François Duvalier, el presidente de Haití que se jactaba de haber matado Kennedy con brujería vudú
Bajo su mano de hierro, corrupto e implacable, no sólo lanzó su embrujo de muerte contra el presidente estadounidense; también exterminó a más de 30 mil opositores políticos
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A John Fitzgerald Kennedy no lo mató Lee Harvey Oswald por obra de un complot soviético asociado con Fidel Castro, y mucho menos la mafia italiana junto con las agencias de espionaje estadounidense, sino un conjuro de vudú lanzado por el presidente de Haití, François Duvalier, hecho del que se jactó hasta el último día de su vida.
Y lo que desde 1963 en los Estados Unidos continúa siendo una teoría de la conspiración difícil de probar (el complot de la CIA y la mafia, por un lado, o el plan de los rusos y los cubanos, por el otro, para matar a Kennedy) en el Caribe, en cambio, especialmente entre los seguidores de la religión africana famosa por convertir a los muertos en zombis, nadie duda de que el magnicidio más impactante del siglo XX haya sido obra de la maldición de Duvalier.
Conocido como Papa Doc, el dictador haitiano fue a la vez médico, líder fascista y Baron Samedi; es decir, un sacerdote vudú, la encarnación de un espíritu que media entre la vida y la muerte y que suele vestir frac negro, sombrero de copa, lentes oscuros y algodones en la fosas nasales (como un cadáver listo para su entierro).
Duvalier hablaba y vestía como un Baron Samedi (sus discursos eran pronunciados con tono nasal, usaba sombrero y gafas de marco negro) y hacía gala de sus poderes sobrenaturales frente las masas haitianas, culto a la personalidad que le permitió perpetuarse en el poder desde 1957 hasta su muerte en 1971, cuando la monarquía que había fundado le permitió a su hijo, Jean-Claude Duvalier o Baby Doc, de entonces 19 años, sucederlo en lo más alto del poder autocrático en la isla caribeña compartida con la República Dominicana.
Duvalier, un científico fascista con espíritu religioso
Pero Duvalier no era un delirante, sino un perverso. Hijo de una familia humilde de agricultores martiniquenses, nació en Puerto Príncipe en 1907, y desde temprano se reveló sagaz, inteligente y manipulador, capacidad que lo llevó a la Universidad de Haití donde cursó medicina y se destacó en el estudio de las enfermedades infecciosas tropicales como el tifus y la malaria.
Durante sus años dedicados al conocimiento científico de la salud y la cultura haitiana, Duvalier trabajó a la par del eminente etnólogo Lorimer Denis, con quien publicó en coautoría varios libros sobre temas políticos, sociológicos y religiosos, como Los problemas de las generaciones en Haití (1940), Evolución estadual del Vudú (1944) y Problemas de clases a la través de la historia de Haití (1948).
Con esos pergaminos fue nombrado director general del Servicio Sanitario Nacional y, en 1949, Ministro de Sanidad y de Trabajo. Cuentan que cuando los haitianos se curaban gracias a los medicamentos, el ministro abandonaba la actitud cientificista y encarnaba al brujo Samedi: la cura no había acontecido por la ciencia, sino por la magia y la religión.
El conocimiento profundo de la cultura religiosa haitiana, originaria de Benin, el lugar desde donde Francia capturaba a los esclavos africanos que fueron a parar a las plantaciones de Santo Domingo, como se conocía Haití en la época colonial, le permitió a Duvalier manipular voluntades, ejercer el terrorismo de Estado y saquear al país para el beneficio familiar.
Cuando fue elegido presidente en octubre de 1957, en las primeras y únicas elecciones en las que resultó electo sin fraude, Papa Doc enarboló al vudú no sólo como una religión oficial sino como una política de Estado.
El culto conocido en el cine por el sacrificio de animales, la manipulación de muñecos, los bailes estrafalarios y la vivificación de los muertos para eclavizarlos (zombis), mediante el uso de pócimas tóxicas y conjuros, ya era célebre en las novelas fantasiosas escritas por diplomáticos británicos y agregados estadounidenses, pero nunca se reveló tan real y hegemónico como en los tiempos de Duvalier, quien empleó este supuesto poder sobrenatural del vudú para instaurar una dictadura de corte fascista y crear una milicia paramilitar que cometía torturas y asesinatos de opositores políticos, llamada Tontons-Macoutes, a cuyos integrantes se les adjudican las más horribles ejecuciones públicas y la desaparición de miles de personas.
Duvalier, Fidel Castro y Kennedy
Cuando Fidel Castro declara el carácter socialista de la Revolución Cubana, en 1961, después del fracaso de la invasión mercenaria en Bahía de los Cochinos, impulsada por Estados Unidos, el Caribe se presenta como una pieza clave en el escenario de la Guerra Fría, hecho que se comprueba con el descubrimiento de armas nucleares soviéticas en Cuba: la crisis de los misiles. En ese contexto, Duvalier se acerca a los Estados Unidos.
Haití necesitaba rutas y aeropuertos (o al menos una autopista y un aeropuerto bien hechos, en un país donde el 60 % de los habitantes viven en la extrema pobreza). Los estadounidenses parecían dispuestos a ayudarlo, generosidad que Duvalier retribuye agradeciéndoles en un acto público en el Palacio Nacional.
Pero la ayuda nunca llegó y, todavía más, Kennedy comenzó a financiar a la oposición del dictador.
Las denuncias por violaciones a los derechos humanos y corrupción en Haití eran escandalosas, y el país de la libertad no se podía permitir colaborar con una dictadura terrorista.
Enfurecido, Papa Doc le hizo un juramento al mandatario estadounidense y, durante los primeros días de noviembre de 1963, ocurrió un hecho que por lo inverosímil y surrealista no dejaba de ser verdadero.
Duvalier convocó nuevamente a las multitudes al Palacio Nacional. Encarnado en un Baron Samedi, mediante un ritual vudú, condenó a muerte a Kennedy por haber desairado al pueblo haitiano.
El primer país que abolió la esclavitud en América (1791), a la par de la efervescencia revolucionaria de Francia (1789), y que en los hechos inspiró en parte a las independencias sudamericanas que sobrevinieron durante el siglo XIX, no podía ser considerado como una república bananera. Durante el acto, Duvalier dijo que JFK moriría por el influjo vudú en el transcurso de los próximos diez días.
El 22 de noviembre de 1963, Kennedy paseaba junto con su esposa, Jacqueline Bouvier, durante un acto de campaña en Dallas, a bordo de un automóvil descapotable, como solía hacer y como había hecho, un mes atrás, junto al emperador rastafari Haile Selassie.
En ese momento, uno de los tres disparos ejecutados por el francotirador y ex marine Lee Harvey Oswald le descerrajó la cabeza al mandatario, que murió poco después, en una escena de terror vista por televisión en todo el mundo.
Cuenta Reymond Joseph, político, periodista y diplomático haitiano en Washington, que Duvalier siempre se jactó de ser el autor espiritual del magnicidio de Kennedy gracias a la magia vudú, que celebró la muerte del presidente demócrata con una fiesta en el Palacio Nacional y que los presentes brindaron con abundante bebida espumosa.
Tras la muerte de Kennedy, los Estados Unidos retomaron relaciones con el régimen de Duvalier, todavía más cuanto que, por aquellos tiempos de enfrentamiento bipolar con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), siempre era mejor una dictadura alineada con los intereses continentales antes que lidiar con un nuevo estado comunista en el Caribe.
A menos de un año del magnicidio, la figura de Duvalier se consolidó como un Dios terrenal por toda la isla, puesto que tenía el poder no solo sobre la vida y la muerte de los ciudadanos comunes sino también sobre el mismísimo destino del presidente de una potencia mundial.
Con todo el apoyo de las masas haitianas y de su pequeño gobierno totalitario, Papa Doc se autoproclamó presidente vitalicio, mediante un referéndum en junio de 1964, que además estipulaba el derecho a la sucesión familiar, convirtiendo a la segunda República de América en una monarquía del terror.
Una vez muerto de viejo, lo sucedió su hijo Baby Doc, quien gobernó Haití con un gabinete de “notables” previamente seleccionados por su papá que le permitió ejercer el cargo con tranquilidad entre fiestas y derroches millonarios.
Baby Doc fue derrocado en 1986 por militares rebeldes con apoyo estadounidense, y debió partir al exilio en Francia.
Dicen que durante esos días de insurrección, cuando el fin de la dictadura que había aterrorizado al país por casi treinta años era un hecho, el cuerpo de Papa Doc fue desenterrado de su tumba y chamuscado a palazos en un ritual vudú entre bailes estrafalarios, libaciones desenfrenadas con ron y humo de cigarro.
La ceremonia fue presidida por un hombre vestido con frac, sombrero y gafas negras.
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