Fuego de artillería, minas y espías: cómo es la vida de los francotiradores ucranianos en el frente del Donbass
La ciudad de Maryinka está siendo defendida del ejército ruso por combatientes de Ucrania que meses atrás eran civiles comunes; se trata de un punto clave en el este para evitar que caiga Donetsk
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MARYINKA.- Poco después de la llegada del equipo de francotiradores ucranianos, cerca de la base de operaciones se estrelló la descarga de un obús ruso. Las ventanas tintinaron y el suelo se sacudió. La segunda descarga cayó unos momentos después, y después la tercera. Dos operadores de drones ucranianos llegaron en bicicletas amarillas. Ellos también habían evitado por poco un ataque mortal.
En esa mañana tan volátil, la misión de los francotiradores de esta ciudad del frente de batalla devastada por la guerra era establecer un puesto de avanzada, vital para desacelerar el avance ruso en el este de Ucrania. Para lograrlo debieron avanzar a la carrera unos 300 metros a lo largo de varias cuadras, incluida la calle principal, que los rusos bombardeaban sin tregua. La unidad tenía que evitar pisar las minas o ser detectados por residentes locales que pudieran alertar a los rusos.
La descarga de artillería dio finalmente paso a un momento de calma.
“Vamos ahora” dijo Dmytro Pyatnikovskiy, de 38 años, el líder de un equipo de cinco miembros.
Pero de inmediato cayó otro proyectil sobre el terreno.
Tras la retirada de las tropas rusas de Kiev y de Kharkiv, ahora la guerra se libra principalmente en la región del Donbass, en el este de Ucrania, en pueblos y localidades como Maryinka. Las fuerzas rusas están intentando ocupar territorio hacia el sur desde la ciudad de Izyum y hacia el oeste desde las áreas controladas por los separatistas apoyados por Moscú, para intentar obtener el control total del Donbass, cuya soberanía reclama el Kremlin basándose en la defensa de su enorme población rusohablante.
Pero las tropas ucranianas —una mezcla de soldados y voluntarios—, vienen resistiendo tenazmente y producen bajas en condiciones que el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky describió como “un infierno”. Más de un mes después de que Moscú cambiara el foco de su campaña bélica para concentrarse en el este del país, hasta ahora los rusos han logrado pocos avances, y en muchos lugares su ofensiva directamente está en un punto muerto.
Un recorrido por la ciudad de Maryinka brinda un panorama de la naturaleza de la guerra en el este de Ucrania –aplastantes batallas de artillería con asistencia de drones y francotiradores– y comprender por qué las fuerzas rusas no han podido romper las líneas defensivas de Ucrania.
“Ahora los rusos solo hacen fuego con artillería y tanques”, dice Curly, de 35 años, un operador de drones que solo dio a conocer su nombre de guerra. “No se traban en combates cuerpo a cuerpo, porque saben que les ganamos. Hay unidades de infantería rusas, pero tienen miedo de venir hasta las posiciones de Ucrania. Los bombardeamos con morteros. Es como un partido de bádminton”.
Otro momento de calma. El líder Pyatnikovskiy, conocido en su equipo como Dima, observó a sus compañeros y asintió. Había que aprovechar la oportunidad.
Rifle en mano, salieron del edificio y se metieron en una calle aledaña. También los seguía Curly, que antes de la guerra trabajaba como soldador y conoce bien el terreno porque combate en esta localidad desde abril. Cuando llegaron a un cruce de calles, Curly sugirió seguir derecho, porque por allí había habido menos bombardeos. Pero Dima no estaba de acuerdo.
“¿Querés cruzar por el parque?”, le preguntó. “En el parque no hay donde refugiarse.”
“Sí, hay”, respondió Curly.
“Acá por lo menos hay dos paredes”, dijo Dima, señalando la calle a su izquierda. Todos lo siguieron.
Pasaron al trote frente a las casas abandonadas, algunas destruidas por la artillería, y delante de cercas agujereadas por la metralla. Las calles estaban desiertas, sin un vecino a la vista.
Al acercarse a la calle principal, los soldados empezaron a correr.
El día anterior, el equipo de francotiradores había acampado en un pueblo junto al río, a 8 kilómetros de Maryinka. Llevaban comida y otros pertrechos, construyeron una ducha improvisada y cavaron un pozo que sirvió de letrina.
Como muchos combatientes ucranianos, hasta la invasión rusa del 24 de febrero, los cinco eran civiles comunes. Todos eran oriundos de la ciudad de Dnipro, en el sudeste de Ucrania, y compartían la pasión por las armas de alto poder de fuego. Eran socios de un club de tiro local llamado Campos Silvestres. Ingresaron en un cuerpo de voluntarios y fueron enviados a proteger sitios estratégicos. Pero lo que en realidad querían era poner en práctica sus habilidades con las armas. Ahora por fin tenían la oportunidad de hacerlo. Para tres de ellos, Maryinka era su primera misión en el frente de batalla.
Al mismo tiempo, el equipo tenía una composición muy variada. Alex tiene 34 años, es alto, rubio, y es entrenador de boxeo; Andrei Kolupailo, de 47, es un destacado hombre de negocios; y Oleksi Shapoval, de 33, es un enjuto obrero de la construcción. Dima, también obrero de la construcción, era entrenador de francotiradores en el club de tiro. Todos habían comprado sus propios fusiles de francotirador.
También hay mujeres. Oksana, de 35 años y madre de un niño de 5, es ingeniera eléctrica y pasó seis años haciendo malabares con fuego en un circo que daba la vuelta al mundo. Ahora integra el pequeño grupo de francotiradoras de las fuerzas ucranianas capaces de dar en el blanco a más de 1,5 kilómetros de distancia.
“En nuestra sociedad está mal visto que una mujer integre las fuerzas militares y haga este tipo de tareas”, dice Oksana, que por ese motivo prefiere no dar su apellido. “Tal vez después me juzguen por las decisiones que tomé, pero ser patriota y hacer lo que hay que hacer por tu país no es una cuestión de género.”
La experiencia que les falta a los miembros del equipo la compensan con su confianza en sí mimos. Se sienten motivados por las contraofensivas de Ucrania cerca de la ciudad de Kharkiv, que empujaron a los rusos más allá del alcance de su artillería y, en algunos casos, hasta la frontera. Las aeronaves y los drones ucranianos siguen bombardeando activamente las posiciones rusas en el Donbass.
La misión principal de los francotiradores es de reconocimiento. Pero cada vez que se presenta la oportunidad, también reciben órdenes de atacar blancos de alto valor, como oficiales y comandantes rusos.
“¡Por fin vamos a salir a matar a los invasores!”, dice Oksana. “Nos entrenamos para estar acá. Los rusos tuvieron bajas en Kiev. Ahora tienen bajas en Kharkiv. Somos más que capaces de defendernos de los rusos. No los vamos a dejar pasar.”
Pero los francotiradores también conocen la volatilidad de la situación y la rapidez con que se mueven las líneas de frente en el Donbass. La región está compuesta por dos provincias, Lugansk y Donetsk, que en parte ya estaban bajo control ruso antes de la guerra.
Las fuerzas rusas se apoderaron de casi toda Lugansk y asediaron la estratégica ciudad de Severodonetsk desde tres lados. Si la ciudad cae, podría abrir el camino para que los rusos avancen hacia importantes ciudades como Kramatorsk y Sloviansk.
Los ucranianos todavía controlan gran parte de Donetsk, pero tras semanas de bombardeos, los rusos lograron tomar la ciudad portuaria de Mariúpol, y ahora es imperativo evitar que los rusos tomen Maryinka.
“Es crucial”, dice Kolupailo. “Si perdemos esta posición, los rusos pueden avanzar en Donetsk”.
La ciudad está en el centro de la guerra desde 2014, cuando estalló el conflicto entre los separatistas prorrusos y las fuerzas ucranianas. Al año siguiente, cuando se firmó un armisticio, Maryinka ya estaba destruida.
Ahora la ciudad está dividida en una zona ucraniana y otra rusa, y desde hace semanas esa línea de frontera se mantiene fija. Las partes están librando una guerra de desgaste en la que rara vez llegan a verle la cara al enemigo.
“Acá es complicado ganar territorio porque los rusos tuvieron más tiempo para afianzar sus posiciones”, dice Dima. “Es el mismo problema que tienen ellos para empujar la línea ucraniana, porque nuestras posiciones también se reforzaron. Es un tire y afloje, un juego de avances y retrocesos.”
Pero eso no implica que los rusos no intenten avanzar. El mes pasado llegaron hasta un puente a poco más de 1,5 kilómetros de la base de operaciones ucraniana. Los ucranianos volaron el puente, pero los rusos lograron atravesar el río, y las fuerzas se trabaron en batalla. Los ucranianos tuvieron que retirarse. “Ahí todavía está el cuerpo de uno de nuestros compañeros de unidad”, dice Curly.
Por Sudarsan Raghavan
Traducción de Jaime Arrambide
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