Fraude, QAnon y 6 de enero: la ultraderecha alemana repite el guion trumpista
Preocupa la aparición en Alemania de comunidades extremistas que anticipan en canales online un “día X” que marcará el derrumbe del Estado alemán y el magnicidio de sus máximas autoridades; su influencia “es más fuerte de lo que marcan los sondeos”
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HANOVER.– Un mensaje convocaba a “tomar los centros de votación”, otro advertía sobre la “tiranía de la pandemia” y un tercero exaltaba las figuras del expresidente Donald Trump y de Q, el misterioso gurú de la ideología extremista QAnon, por inspirar un nuevo movimiento social preparado para recuperar el poder de manos del Estado. “Estados Unidos está despertando y listo para pelear”, prometió el mensaje.
No se trata de llamados a pasar a la acción que hayan circulado antes de la toma por asalto del Capitolio norteamericano del 6 de enero, sino que aparecieron este mes en Alemania, dentro de un grupo de mensajes de la aplicación Telegram donde los neonazis y los preparacionistas apocalípticos anticipan un “día X” que marcará el derrumbe del Estado alemán y el magnicidio de sus máximas autoridades.
Ese mensaje milenarista que circuló en vísperas de las elecciones nacionales que se celebraron hoy en Alemania contiene elementos importados del discurso conspiranoico y antigobierno que cunde en Estados Unidos, según las capturas de pantalla revisadas por el diario The Washington Post de ese grupo de mensajes, que ya fue cerrado.
Esa mecánica se está acelerando en los anárquicos canales online de las comunidades extremistas, cuya cantidad de miembros oscila desde los 1500 que tenían el grupo de chat sobre el “día X” hasta los 150.000 que suman los grupos de apoyo al QAnon en alemán. Esta dinámica implica una drástica inversión de los roles que ocuparon Estados Unidos y Alemania en la posguerra, cuando los norteamericanos exportaron los principios democráticos de la Constitución a Alemania Occidental.
Pero ahora la influencia norteamericana fogonea el extremismo de ultraderecha alemán, como el ascenso del movimiento Reichsbürger, “ciudadanos del Reich”, que rechazan el Estado moderno alemán. Los expertos en seguridad internacional advierten que la crisis global por la pandemia, mientras tanto, también alimenta el extremismo político.
Denuncias
La que espera aprovechar políticamente ese descontento es Alternativa para Alemania (AfD), que probablemente consolide su estatus de primer partido de ultraderecha que accede a un escaño en el Parlamento alemán desde 1949. Y algunos de sus candidatos han seguido el ejemplo de Trump y ya denunciaron preventivamente la manipulación del voto por correo.
La ultraderecha alemana hasta acusó a Dominion Voting Systems, la empresa de software acusada sin fundamento de manipular la votación contra Trump, por más que la tecnología de la empresa no es la utilizada en los comicios alemanes. Como afirmaba una usuaria del grupo de protesta contra las restricciones sanitarias en Telegram, Dominio podía “fraguar” la elección, “como en Estados Unidos”.
Los conspiracionsitas y los extremistas antidemocráticos operan en los márgenes de la política alemana. Pero su influencia “es más fuerte de lo que marcan las encuestas”, dice Boris Pistorius, ministro del Interior socialdemócrata del estado de Baja Sajonia, cuya capital es Hanover.
“La línea que separa lo que ocurre online con el paso a la acción se está borrando”, dice Pistorius, y señala que los votantes que sienten que la pandemia es una mentira, por ejemplo, pueden radicalizarse fácilmente. El populismo de AfD, dice Pistorius, fogonea la radicalización, porque magnifica el resentimiento de la gente y fustiga al Estado, por más que el partido en lo formal se abstenga del lenguaje de odio de su sector más extremista.
Fundado en 2013 como un partido de protesta antieuro muy popular entre las elites, AfD logró rebautizar el nacionalismo alemán, antes asociado indisolublemente con exnazis y cabezas rapadas. Siempre acuciado por feroces internas, en 2017 el partido se encolumnó contra la política de refugiados y obtuvo el 12,6% de los votos, con lo que se convirtió en el tercer partido más grande del Parlamento y principal oposición.
Si desde entonces el partido no ha logrado extenderse más, es porque los otros partidos se niegan a asociarse con AfD en el Parlamento, dice Dietmar Friedhoff, actual legislador de AfD.
“En Alemania, para matar políticamente a un partido nuevo, alcanza con calificarlo de ultraderechista”, dijo Friedhoff. “No soy un extremista de derecha. Soy una persona normal. Lucho por mi país. Lucho por mi nación. Lucho por mis hijos. Pero en Alemania, ser de derecha es un estigma que se lleva como una marca en la cara”.
Brazo político
AfD no genera esas comunidades extremistas proclives a la violencia, admite Patrick Sensburg, legislador del partido de Merkel. “Pero intenta ser su brazo político y sacar provecho de la agitación social que alientan”, señala Sensburg.
Esta evolución de los acontecimientos revela hasta qué punto las fuerzas desatadas por Trump en su esfuerzo por revertir su derrota electoral están teniendo resonancia en el mundo. En 2020, el descontento con la democracia a nivel global alcanzó un máximo histórico, y los descensos más pronunciados se registraron en Estados Unidos, Alemania y otros países desarrollados, según un informe de la Universidad de Cambridge.
Además, la violencia del 6 de enero en el Capitolio es parte de un fenómeno mundial. Este mes, en Brasil, el asediado presidente Jair Bolsonaro convocó a sus partidarios a una jornada de manifestaciones en su apoyo.
Los paralelismos con el 6 de enero en Washington son todavía más fuertes en Alemania. El año pasado, en Berlín, una turba de extremistas de derecha que protestaba contra las restricciones por el coronavirus rompió una barrera policial blandiendo la bandera imperial alemana, exaltada por los nazis, y trató de ingresar por la fuerza al Reichstag. El manifestante que incitó el intento de toma proclamó falsamente que Trump estaba en Berlín, y urgió al pueblo alemán a mostrarle al héroe estadounidense de QAnon que estaba preparado para “hacerse cargo aquí y ahora de la autoridad nacional”.
Traducción de Jaime Arrambide
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