Francisco denunció la corrupción y admitió que también existe en el Vaticano
En su despedida de Kenya y ante miles de fieles, subrayó que ninguna institución está a salvo de ese flagelo
NAIROBI.- "No sólo en la política, en todas las instituciones, incluso en el Vaticano, hay casos de corrupción. La corrupción es algo que se nos mete adentro. Es como el azúcar, es dulce, nos gusta, es fácil y después terminamos mal y terminamos diabéticos o nuestro país termina diabético."
Con acento porteño y mucha pasión, el Papa lanzó ayer, en el cierre de su visita a Kenya, una nueva arremetida contra este flagelo que sacude con fuerza varios países de África y de otras partes del mundo e incluso al propio Vaticano.
Aunque no es la primera vez que el Papa fustiga este "cáncer" que considera peor que un pecado, llamó la atención que subrayara que "hay casos de corrupción" en la sede de la Iglesia. Todavía es muy reciente el escándalo por el denominado VatiLeaks II, que determinó arrestos y el comienzo de un juicio penal bajo la cúpula de San Pedro debido a la filtración de documentos reservados.
Esos documentos, pedidos por Francisco no bien asumió, para tener una fotografía de la situación económico-financiera y hacer limpieza, terminaron en dos libros, Vía Crucis y Avaricia. Publicados en todo el mundo, los textos dejaron al descubierto justamente la corrupción, el nepotismo y otros males en el mismo centro del poder de la Iglesia.
Francisco evidentemente quiso lanzar dardos a algunos prelados de la curia romana. Y no quiso dejar de destacar que, incluso en lo que debería ser un poder espiritual, nadie es inmune a la tentación del dinero.
"Cada vez que aceptamos una coima y la metemos en el bolsillo destruimos nuestro corazón, destruimos nuestra personalidad y destruimos nuestra patria. ¡Por favor no le tomen el gusto a ese azúcar que se llama corrupción!", clamó ante 70.000 jóvenes congregados en el estadio Kasarani de esta ciudad.
Allí lo escuchaba en primera fila el presidente Uhuru Kenyatta, que bailó e hizo el igue ("la ola", en swahili) junto a cientos miles de jóvenes antes de que llegara Francisco y de-satara la euforia.
Como ya hizo en otras oportunidades, el Papa no leyó el discurso que tenía preparado. Cuando dos jóvenes que dieron su testimonio le plantearon preguntas sobre diversos desafíos de Kenya -entre ellos, la corrupción-, Jorge Bergoglio contestó en su idioma materno, lo que mejor le sale, mientras el maltés Mark Myles, ya acostumbrado, hacía una traducción simultánea.
"Si no querés corrupción en tu corazón, en tu vida, en tu patria, ¡empezá vos! ¡Si no empezás vos, tampoco va a empezar el vecino!", arengó Francisco, que habló con pasión. "La corrupción nos roba la alegría, nos roba la paz. La persona corrupta no vive en paz", agregó. Y contó luego una anécdota de su pasado en Buenos Aires.
"Una vez en mi ciudad murió un hombre que todos sabían que era corrupto. Yo pregunté unos días después : «¿Cómo fue el funeral?». Y una señora con mucho buen humor me contestó: «Padre, no podían cerrar el cajón porque se quería llevar toda la plata que se había robado»", recordó, y conquistó a la multitud presente, que no paraba de aplaudirlo.
"Lo que robás con la corrupción va a quedar acá y lo va a usar otro", resumió.
"Un camino de muerte"
Recordó luego a los "heridos" que deja la corrupción, como los chicos enfermos o con hambre "porque el dinero que era para ellos te lo quedaste vos", denunció. "¡Chicos y chicas, la corrupción no es un camino de vida, es un camino de muerte!", clamó.
Condenó, por otra parte, el tribalismo, otro grave problema en África, que "destruye la nación". "El tribalismo es un trabajo de todos los días y sólo se vence con el oído, porque hay que escuchar y dialogar con el otro, con el corazón, abrir el corazón al otro, y con la mano, hay que darse la mano el uno con el otro", explicó.
En ese momento, ante su pedido, todo el mundo presente en el estadio se tomó las manos y las levantó formando una inmensa cadena. Todo un símbolo en un país como Kenya, donde conviven 42 comunidades étnicas, fenómeno que se repite también en varios otros países del continente.
Contra la marginación urbana
La última jornada en Kenya había empezado en la villa miseria de Kangemi, una de las tantas de Nairobi, rodeada de zonas residenciales y con 100.000 personas que viven sin servicios básicos. Allí, en un discurso de fuerte contenido social en una parroquia de padres jesuitas, al margen de aclarar que se sentía en casa, denunció con fuerza "la atroz injusticia de la marginación urbana".
"Son las heridas provocadas por minorías que concentran el poder, la riqueza, y derrochan con egoísmo, mientras crecientes mayorías deben refugiarse en periferias abandonadas, contaminadas, descartadas", acusó.
Señaló el grave problema de la falta de acceso a infraestructuras y servicios básicos -baños, alcantarillas, desagües, recolección de residuos, luz, caminos, escuelas, hospitales, centros recreativos- y reivindicó el derecho al acceso al agua potable. "La deuda social, la deuda ambiental con los pobres de las ciudades se paga haciendo efectivo el derecho sagrado a las tres T: tierra, techo y trabajo. No es filantropía, es una obligación detodos", sentenció.
Dichas en Nairobi, una ciudad de más de cuatro millones de habitantes donde la brecha entre ricos y pobres es inmensa y donde la clase media y alta vive encerrada en elegantes barrios custodiados por guardias y rodeados de alambres de púas, sus palabras fueron otra puñalada al sistema.
Corrupción y pobreza, los ejes del discurso
"No sólo en la política, en todas las instituciones, incluso en el Vaticano, hay casos de corrupción"
"La deuda social, la deuda ambiental con los pobres de las ciudades se paga haciendo efectivo el derecho sagrado a las tres T: tierra, techo y trabajo"
"Cada vez que aceptamos una coima y la metemos en el bolsillo, destruimos nuestro corazón, destruimos nuestra personalidad y nuestra patria"
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