Fuerte condena a los sicarios de la droga
Francisco advirtió a los jóvenes que no se dejen engañar
MEDELLÍN (De una enviada especial).- Francisco cerró ayer una jornada agotadora en esta ciudad famosa por el cartel homónimo con una fuerte condena a los sicarios de la droga, a quienes les pidió la conversión.
Lo hizo en una reunión con 14.000 sacerdotes religiosos y religiosas, consagrados y seminaristas en la Macarena, la antigua plaza de toros de Medellín.
Al hablar de los jóvenes de hoy, el Papa se salió del texto preparado. Recordó la herencia maldita del período marcado por el narcoterrorismo en Medellín. "Los jóvenes son naturalmente inquietos. Inquietud tantas veces engañada, destruida por los sicarios de la droga", dijo.
"Medellín me trae ese recuerdo, me evoca tantas vidas jóvenes truncadas, descartadas, destruidas", agregó. Invitó luego a "acompañar al luctuoso cortejo, a pedir perdón para quienes destruyeron las ilusiones de tantos jóvenes y a pedirle al Señor que convierta sus corazones, a pedir que acabe la derrota de la humanidad joven".
Por otro lado, alentó a los religiosos a tener "los pies sobre la tierra", a ser "callejeros de la fe" y a "no tener miedo en esta tierra compleja".
Como hizo en otras ocasiones, el Papa argentino, que al improvisar provocó risas, también advirtió que "el diablo entra por los bolsillos".
"Todos nosotros tenemos que estar atentos porque la corrupción en los hombres y mujeres que están en la Iglesia empieza así, poco a poco, luego -nos lo dice Jesús mismo- se enraíza en el corazón y acaba desalojando a Dios de la propia vida", dijo Francisco.
"No se puede servir a Dios y al dinero, no podemos aprovecharnos de nuestra condición religiosa y de la bondad de nuestro pueblo para ser servidos y obtener beneficios materiales", agregó.
Francisco -que antes tuvo una conmovedora visita al Hogar San José para chicos víctimas de violencia y abandono-, también advirtió sobre situaciones, estilos y opciones que muestran "los signos de sequedad y de muerte".
El Papa mencionó, además, "el veneno de la mentira, el ocultamiento, la manipulación y el abuso al pueblo de Dios, a los frágiles y especialmente a los ancianos y chicos que no pueden tener cabida en la comunidad".
"Son ramas que decidieron secarse y que Dios nos manda cortar", sentenció.
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