Francia vs. Marruecos, una semifinal de alto voltaje político y social
Los marroquíes son el segundo mayor grupo migratorio en territorio francés; la tensión entre ambos países creció desde que París redujo la concesión de visas a ciudadanos del Magreb
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PARÍS.– Gane quien gane hoy, la semifinal entre Francia y Marruecos quedará sin duda en la historia. Ese duelo “entre hermanos”, entre los Bleus franceses y los Lions marroquíes, no solo representa una suerte de revancha de los países desfavorecidos ante la expotencia colonial. La calificación del reino alauita, que se ha transformado en orgullo en todo el mundo árabe, se produce en un contexto de tensiones diplomáticas entre París y Rabat.
Francia dispuso hoy un masivo operativo de seguridad. Unos 10.000 policías se movilizarán en todo el país, de los cuales 5000 estarán destinados en la región de Ile-de-France (alrededores de París) y unos 2200 en la capital, el doble del personal de seguridad que para partidos anteriores de la Copa del Mundo, dijo el ministro del Interior, Gerald Darmanin.
“Nuestros amigos marroquíes, al igual que los simpatizantes franceses, son bienvenidos a organizar una fiesta y nuestro trabajo no es impedirles que festejen... pero esto tendrá que hacerse bajo buenas condiciones de seguridad”, dijo Darmanin.
Aun cuando las autoridades francesas hayan decidido desplegar 10.000 policías en todo el país en previsión de posibles desmanes, como ocurrió tras el partido entre Marruecos y Portugal, la semifinal de hoy no inspira la misma inquietud que si se tratara de un Francia-Argelia.
“Con los marroquíes, la relación es menos áspera. Ninguno de los cinco partidos precedentes entre ambos provocó la menor dificultad”, dice una fuente del Ministerio del Interior.
Es que el pasivo histórico no es el mismo. Si bien la independencia de Marruecos, obtenida en 1956 tras 44 años de protectorado, estuvo acompañada de violencia, ninguna comparación es posible con la interminable y mortífera guerra de Argelia (1954-1962), cuya memoria sigue sangrando.
Después del 56, los marroquíes no se detuvieron demasiado en el legado colonial antes de lanzarse en la construcción de una independencia que Hasan II, proclamado rey en marzo de 1961 a la muerte de su padre, Mohamed V, inscribió en la órbita estratégica de Francia y Occidente. La relación entre Rabat y París prosperó, de la mano de un muy influyente lobby promarroquí en Francia, a medida que los intereses se mezclaban en ambos lados del Mediterráneo. Tanto, que Marruecos fue con frecuencia presentado como el modelo de la llamada “Françafrique” (Franciáfrica), incluso denunciada por Argelia –su hermano enemigo regional– como una colonia francesa residual.
Pero los tiempos cambian y en los últimos años se produjo un deterioro de la relación bilateral, origen de un verdadero desamor. El malestar se cristalizó cuando París decidió imponer una drástica reducción del otorgamiento de visas a los ciudadanos de los países del Magreb, una medida de represalia frente a la mala voluntad de las autoridades consulares de esos Estados para recibir a sus propios migrantes en situación irregular en suelo francés.
Aun cuando, en realidad, el objetivo francés de rechazar el 50% de esas solicitudes nunca superó el 35% –cuando lo normal siempre había sido en torno al 15%–, el endurecimiento indignó a los marroquíes, mucho más que a otros países de la región.
Unilateral
De la noche a la mañana, cantidad de cuadros marroquíes tuvieron que dejar de viajar por razones profesionales, mientras centenares de familias no conseguían visitar a sus parientes miembros de la multitudinaria diáspora. Con 6,7 millones de personas –11% de la población total–, los marroquíes representan la segunda comunidad de origen extranjero en Francia después de Argelia (12%).
Esa decisión unilateral –pues los franceses siguen entrando libremente a Marruecos– adquirió dimensión emocional, exasperando cuestiones preexistentes. En Francia, las sospechas de espionaje marroquí con el programa israelí Pegasus, así como las prácticas de “entrismo” en los círculos del poder francés, hicieron mella en la percepción de la lealtad marroquí. En tanto en Rabat, aumentó la frustración provocada por una posición francesa juzgada “ambigua” sobre el Sahara occidental, excolonia española que el reino alauita –que controla el 80% del territorio desde 1976– reivindica.
Marruecos quisiera que París reconozca oficialmente la soberanía marroquí de esa tierra disputada con los saharauis independentistas del Frente Polisario. Un ejercicio extremadamente difícil para el presidente Emmanuel Macron, quien, desde su llegada al poder, inició la tarea de reanudar su relación con Argelia, en nombre de la reconciliación histórica.
VIDÉO - Mondial 2022: Violents incidents sur les Champs-Élysées avant Maroc-France (10/11 décembre 2022, Paris) #MARPOR #ANGFRA
— Clément Lanot (@ClementLanot) December 11, 2022
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Otros dos obstáculos se agregaron a la crispación. Por un lado, el endurecimiento de Rabat después del “deal” de Donald Trump en 2020 mediante el cual reconoció la “marrocanidad” del Sahara occidental a cambio de la normalización diplomática con Israel. Por el otro, la guerra en Ucrania, que lanzó a Europa en una desenfrenada búsqueda de substitutos al gas ruso y aumentó en París la inclinación proargelina, otro gigante de los hidrocarburos.
Para evitar una mayor fractura, el día después de la semifinal, la ministra de Relaciones Exteriores francesa, Catherine Colonna, aterrizará en Rabat para preparar una visita de presidente Macron a ese país. París considera que el riesgo de un divorcio silencioso aumenta a medida que la multipolarización del planeta amplía el espectro de las afinidades alternativas.
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