee Ho-jin, padre de un adolescente que murió en el desastre, que en los últimos meses peregrinó a pie, con una cruz, desde el sitio de su nacimiento hasta el puerto de la tragedia. Al reunirse con el Papa, éste le pidió si podía bautizarlo. Y en un gesto de bastante significado, sobre todo en este país donde se estima que cada año se bautizan 100.000 personas, Bergoglio accedió. Ho-jin será bautizado hoy en la Nunciatura.
Durante el Angelus, el Papa habló del naufragio del ferry: "Que este trágico suceso refuerce también su voluntad de colaborar solidariamente en el bien común", exhortó.
Luego de una misa en la que las mujeres usaban mantillas blancas, a la vieja usanza, y el público llamaba la atención por su disciplinado entusiasmo, haciendo olas y agitando pañuelos, el Papa almorzó con jóvenes de la India, Bangladesh, Paquistán, Taiwan, Nepal, China, Japón y Mongolia.
Allí el Papa volvió a hacer gala de su informalidad, posando para fotos de todo tipo. En una jornada que se volvió soleada y calurosa con el paso de las horas, antes de reunirse con los jóvenes en el santuario de Solmoe, el Papa se detuvo a rezar unos minutos ante un lugar considerado aquí sagrado para los católicos: la casa natal del mártir San Andre Kim Daejeon, primer sacerdote coreano, ahorcado en Seúl, en 1846.
Luego, fue aclamado por centenares de fieles católicos de todos los continentes, que lo esperaron durante horas bajo el sol para verlo pasar en el papamóvil. Y el Papa no los defraudó: antes de volver a subirse a su auto, se tomó su tiempo para besar y abrazar niños vestidos en trajes típicos, monjas, seminaristas.
Como si no hubiera sido agotadora su jornada, al volver por la noche a Seúl en helicóptero, el Papa hizo una visita sorpresa a la Universidad Jesuita Sogang, demostrando energía inusual para alguien de 77 años. Francisco tendrá hoy otro día intenso, con la ceremonia de beatificación de 124 mártires coreanos, en Seúl y la visita a Kkottongnae, o la "colina de las flores", en la provincia de Cheongiu, a 90 kilómetros de Seúl, donde se levanta un enorme centro de recuperación de adicciones y ayuda a los necesitados, fundado en la década del 70 por un cura católico carismático.
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