Finlandia es desde hace seis años el país más feliz del mundo, pero los finlandeses no están muy de acuerdo
El país es líder de un ranking que elabora anualmente la ONU, pero entrevistas individuales muestran una realidad más compleja
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KOKKOLA.- El 20 de marzo, la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas publicó su Informe anual sobre la Felicidad en el Mundo, que califica el bienestar de los países. Por sexto año consecutivo, Finlandia ocupó el primer puesto.
Pero los propios finlandeses dicen que la clasificación apunta a una realidad más compleja.
“Yo no diría que somos muy felices”, afirma Nina Hansen, de 58 años, profesora de inglés en un instituto de Kokkola, una ciudad de la costa occidental de Finlandia. “De hecho, desconfío un poco de esa palabra”.
Hansen fue una de las finlandesas y finlandeses con los que The New York Times habló –entre ellos un inmigrante zimbabuense, un violinista, un ex atleta olímpico y un granjero jubilado– sobre lo que, supuestamente, hace tan feliz a Finlandia. La edad de los encuestados oscilaba entre los 13 y los 88 años y representaban una gran variedad de géneros, orientaciones sexuales, orígenes étnicos y profesiones. Procedían tanto de Kokkola como de la capital, Helsinki; Turku, ciudad de la costa suroccidental; y tres pueblos del sur, este y oeste de Finlandia.
Aunque elogiaban la sólida red de seguridad social de Finlandia y hablaban maravillas de los beneficios psicológicos de la naturaleza, también hablaban de culpa, ansiedad y soledad. En lugar de “felices”, eran más propensos a caracterizar a los finlandeses como “bastante sombríos”, “un poco malhumorados” o “poco dados a sonreír innecesariamente”.
Muchos compartían también la preocupación por las amenazas a su modo de vida, como el posible triunfo de un partido de extrema derecha en las elecciones del domingo, la guerra en Ucrania y la tensa relación con Rusia, que podría empeorar ahora que Finlandia se dispone a entrar en la OTAN.
Resulta que ni siquiera las personas más felices del mundo lo son tanto. Más bien están contentos.
Según Arto O. Salonen, profesor de la Universidad de Finlandia Oriental que ha investigado el bienestar en la sociedad finlandesa, los finlandeses se sienten satisfechos de llevar una vida sostenible y perciben el éxito económico como la capacidad de identificar y satisfacer las necesidades básicas.
“En otras palabras”, escribió en un correo electrónico, “cuando sabes lo que es suficiente, eres feliz”.
Una red de seguridad
“‘Felicidad’: a veces es una palabra ligera y se usa como si fuera sólo una sonrisa en la cara”, dice Teemu Kiiski, Director General de Finnish Design Shop. “Pero creo que esta felicidad nórdica es algo más fundacional”.
La alta calidad de vida en Finlandia está profundamente arraigada en el sistema de bienestar del país, afirma Kiiski, de 47 años y residente en Turku. “Hace que la gente se sienta segura y protegida al no quedar al margen de la sociedad”.
La financiación pública de la educación y las artes, incluidas las becas individuales para artistas, da a personas como su mujer, Hertta Kiiski, de 49 años, artista de técnica mixta, la libertad de perseguir sus pasiones creativas. “También influye en el tipo de trabajo que hacemos, porque no tenemos que pensar en el valor comercial del arte”, afirma Hertta Kiiski. “Así que lo que hacen muchos de los artistas aquí es muy experimental”.
Aislamiento
Como persona negra en Finlandia –país que es blanco en más de un 90%–, Jani Toivola, de 45 años, pasó gran parte de su vida sintiéndose aislado. “Creo que con demasiada frecuencia, como homosexual negro en Finlandia, sigues sintiendo que eres la única persona en la habitación”, afirma Toivola. Su padre, de origen keniano, estuvo ausente durante gran parte de su vida, y Toivola, cuya madre es blanca, luchó por encontrar modelos negros con los que pudiera identificarse.
En 2011, se convirtió en el primer miembro negro del Parlamento de Finlandia, donde ayudó a liderar la lucha por la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo.
Tras dos legislaturas, Toivola dejó la política para dedicarse a la interpretación, la danza y la escritura. Ahora vive en Helsinki con su marido y su hija, y sigue defendiendo los derechos del colectivo LGBTQ+ en Finlandia. “Como gay, sigo pensando que es un milagro poder ver crecer a mi hija”, afirma.
Los adolescentes educados para ser felices
La creencia generalizada es que es más fácil ser feliz en un país como Finlandia, donde el gobierno garantiza una base segura sobre la que construir una vida plena y un futuro prometedor. Pero esa expectativa también puede crear presión para estar a la altura de la reputación nacional.
“Somos muy privilegiados y conocemos nuestros privilegios”, dice Clara Paasimaki, de 19 años, una de las estudiantes de Hansen en Kokkola, “por eso también nos da miedo decir que estamos descontentos con algo, porque sabemos que lo tenemos mucho mejor que otras personas”, especialmente en países no nórdicos.
Frank Martela, investigador en psicología de la Universidad de Aalto, se mostró de acuerdo con la valoración de Paasimaki. “El hecho de que Finlandia haya sido ‘el país más feliz de la Tierra’ durante seis años seguidos podría empezar a ejercer presión sobre la gente”, escribió en un correo electrónico. “Si los finlandeses somos todos tan felices, ¿por qué yo no lo soy?”.
Y continuó: “En ese sentido, dejar de ser el país más feliz podría ser bueno para la felicidad a largo plazo de Finlandia”.
El estilo de vida finlandés se resume en “sisu”, un rasgo que se dice que forma parte del carácter nacional. La palabra se traduce más o menos como “firme determinación ante las dificultades”, como los largos inviernos del país: Incluso en la adversidad, un finlandés debe perseverar sin quejarse.
“Antiguamente, cuando no era tan fácil sobrevivir al invierno, la gente tenía que luchar, y así se ha ido transmitiendo de generación en generación”, explica Matías From, de 18 años, compañero de clase de Paasimaki. “Nuestros padres eran así. Nuestros abuelos eran así. Duros y sin preocuparse por todo. Simplemente viviendo la vida”.
Extrañando la alegría de la tierra natal
Desde que emigró de Zimbabue en 1992, Julia Wilson-Hangasmaa, de 59 años, ha llegado a apreciar la libertad que ofrece Finlandia a la gente para perseguir sus sueños sin preocuparse por cubrir las necesidades básicas. Profesora jubilada, ahora dirige su propia consultora en Vaaksy, un pueblo al noreste de Helsinki.
Pero también ha observado el aumento del sentimiento antiinmigración, exacerbado por la crisis migratoria de 2015, y le preocupa la sostenibilidad de la alta calidad de vida en Finlandia. “Si tenemos actitudes del tipo ‘Finlandia es para los finlandeses’, ¿quién cuidará de nosotros cuando seamos ancianos?”, dijo, refiriéndose a un eslogan común de la derecha. “¿Quién conducirá el camión que lleva la comida al supermercado para que puedas ir a comprar?”.
Cuando regresa a su país natal, le impresiona la “buena energía” que proviene no de la satisfacción del sisu, sino de la alegría exuberante.
“Lo que más echo de menos, me doy cuenta al entrar en Zimbabue, son las sonrisas”, dice, entre “esa gente que no tiene mucho, comparado con los estándares occidentales, pero que es rica de espíritu”.
Oportunidades
Tuomo Puutio, de 74 años, empezó a trabajar a los 15 y mantuvo a su familia durante décadas como ganadero y lechero. Gracias al sistema escolar finlandés, que incluye educación musical para todos los niños, su hija Marjukka Puutio, de 47 años, pudo perseguir su sueño de una carrera musical más allá de su pueblo.
“Tienes la oportunidad de ser violonchelista, aunque seas la hija de un granjero”, afirma.
La música es una fuente de bienestar para muchos finlandeses, muchos de los cuales cantan en coros, aprenden instrumentos o asisten regularmente a conciertos, especialmente durante los largos y oscuros inviernos del país. Pero a Marjukka Puutio le preocupa que estas oportunidades no estén al alcance de las generaciones futuras: Finlandia celebrará elecciones parlamentarias el domingo, y el Partido Finlandés de extrema derecha, que obtuvo el segundo mayor número de escaños en 2019, ha prometido recortar la financiación de las artes si consigue una coalición mayoritaria este año.
“La música, que me apasiona, crea una mentalidad en la que puedes enfrentarte a tus sentimientos y miedos internos”, dijo Puutio, que ahora dirige una orquesta. “Toca partes de nuestra alma a las que de otro modo no podríamos llegar. Y eso tendrá un efecto a largo plazo en la vida de las personas, si nos arrebatan estas experiencias”.
El rol de la naturaleza
Muchos de los entrevistados citaron la abundancia de naturaleza como crucial para la felicidad finlandesa: Casi el 75% de Finlandia está cubierto de bosques, y todos ellos están abiertos a todo el mundo, gracias a una ley conocida como “jokamiehen oikeudet”, o “derecho de todos”, que da derecho a vagar libremente por cualquier zona natural, en terrenos públicos o privados.
“Disfruto de la paz y el movimiento en la naturaleza”, afirma Helina Marjamaa, de 66 años, antigua atleta que representó a su país en los Juegos Olímpicos de 1980 y 1984. “Ahí es donde recupero fuerzas. Los pájaros cantan, la nieve se derrite y la naturaleza cobra vida. Es increíblemente hermoso”.
Su hija Mimmi, profesora de danza y terapeuta sexual, se comprometió recientemente con su novia. Mimmi, de 36 años, dice que le anima la apertura y la comprensión más profunda del género y la sexualidad que ve en la próxima generación.
“Muchos adolescentes ya se muestran tal como son”, subrayó. Como adultos, “tenemos que fomentarlo”.
Preocupación por el cambio climático
Los tesoros naturales de Finlandia, cerca de un tercio de los cuales se encuentran por encima del Círculo Polar Ártico, son especialmente vulnerables a los efectos de la crisis climática. Al igual que Marjukka Puutio, Tuomas Rounakari, de 46 años, antiguo miembro del grupo de folk metal Korpiklaani, está preocupado por la creciente popularidad de grupos como el Partido Finlandés y las políticas anticlimáticas que han defendido.
“Me preocupa el nivel de ignorancia que tenemos hacia nuestro propio medio ambiente”, afirmó, citando las especies en peligro de extinción y el cambio climático. La amenaza, dijo, “aún no parece cambiar el pensamiento político”.
Bádminton
Las razones para el optimismo pueden ser personales. Para la familia Hukari, esa razón es el bádminton.
Unas instalaciones deportivas en la comunidad rural de Toholampi han permitido a Henna, de 16 años, y a Niklas, de 13, competir a nivel europeo, exponiéndolos a nuevos lugares y jugadores de todo el continente. El juego ha proporcionado a los adolescentes un pasatiempo satisfactorio en una zona remota y a sus padres, Lasse y Marika Hukari, optimismo sobre el futuro de sus hijos.
Lasse Hukari, de 49 años, espera que, con el tiempo, los niños lleguen a comprender plenamente las oportunidades que les ha brindado el bádminton. “Ahora quizá no entiendan lo que tienen, pero cuando tengan mi edad, entonces sé que lo entenderán”, afirmó.
El trabajo como una bendición
Nacida 17 años después de que Finlandia se independizara de Rusia, Eeva Valtonen ha visto cómo su patria pasaba de la devastación de la II Guerra Mundial a años de reconstrucción hasta convertirse en una nación considerada un ejemplo para el mundo.
“Mi madre solía decir: ‘Recuerda, la bendición de la vida está en el trabajo, y cada trabajo que hagas, hazlo bien’”, afirma Valtonen, de 88 años. “Creo que el pueblo finlandés ha sido muy parecido. Todos hacían todo juntos y se ayudaban mutuamente”.
Su nieta Ruut Eerikainen, de 29 años, se sorprendió al ver que Finlandia figura ahora como el lugar más feliz de la Tierra. “Para ser sincera, los finlandeses no parecen tan felices”, dijo. “Fuera está muy oscuro, y podemos ser bastante sombríos”.
Quizá no es que los finlandeses sean mucho más felices que los demás. Quizá sea que sus expectativas de satisfacción son más razonables y, si no se cumplen, perseveran en el espíritu de sisu.
“No nos quejamos”, dice Eerikainen. “Simplemente lo hacemos”.
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