Frustraciones y errores: los entretelones de la negociación
WASHINGTON.- La semana pasada, en vísperas de la ronda de negociaciones comerciales en Washington, tanto Estados Unidos como China enviaron señales claras de que el acuerdo era tan inminente que se limitarían a discutir las formalidades de la ceremonia para rubricarlo. En cuestión de días, la cosa se dio vuelta tan rotundamente que los chinos hasta evaluaron no aparecer, después de la decisión de último minuto del presidente Trump de aumentar los aranceles a las importaciones chinas porque Washington consideraba que Pekín estaba incumpliendo sus compromisos previos.
Según funcionarios chinos con acceso a las decisiones que se toman a intramuros del Zhongnanhai, el complejo de edificios gubernamentales de Pekín, el presidente Xi Jinping y sus asesores más cercanos discutieron la manera de responder al aumento en los aranceles, ya que faltaban apenas unos días para el inicio de las negociaciones.
Tras reunirse el martes para analizar la conferencia de prensa de los dos máximos negociadores norteamericanos -el secretario del Tesoro, Steven Mnuchun, y el representante comercial de Estados Unidos, Robert Lightzer-, los funcionarios chinos concluyeron que debían viajar a Washington, al menos para evitar una fractura difícil de reparar.
La recomendación de los asesores llegó al jefe de los negociadores chinos, Liu He, y finalmente a Xi, quien decidió enviar al equipo, por más que a esa altura Pekín ya era plenamente consciente de que el viaje prometía poco, considerando el rápido deterioro de la situación. "El único objetivo era que la negociación no se cayera", comentó un funcionario chino con acceso a esas deliberaciones.
Hacia el fin de semana, de lo único que podían jactarse ambos bandos era haber evitado una grave ruptura que ocluyera cualquier perspectiva de acuerdo futuro y de haberse comprometido a no levantarse de la mesa de negociación.
China no reaccionó imponiendo de inmediato nuevas restricciones a las empresas norteamericanas que operan en China, como sí lo ha hecho en ocasiones similares del pasado. Según las mismas fuentes del Zhongnanhai, antes de expedirse sobre el curso de acción a tomar, el presidente Xi escuchará el informe de Liu sobre lo conversado en Washington.
Anteayer, Larry Kudlow, asesor económico de la Casa Blanca, dijo en una entrevista con Fox News que China había invitado a Lighthizer y Mnuchin a seguir con las negociaciones en Pekín, pero agregó que "todavía no hay planes definidos ni concretos". Kudlow sugirió una posible salida: durante la entrevista, recalcó dos veces que tanto Trump como Xi esperan encontrarse nuevamente en la Cumbre del G-20 que se realizará en Japón a fines de junio.
Zanjar la brecha comercial tal vez termine dependiendo, en definitiva, de la química personal entre los presidentes Trump y Xi, y de su voluntad de avanzar con el tema tras meses de negociaciones que han estado plagadas de buenas intenciones, pero también de errores de cálculo, acusaciones de contramarchas y expectativas incumplidas.
Lo que está en juego no son nada más ni nada menos que las reglas del comercio global, en un orden mundial que se ha visto trastocado por el fulgurante ascenso de China, y ambos bandos necesitan proyectar una imagen de fuerza. Sin embargo, cuanto más se prolongue la disputa, mayores serán los daños colaterales para las economías de ambos países, y más larga la incertidumbre de las bolsas del mundo, que vienen fluctuando al compás de las mayores o menores expectativas de que se alcance un acuerdo. Para colmo, la aceleración de la campaña para las presidenciales de 2020 en Estados Unidos no hace más que sumarle mayor volatilidad a la ecuación.
Un eventual acuerdo comercial le daría impulso a la relación entre Estados Unidos y China y una posible clave de acercamiento en varios otros frentes de tensión, desde la campaña norteamericana contra la tecnológica Huawei por cuestiones de seguridad en las telecomunicaciones hasta los derechos de navegación en el Mar de la China Meridional.
Después de la cumbre Trump-Xi en una reunión lateral durante la Cumbre del G-20 en Buenos Aires, Estados Unidos dijo que si los reclamos norteamericanos eran atendidos, postergaría hasta el 1° de marzo el aumento del 10 al 25% en los aranceles. El plazo se cumplió y Trump lo dejó en suspenso sin nueva fecha, pero aparentemente el 5 de mayo se le agotó la paciencia, y disparó por Twitter que ese mismo viernes entraría en vigor. Y así fue.
Las tensiones fueron una constante a lo largo de todo el proceso de negociación. En febrero, Estados Unidos acusó a China de desdecirse de algunos puntos que ya había acordado, la misma dinámica que parece haberse repetido en los últimos días. "Jugaron con nosotros", decía hace tres meses un alto negociador norteamericano sobre las charlas en Washington.
Una persona involucrada en esas conversaciones por el lado norteamericano dice que "los momentos más caldeados se producían cuando nosotros creíamos llegar a algo, y de pronto resultaba que no".
A principios de abril, Mnuchin anunció que los negociadores habían acordado un mecanismo de aplicación de los términos de un potencial acuerdo comercial, dando a entender que habían despejado uno de los principales obstáculos. Sin embargo, Pekín nunca acordó que ese punto estuviera saldado. Después, antes de volar a Pekín para una nueva ronda de diálogo, Mnuchin dijo que las negociaciones "se acercaban a una ronda final de conclusiones". Después, el 1° de mayo y a punto de abordar al avión de regreso a casa, Lighthizer tuiteó que el encuentro había sido "productivo, y Lighthizer compartió su afirmación, aunque según gente que sigue de cerca las conversaciones, ambos funcionarios venían recibiendo mensajes divergentes de parte de los chinos.
Lighthizer es un histórico partidario de la línea dura frente a China. Cree que Estados Unidos tiene que presionar con fuerza para que las empresas norteamericanas tengan más acceso al mercado chino y que es necesario enfrentar a Pekín por sus prácticas ilícitas, como el robo de propiedad intelectual. Los allegados a Mnuchin dicen que el funcionario comparte el objetivo de cambiar las reglas comerciales, pero que le preocupan los efectos colaterales de una incertidumbre prolongada sobre los mercados.
En los cuarteles norteamericanos el escepticismo empezó a crecer cuando China, según Estados Unidos, comenzó a desdecirse de puntos ya acordados, pocos días antes de las charlas de la semana pasada.
Los negociadores chinos les hicieron saber a los norteamericanos de sus serias reservas sobre el borrador del acuerdo. Los chinos ya no estaban dispuestos a comprometerse a modificar las leyes de propiedad intelectual, la transferencia forzada de tecnología, los subsidios y otros temas que eran centrales en la disputa. También objetaban la publicación de todos los detalles del texto, y preferían la divulgación de un resumen.
Para los chinos, esa era una cuestión de honor: Estados Unidos debía confiar en que Pekín haría los cambios que dijo que haría, por más que fuese modificando la normativa y no las leyes. Además, los chinos consideraban injusto que Estados Unidos se negara a levantar, con la firma del acuerdo, los aranceles que viene aplicando desde hace un año.
"De nuestro lado hay un deseo real de mantener los aranceles", dice un funcionario de la Casa Blanca. "El punto ríspido es ese".
De todas maneras, según varios involucrados, los dos días de negociaciones transcurrieron de manera amable, y a pesar de que a primera hora del viernes entraron en vigor los aumentos arancelarios, Liu no se levantó de la mesa de negociación.
Más tarde esa misma mañana, Lighthizer recibió al enviado chino frente a la puerta de la Oficina de Comercio, gesto que rara vez tiene, aunque se ocupó de que fuese capturado por los fotógrafos y movileros que hacían guardia en el exterior del edificio.
Para entonces, sin embargo, el equipo norteamericano había perdido cualquier esperanza de acuerdo, y que la reunión pendiente sería "una no-reunión", según uno de los involucrados. Los norteamericanos querían al menos que los chinos no se fueran con una sensación de ruptura total. Según la misma fuente, el objetivo de esa última reunión fue poder decir que los negociadores norteamericanos los seguían intentando.
Ahora el acuerdo quedó en el limbo y no hay planes formales para retomar las negociaciones, así que la clave de la evolución de los acontecimientos tal vez quede personalmente en manos de Trump y de Xi. Ambos han enfatizado su buena relación personal a pesar de la disputa. Según Trump, la semana pasada, al comenzar las negociaciones, Xi le envió una carta expresando su buena predisposición. "Trabajemos juntos, veamos si podemos llegar a algo", le habría escrito el líder chino.
The Wall Street Journal
Traducción de Jaime Arrambide
Bob Davis, Lingling Wei, Michael C. Bender y Vivian Salama
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