Frondizi, entre la incredulidad y el enojo
"¿Qué es todo esto que se está diciendo sobre Eichmann?", le preguntó el presidente Arturo Frondizi aquella tarde de mayo de 1960 al entonces subsecretario de Culto, Angel Centeno.
Frondizi acababa de enterarse, entre la indignación y el asombro, de que uno de los jerarcas nazis más buscados de la historia había sido capturado y sacado en secreto de la Argentina ante las narices de su propio gobierno.
"Lo curioso fue que el propio presidente me llamó para avisarme de lo ocurrido, cuando tendría que haber sido al revés. Pero en la Cancillería no sabíamos nada y aparentemente Frondizi se había enterado por la prensa. Fue una gran sorpresa para todos", comentó Centeno a LA NACION. Pero además de sorpresa el secuestro de Adolf Eichmann generó un fuerte dolor de cabeza para el gobierno argentino, que consideró la operación clandestina una afrenta a su soberanía.
"Frondizi, que era un hombre muy calmo, estaba realmente enojado -recordó el ex funcionario-. En pocos días debía viajar a Europa, donde tenía previsto entrevistarse con la primera ministra, Golda Meir, y otros dirigentes israelíes, pero decidió cancelar esas reuniones."
Centeno, que ese día estaba a cargo de la Subsecretaría de Relaciones Exteriores, contó asimismo que el mandatario le ordenó llamar al entonces embajador israelí en la Argentina, Arie Levavi, para comunicarle que las relaciones entre ambos países quedaban suspendidas.
Finalmente, el incidente culminó con una enérgica protesta del gobierno argentino ante las Naciones Unidas, y las relaciones con Israel se reanudaron al poco tiempo.
"Lo increíble es que todos los países le dieron la razón a la Argentina, e incluso Israel reconoció que había cometido una falta internacional. Sin embargo, dejó muy en claro que no iba a devolver a Eichmann a nuestro país para luego solicitar su extradición", agregó Centeno.
En 2000, cuando se cumplieron 40 años de la captura del criminal nazi, el ejecutor de la sofisticada operación, Peter Malkin, admitió que el servicio secreto israelí no imaginaba entonces que se iba a armar semejante revuelo diplomático.
Malkin, un ex agente del Mossad y cinturón negro en karate, fue el encargado de espiar durante meses cada movimiento de Eichmann, desde que éste salía de su modesta casa en San Fernando para ir a trabajar a una fábrica alemana hasta que tomaba el colectivo 203, se bajaba en la ruta 202 y caminaba dos cuadras de vuelta a su hogar, todos los días a la misma hora.
Fue también este ex agente secreto israelí quien, en la tarde del 11 de mayo de 1960, se abalanzó sobre el hombre que se hacía llamar Ricardo Klement y lo redujo a metros de su casa, aunque llevaba guantes de cuero para evitar tocar al nazi que había asesinado a su hermana y a tres sobrinos. Tras 10 días de mantenerlo en cautiverio, el ex agente disfrazó a Eichmann de ayudante de vuelo, le inyectó un tranquilizante para simular que estaba borracho, lo subió a un avión de El Al y lo depositó en Tel Aviv.