Francisco: octavo año de papado, con las finanzas vaticanas como nuevo frente
La pandemia golpeó duramente los ingresos de la Iglesia en la peor crisis financiera de los tiempos recientes
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ROMA.– Sangre, sudor y lágrimas. Jorge Bergoglio celebra hoy el octavo aniversario de su elección como el 266º pontífice de la historia de la Iglesia en medio de la peor crisis financiera que se recuerde en tiempos recientes en el Vaticano.
Fiel reflejo de la transparencia que Francisco desde el principio quiso en las finanzas, la Santa Sede publicó este viernes los números de su presupuesto para 2021, que tuvo una dramática caída de ingresos, del 30%, por lo que deberá gastar 30 millones de euros de su reserva de donaciones para cubrir un déficit de 80 millones, provocado principalmente por la pandemia.
Es decir, deberá poner mano en el Óbolo de San Pedro, el fondo de dinero que se forma con las donaciones directas de los fieles recaudado en las parroquias de todo el mundo.
Según los datos publicados, en el presupuesto de 2021, que asciende a 310 millones –el menor de los últimos tiempos–, el gasto mayor corresponde a los 43 millones de euros que van al Departamento de Comunicación, que reúne los medios del Vaticano y en que trabajan unas 500 personas.
Luego vienen los 41 millones de euros que gastan las nunciaturas –las más de 140 embajadas de la Santa Sede en el mundo–; los 25 millones destinados a la Congregación de Evangelización de los Pueblos, que se ocupa de los territorios de misión, casi un tercio del total de las diócesis; nueve millones para la Biblioteca Vaticana –que es muy poco comparado con lo que recibe cualquier biblioteca de una universidad estadounidense–, seis millones para la Pontificia Universidad Lateranense y cuatro millones para el Archivo Vaticano.
También cuentan con presupuestos bastante exiguos el Departamento de Desarrollo Humano Integral (cinco millones), la Congregación para la Doctrina de la Fe (tres millones) y el Dicasterio de Laicos, Familia y Vida (dos millones).
Lo cierto es que, según destacó un informe de la Secretaría para la Economía, el superministerio de Economía del Vaticano, que dirige desde hace más de un año el jesuita español Juan Antonio Guerrero Alves, por primera vez el presupuesto de la Santa Sede es totalmente distinto de los anteriores.
No solo debido a las dificultades financieras causadas por la pandemia, sino también porque se elaboró a través de un proceso y una metodología nunca antes vistas en la Santa Sede, famosa por manejos oscuros, nepotismo y corruptelas en el manejo de dinero.
Esta vez, en efecto, se implementó un “zero based budget”, un presupuesto basado en cero, que tiene como objetivo la máxima transparencia a la hora de rendir cuentas de cada ente del Vaticano y, además, apunta a reducir gastos superficiales, evitables, es decir, a apretar el cinturón en tiempos de vacas flacas.
“Los gastos presupuestados para 2021 son los más bajos de la historia reciente de la Santa Sede, pero el ahorro se ha realizado sin disminuir el servicio a la misión del Papa y defendiendo los salarios y los puestos de trabajo de los empleados”, aclaró Guerrero Alves, en una entrevista con Vatican News, el portal del Vaticano, en la que recordó que la Santa Sede necesita el apoyo de los fieles.
Según los datos publicados, en el presupuesto de 2021, aprobado por el papa Francisco en febrero pasado, serán 260 millones los ingresos previstos. Estos provienen en su mayoría de dos tipos de rentas: 75 millones de alquiler de los edificios, departamentos y locales comerciales (unos 2000 en su mayoría en esta capital) y 22 millones de beneficios de inversiones financieras.
A estos ingresos “propios” se suman 17 millones de ingresos de facturación de actividades comerciales. Y luego, las donaciones y demás entregas de caridad de los fieles al Óbolo de San Pedro, los 21 millones donados por las diócesis, los 22 millones donados por el banco del Vaticano (IOR) y los 15 del Estado del Vaticano, provenientes de los ingresos de los museos, una de las gallinas de los huevos de oro, antes del coronavirus.
Debido a la pandemia, también las donaciones disminuyeron en forma abrupta: de 53 millones en 2019 a 47 en 2020 y se prevé otra caída en 2021.
De los 47 millones de 2020, irán a obras de caridad 17, mientras que los otros 30 se destinan a cubrir parte del déficit de la Santa Sede.
Guerrero Alves explicó que “la crisis provocada por la pandemia es la causa de este presupuesto restrictivo, en el que los ingresos previstos son muy inferiores a los de 2019, el último año sin pandemia. Entonces los ingresos fueron de 307 millones de euros y para este año esperamos un 30% menos, 213 millones”.
Precisó que la reducción total de gastos prevista es del 8%. “Si excluimos los gastos de personal, que no hemos reducido porque la protección de los puestos de trabajo y los salarios ha sido una prioridad, la reducción sería del 15%”, detalló.
“Proteger el empleo y los salarios ha sido una prioridad para nosotros hasta ahora. El Papa Francisco insiste en que ahorrar dinero no tiene por qué significar despedir empleados, es muy sensible a la difícil situación de las familias”, explicó.
“Un momento de desafío financiero no es un momento para rendirse, para tirar la toalla, no es un momento para ser ‘pragmático’, olvidando nuestros valores. Esto implica que, al menos a corto plazo, el 50% del gasto no es flexible”, indicó.
Guerrero Alves, que reemplazó al frente de la Secretaría para la Economía al cardenal australiano George Pell, destacó que la pandemia obligó este año a reducir muchísimos gastos por viajes, congresos, reuniones, consultorías. Pero también redujo gastos para ayudar a iglesias o familias en problemas graves. De hecho, dio cinco millones de euros para ayudar, a través de la red internacional de Cáritas, a las necesidades de las iglesias más desfavorecidas, “que se han vuelto más acuciantes”.
El funcionario admitió, por otro lado, que como el resto del mundo, también la Santa Sede intentó adaptarse y sacar cosas positivas de la “nueva normalidad”.
“El año pasado, por ejemplo, gracias a las numerosas reuniones por videoconferencia, se ahorró mucho. La nueva situación desarrolló la creatividad y nos hizo aprender. Por otro lado, nos hizo progresar en eficiencia, hacer más con menos, ahorrar. Mejorar la transparencia para que los fieles sepan qué se hace con sus donaciones”, contó.
Porque “si esto se prolonga demasiado, no podremos contener el déficit si no es con el apoyo de los fieles”, advirtió.
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