Francisco en Irak: cómo fue el viaje a bordo del avión papal
Hubo medidas extraordinarias a raíz de la pandemia del coronavirus; “voy a tratar de respetar las medidas sanitarias”, dijo el Papa
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A BORDO DEL VUELO PAPAL.- El aeropuerto de Fiumicino tiene un aspecto fantasmal. No es por la hora, 5 de la mañana. Es por la pandemia del coronavirus que ha paralizado al mundo. En un aeropuerto que parece salido de una película de terror, vacío, los vuelos de la pizarra se cuentan con los dedos de una mano. Entre ellos salta a la vista el AZ 4000 de Alitalia con rumbo a Bagdad. Un vuelo especial que lleva por primera vez a un pontífice a Irak, el primero de Francisco después de 15 meses bloqueado en el Vaticano.
En la única puerta de entrada al aeropuerto, la número 5, un dispositivo electrónico controla la temperatura de quienes entran. Adentro, hay carteles y vallas que indican por dónde hay que caminar. Desde un altavoz, en italiano e inglés una voz indica que hay que mantener distancia de seguridad. Recuerdo que la última vez que subí en avión, en tiempos anteriores a la pandemia, fue para ir a Israel para cubrir la primera visita internacional de Alberto Fernández, a fines de febrero del año pasado. Ya se hablaba de coronavirus, pero como algo lejano. Recuerdo que al volver a Roma me llamaron la atención los primeros pasajeros con barbijo.
Ahora no hay nadie sin tapabocas. La azafata de Alitalia que hace el check-in sonríe con los ojos, desde atrás de un vidrio. Al entregar la tarjeta de embarque advierte que hay solo un bar abierto. Allí iremos a tomar el último cappuccino.
Los controles de seguridad son rapidísimos. No hay nadie. Los 74 periodistas de 15 nacionalidades que acompañamos al Papa fuimos vacunados. Pero antes de los controles de embarque nuevamente pasamos por un aparato electrónico que controla la temperatura.
Son las 6 y empieza a amanecer cuando nos subirnos al avión. A diferencia de otros jefes de Estado, el Papa no tiene avión propio. Es Alitalia que suele llevarlo de ida, en un Airbus 330 acondicionado para la ocasión. Al margen de llevar un escudo del Vaticano en el fuselaje, adentro hay apoya-cabezas con el escudo de Jorge Bergoglio, Miserando Atque Eligendo (lo miró con misericordia y lo eligió). El escudo también figura en el programa de vuelo que nos entregan, donde hay un mapa y figura el menú -desayuno y almuerzo- que tendremos en las 4 horas 30 de vuelo hasta Bagdad, un trayecto de 3338 kilómetros.
Los periodistas viajamos en la parte trasera. Un asistente de vuelo nos entrega una bolsa de plástico para poner camperas y sobretodos en los compartimentos superiores. Otra novedad de la pandemia. A la espera del Papa -que llega pasadas las 7 de la mañana y es despedido por el flamante primer ministro, Mario Draghi-, nos ofrecen una bolsita de plástico con un jugo y un cornetto y un beauty, siempre muy útil.
Una hora después del despegue, como siempre el Papa se acerca a la parte trasera para saludar a los periodistas. Con sus trípodes, camarógrafos, fotógrafos y reporteros se preparan para disparar. Y todo será totalmente distinto a lo que sucedía antes de la pandemia. “Cuando llega el Papa todo el mundo tiene que estar sentado. Todos sentados por favor”, indica Salvatore Scolozzi, funcionario de la Sala de Prensa que coordina a los periodistas, tarea nada fácil.
Aunque en el pasado causó polémicas por no tenerlo, esta vez el Papa llega a la parte trasera con un tapabocas blanco como su hábito. “Pasaron 15 meses desde el último vuelo papal y, como se puede observar, han cambiado las costumbres, debemos respetar las medidas sanitarias”, dice el vocero papal, Matteo Bruni.
Un viaje “emblemático”
Francisco se quita el barbijo solo para hablar unos minutos. Con micrófono en mano, asegura que está contento de haber vuelto a viajar y define este viaje como “emblemático”. Reitera que para él era “un deber” visitar Irak, una tierra durante tantos años “martirizada” y, como siempre, agradece la presencia del los periodistas en un viaje a todas luces intenso y riesgoso.
“Voy a tratar de respetar las medidas sanitarias y la recomendación de no darles la mano a cada uno”, anuncia Francisco, que vuelve a colocarse el barbijo.
Y comienza un recorrido de al menos 20 minutos, para saludar, uno por uno, a la distancia, a todos. Aunque hay apretones de manos, ni abrazos, ni besos, como en otras ocasiones, Francisco se detiene a charlas, hace chistes, recibe regalos, cartas, libros, bendice fotos. También tiene palabras de consuelos para algunos que aprovechan para contarle un drama personal, como la muerte de un ser querido por Covid-19.
Yo estoy en la fila del fondo, a la izquierda. Cuando el Papa me ve a los gestos expresa cariño. Le digo que el beso es virtual esta vez. Le traslado los saludos de mis hijos, Juan Pablo y Carolina, y él me preguntó con quién se quedarían en estos días. Le cuento que como Juan Pablo se engripó, el lunes sufrí un momento de gran estrés: temí que fuera Covid-19 hasta que se hiciera un hisopado, que le dio negativo. No me quería perder este viaje a Irak -país que conocí durante la invasión y caída de Saddam Hussein en 2003-, el primero en plena pandemia.
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