Francisco de Asís, el santo modesto que inspiró a Bergoglio
Su vida, regida por la defensa de los más pobres, es un modelo para los cristianos
ROMA.– "Comienza por hacer lo necesario, después lo que te sea posible y así realizarás lo imposible sin darte cuenta", solía predicar San Francisco de Asís, ese símbolo de la humildad y la modestia, fundador de la orden de los franciscanos y reconocido en el mundo como el defensor de los pobres.
Esa frase y la trayectoria del "santo de los pobres" explica las razones que indujeron a Jorge Mario Bergoglio a escoger el nombre de Francisco cuando los otros 114 cardenales lo eligieron como 266° pontífice de la Iglesia. En los últimos días, el Papa explicó por qué motivos decidió colocarse bajo la advocación de San Francisco de Asís: por su defensa de los pobres y porque es símbolo de la paz, que son los dos aspectos sobresalientes de su vida.
Cuando nació, en 1182, su madre quería llamarlo Juan. Pero su padre, de regreso de un viaje a Francia, decidió llamarlo Francisco (francés). Tan grande fue su notoriedad durante su vida, que incluso terminó perdiendo su apellido, Bernardone. Se transformó en Francisco de Asís, poniendo en el mapa a la pequeña ciudad del centro de Italia que lo vio nacer. Aún hoy su nombre evoca un arte de vivir y una forma especial de ser cristiano. Francisco favoreció el renacimiento de la vida evangélica en la dura historia de los hombres.
Gracias a su padre, un rico comerciante, descubrió de muy joven el valor del dinero. Pero lo usó más para satisfacer sus propios placeres que para responder a las necesidades de la multitud de pobres que inundaban las calles de su ciudad natal. Llegó incluso a dejarse llevar por un repentino deseo de promoción social y, soñando con ser caballero, se alistó en el ejército. Su sueño concluyó cuando cayó gravemente enfermo y fue encerrado en una prisión, junto con sus compañeros de aventura.
Dicen que regresó a Asís diferente, maduro. Y que fue entonces cuando descubrió la bondad de Dios. Sus ojos se abrieron y fue capaz de ver el mundo de otra manera. La nueva sociedad, que se pretendía libre e igualitaria, también tenía sus excluidos: los pobres, los leprosos, los simples.
Un pasaje del Evangelio terminó por darle la respuesta definitiva: debía pasar su existencia amando a toda la creación. Entonces transformó su vida: rompió con su familia, hizo votos de pobreza y se lanzó a los caminos. Despojándose de su camisa, de sus alforjas y de su manto, los entregó a su padre diciéndole: "Hasta ahora he sido el hijo de Pedro Bernardone. De hoy en adelante podré decir: «Padre nuestro que estás en los cielos»".
El obispo de Asís le regaló el vestido de uno de sus trabajadores del campo: una sencilla túnica, de tela ordinaria, amarrada en la cintura con un cordón. Francisco trazó sobre ella una cruz con tiza y la usó durante el resto de su vida. Ése sería después el hábito de sus religiosos: el vestido de un campesino pobre, de un sencillo obrero. Desde entonces, reparó iglesias en ruinas, curó leprosos y comenzó a anunciar a quien quisiera oírlo las tres famosas palabras que resumen la primera epístola de San Juan: "Dios es amor".
Dicen que tenía la rara cualidad de hacerse querer por los animales. Que las golondrinas lo seguían en bandadas formando una cruz sobre su cabeza y que un lobo feroz obedeció cuando el santo le pidió que dejara de atacar a la gente. Por eso también se lo reconoce como el santo patrono de los animales.
En 1209 viajó a Roma, para pedir al papa Inocencio III que aprobara su deseo de vivir según las Escrituras. Y, poco tiempo después, se transformó en guía de una multitud de hombres y mujeres que descubrieron a su lado la felicidad de vivir según los preceptos de Dios y las alegrías de la fraternidad.
Ésa es la clave de la vida de este personaje tan singular: la fraternidad. Respetuoso de cada uno, jamás ejercerá ningún poder sobre nadie o hará diferencias entre pobres y ricos, débiles y poderosos. Su mensaje fue siempre la paz.
Francisco inspira también a los no violentos por su profundo respeto del ser humano y por su fe en el diálogo. Esas dos virtudes fueron determinantes para que las instancias políticas seculares lo convirtieran también en patrono de Italia y de Europa.
Sin imaginarlo, reparando iglesias, Francisco se preparaba a restaurar la Iglesia. Aunque por discreción nunca hizo alusión a ese aspecto, es posible que, salvando todas las diferencias, el papa Francisco tal vez haya sentido el mismo mandato celestial cuando lo eligieron para ocupar el trono de Pedro.
Confianza
La intuición fundamental de San Francisco de Asís fue confiar en esa institución en ruinas. Creyó en su renovación gracias a su conversión personal, tuvo esperanza en su evolución colectiva. Su relación con la Iglesia fue de diálogo, pero también de convicción, de creatividad sin ruptura. Creó una dinámica que consiguió dar una nueva cara a aquella Iglesia adormecida.
Cuando murió, a los 44 años, dejó fundada la comunidad de franciscanos y la de hermanas clarisas, contribuyendo a extender la religión católica por el mundo. Hoy, los seguidores de San Francisco son el grupo religioso más numeroso que existe en el seno de la Iglesia.
En 1228, dos años después de su muerte, fue canonizado por el papa Clemente IX, que destacó en él a un hombre cuyas virtudes deberían ser ejemplo para todos.
Desde el siglo XIII, miles de hombres y mujeres siguen sus pasos, inspirados por su estilo de vida. Ésa y la reciente decisión del nuevo papa de adoptar su nombre son la mejor prueba de que, 800 años después de su muerte, Francisco de Asís sigue teniendo algo importante para decir a las sociedades contemporáneas.
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