Filtraciones en el Pentágono: cuando la información “top secret” no es tan secreta
Tras el 11 de septiembre se amplió el alcance y hoy miles de personas acceden a documentos clasificados
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WASHINGTON.- Para empezar, ¿cómo es que un soldado de 21 años de la Guardia Nacional tiene acceso a documentos ultrasecretos?
El megaoperativo del jueves para detener de Jack Teixeira, el aviador de una unidad de inteligencia de la Guardia Aérea Nacional de Massachusetts que según las autoridades federales está vinculado con la filtración de una parva de documentos clasificados, dejó al desnudo la cantidad innumerable de personas con acceso a documentos de seguridad nacional que el gobierno clasifica como “ultrasecretos”.
Desde los miembros de la Guardia Nacional en las bases militares de Massachusetts hasta los generales de los cuarteles de la OTAN en Bruselas, y pasando por funcionarios norteamericanos desparramados por todo el mundo, el nivel de seguridad “ultrasecreto” les confiere a sus poseedores un extraordinario grado de acceso a información clasificada: la ubicación de instalaciones del Pentágono y otras agencias, los informes diarios de inteligencia, mapas de situación y análisis detallados del estado del mundo tal como lo ven los servicios de inteligencia de Estados Unidos.
El nivel de seguridad ultrasecreto de los militares norteamericanos incluye a casi todos los 600 generales en servicio activo en distintas dependencias, pero también se extiende a algunos de sus colaboradores, a muchos coroneles que trabajan en el Pentágono, a los capitanes de barcos de la Marina, a un amplio surtido de oficiales de menor rango, y como queda claro en el caso de Teixeira, también a reclutas que trabajan en unidades de inteligencia.
Los funcionarios del Pentágono dicen que hay miles, si no decenas de miles de personas con ese nivel de acceso. Y por debajo de los que tienen acceso a material “ultrasecreto” están los que tiene nivel de seguridad “secreto”, que incluye prácticamente a todos los demás que trabajan en el Pentágono y otras agencias de seguridad de Estados Unidos. De hecho, hasta los contratistas militares y hasta los analistas de los grupos de expertos independientes tienen algún tipo de acceso a material clasificado.
Probablemente el Pentágono tendrá que lidiar con las consecuencias de la filtración durante meses, mientras que los estrategas militares de Rusia ya están tamizando los documentos filtrados en busca de pistas sobre cuáles de sus propias agencias ha sido infiltrada. Pero este caso suscita dudas más amplias sobre la real validez del término “ultrasecreto”, y muchos se preguntan si las agencias de seguridad norteamericanas no han dejado que el material sensible flote a la deriva.
“Claramente hay demasiada gente con acceso a información ultrasecreta que no tiene por qué conocer”, dice Evelyn Farkas, máxima funcionaria del Pentágono para asuntos de Rusia y Ucrania durante el gobierno de Obama.
El jueves, el Pentágono temblaba ante la posibilidad de que el responsable de las filtraciones no perteneciera a los escalones más altos de la inteligencia militar ni estuviera cerca de datos confidenciales de seguridad nacional.
En vez de encontrarlo en las oficinas del Estado Mayor Conjunto, donde fueron elaborados muchos de los documentos filtrados, los funcionarios terminaron allanando la casa de Teixeira, un aviador raso.
“Cada uno de nosotros firma un acuerdo de confidencialidad, sin importar el nivel de seguridad que tenga”, dijo en conferencia de prensa el portavoz del Pentágono, brigadier general Patrick Ryder. “Así que desde todo punto de vista esto fue un hecho delictivo.”
El arresto de Teixeira, señala Farkas, sirve como advertencia sobre lo que les espera a quienes incurren en el desmanejo de información clasificada.
“Le van a tirar todo”, dice Farkas sobre Teixeira. “Pero ahora es importante que el gobierno tome medidas contra otros que se sienten inmunes porque son de alto rango.”
Según las autoridades, el responsable de este tipo de filtraciones puede enfrentar una larga pena de prisión efectiva. Teixeira fue arrestado por violación a la Ley de Espionaje, que prevé penas de hasta 10 años de prisión por cada cargo. Reality Winner, un expiloto de la Fuerza Aérea y contratista de la Agencia de Seguridad Nacional condenado por filtrar un documento clasificado a los medios de comunicación, recibió una sentencia de cinco años y tres meses de cárcel. Y el año pasado, un ingeniero de la Marina, Jonathan Toebbe, que intentó sin éxito venderle a un país extranjero documentos “confidenciales” —un nivel de seguridad más bajo—, recibió una condena a prisión de 19 años. A su esposa, Diana Toebbe, la condenaron a casi 22 años de cárcel.
“Esta fue una violación de seguridad importante que no podemos permitir que vuelva a ocurrir”, dijo a través de un comunicado el senador Jack Reed, demócrata por el estado de Rhode Island y presidente de la Comisión de Servicios Armados del Senado norteamericano. “Cualquiera que tenga autorización de seguridad y traicione a su país con un manejo indebido o la difusión de documentos clasificados debe rendir cuentas ante la Justicia”.
Defensa
Algunos oficiales militares defendieron la práctica de otorgar autorizaciones de seguridad a los miembros del servicio activo, independientemente de su edad: si alguien tiene edad suficiente para morir por su país, argumentan, también tiene edad suficiente para que el país le confíe sus secretos.
Hasta el jueves, no estaba claro qué nivel de autorización tenía Teixeira, pero estaba asignado a la Unidad 102 de Inteligencia de la Guardia Nacional Aérea de Massachusetts, y es posible que tuviera acceso de nivel “ultrasecreto”, señaló un funcionario de Defensa.
“Obviamente todos nos preguntamos por qué alguien de rango relativamente bajo y asignado a un rincón bastante periférico de las fuerzas armadas como la Guardia Nacional Aérea de Massachusetts, tenía acceso no solo a algunos de los secretos más críticos de Estados Unidos, sino a una variedad tan extraordinaria de esos documentos que no tienen la menor relación con su trabajo”, dice Glenn Gerstell, exconsejero general de la Agencia de Seguridad Nacional.
Mick Mulroy, exagente de la CIA y alto funcionario del Pentágono, coincide con Gerstell. “Ahora nos enteramos que personas tan jóvenes tienen acceso a nuestros documentos de inteligencia más sensibles, elaborados para informar a nuestros funcionarios de mayor rango”, señala Mulroy. “Esto nos debería hacer reflexionar sobre a quiénes se les brinda acceso a material de ese nivel de seguridad y sobre cómo y por qué permitimos que esas personas impriman dicho material.”
Pero la explicación existe: dos cambios importantes en el manejó la inteligencia que se realizaron en el pasado dejaron preparado el escenario para las filtraciones más recientes.
Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, las agencias de inteligencia comenzaron a compartir mucho más ampliamente su material con todo el gobierno. Y más adelante, después de la fallida evaluación de inteligencia que afirmaba que Irak tenía armas de destrucción masiva, las agencias de inteligencia comenzaron a compartir más datos sobre sus fuentes de información y sobre el grado de confiabilidad que podían tener los datos que recibían.
El jueves, pocas horas después del arresto de Teixeira, la subsecretaria de Defensa, Kathleen Hicks, envió un memorando que reconfirma las reglas para el manejo de material clasificado.
“El personal con acceso a información clasificada es custodio fiable de esa información y cada persona a la que se le otorga una autorización de seguridad tiene la responsabilidad de por vida de salvaguardar dicha información clasificada”, dice el Departamento de Defensa en su memorando.
Por Helene Cooper, Julian E. Barnes y Eric Schmitt
Traducción de Jaime Arrambide
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