Tras un aluvión de renuncias, meses de controversias y una presión desde todos los frentes posibles, el primer ministro británico anunció su dimisión este jueves como líder del Partido Conservador
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Hace menos de tres años, en diciembre de 2019, Boris Johnson logró la mayor victoria electoral de los conservadores desde 1987. Pero ahora se ha visto obligado a retirarse.
Tras un aluvión de renuncias de ministros y otros funcionarios, meses de controversias y una presión desde todos los frentes posibles, Johnson anunció su dimisión este jueves como líder del Partido Conservador y abrió las puertas a la elección de un nuevo primer ministro, según comunicó este jueves desde su residencia oficial en el número 10 de Downing Street.
Durante su legislatura, Reino Unido ha vivido algunos de los episodios más turbulentos de su historia reciente, como la salida de la Unión Europea, la lucha contra el coronavirus, los desafíos económicos derivados de la guerra en Ucrania, la recuperación postpandemia y el aumento de la inflación.
Momentos difíciles para cualquier otro líder en el mundo, pero que en el caso de Johnson fueron acompañados por una serie de escándalos y polémicas que deterioraron su credibilidad y liderazgo hasta consolidarse su caída. BBC Mundo resumió cuatro de esas crisis, empezando por la más reciente.
El escándalo sexual
El pasado miércoles 29 de junio, el parlamentario Chris Pincher, en ese entonces subjefe de la bancada del Partido Conservador, acudió a un club privado de Londres. En sus palabras, “bebió demasiado” y se “avergonzó a sí mismo”.
A Pincher se le acusó de manosear a dos hombres, lo cual llevó a una oleada de alegaciones en su contra, algunas fechadas varios años atrás. Este escándalo propició una cadena de eventos que condujeron a la caída del primer ministro.
En primer lugar, desde Downing Street, la residencia oficial de Boris Johnson, se dijo que el premier no conocía las “alegaciones específicas” sobre Pincher antes de nombrarle como jefe de la bancada de su partido en febrero. Los ministros reiteraron más tarde esta postura, aunque resultó ser inexacta.
El 4 de julio, la BBC informó que Johnson estaba al tanto de una queja formal contra Pincher. Y al día siguiente, un exfuncionario público, Lord McDonald, dijo que el primer ministro había sido informado de la denuncia en persona. Solo entonces Johnson admitió que había sido informado en 2019 y se disculpó por el nombramiento de Pincher.
El caso Pincher desató una desbandada sin precedentes en el gobierno, con más de 50 funcionarios renunciando a su cargo y dejando sin prácticamente apoyo a Johnson.
El partygate
El punto de partida de este escándalo podría establecerse a mediados de 2021, cuando el diario The Sun reveló una foto y un video del entonces ministro de Salud, Matt Hancock, besando a su asesora Gina Coladangelo. La imagen estaba fechada en mayo de ese año, cuando estaban vigentes duras restricciones y un distanciamiento social instaurados por el propio Hancock para proteger a la población durante la pandemia.
La publicación de esas imágenes obligó a la renuncia del ministro y abrió la puerta a más filtraciones de imágenes que mostraban a funcionarios de Downing Street en reuniones y fiestas cuando el gobierno tenía impuesta una prohibición a las reuniones de más de dos personas.
Una se realizó en mayo de 2020, y en las imágenes se veía al primer ministro en el jardín de la residencia oficial tomando vino junto a otros funcionarios.
También se conocieron reuniones ocurridas en diciembre de ese año, durante las fiestas de Navidad, donde se ve a varios funcionarios que comparten comida y bebida entre ellos. En ese momento Reino Unido vivía una situación crítica con más de 400 muertes diarias.
Cuando comenzaron a conocerse las primeras informaciones sobre reuniones en Downing Street, Johnson siempre negó su participación en ellas y rechazó pedir perdón. Sin embargo, cuando fueron apareciendo revelaciones que situaban al primer ministro en varios de esos encuentros, se vio obligado a cambiar de postura y pedir disculpas públicas.
El partygate, como se le conoce al escándalo en Reino Unido, condujo a una investigación policial y a un informe detallado de la funcionaria del gobierno Sue Gray.
La policía metropolitana emitió 126 multas para 83 personas por romper las reglas de confinamiento durante las reuniones vinculadas al partygate. El informe Gray, por su parte, propició un intento de moción de censura contra Johnson que el líder acabó superando, aunque a gran coste político: dicho intento fue impulsado por su propio partido y 148 de sus diputados votaron en su contra.
Aunque superó la moción de censura, su imagen y liderazgo quedaron más debilitados y sirvieron como antesala al escándalo de Pincher que finalmente detonó esta última crisis.
La controvertida gestión de la pandemia
La pandemia de coronavirus golpeó con fuerza en un momento ya complicado para Reino Unido y Johnson. Recién se había certificado el Brexit el 31 de enero de 2020 y los británicos se enfrentaban a un año incierto para empresas e individuos mientras se negociaba el acuerdo que marcaría la relación futura entre la Unión Europea y Reino Unido.
En marzo de 2020 el virus ya circulaba entre los británicos y para fines de mes Johnson se dirigió a la nación pidiéndoles quedarse en casa para salvar vidas y proteger la sanidad pública.
El premier fue criticado ampliamente por la comunidad científica por no cerrar el país a tiempo. Días después de anunciar el confinamiento, el propio Johnson dio positivo por coronavirus e incluso estuvo ingresado con cuidados intensivos en el hospital.
Una vez que regresó a sus funciones, Johnson se enfrentó a duros cuestionamientos por sus decisiones para detener el primer brote de la epidemia, por no alcanzar los objetivos de testeo masivo, por la falta de estrategia clara para proteger las residencias de ancianos y por los problemas de distribución de insumos médicos.
No obstante, no todo fueron sombras en la gestión de la pandemia. Después de su contagio, Johnson cambió su estrategia y el Ejecutivo fue halagado por la distribución rápida y eficiente de las vacunas desde fines de 2020 y los altos niveles de inmunidad alcanzados entre la población.
También se aplaudió su clara hoja de ruta para abrir el país a comienzos de 2022 y emprender la recuperación económica, a pesar que desde muchos sectores hubo reticencias, especialmente después de que surgiera la variante ómicron y provocara un repunte de casos preocupante.
Reino Unido suma más de 180.000 muertes por coronavirus, una de las tasas más altas del mundo por detrás de países como Estados Unidos, Brasil e India.
Aumento del costo de la vida, subida de impuestos...
Reino Unido sufre una inflación actual de 9,1% y expertos advierten de que pronto podría entrar en recesión. Es cierto que muchos de los motivos se escapan del control de Johnson, como la guerra en Ucrania, que ha llevado a aumentos en el precio del petróleo y en el coste de los alimentos. Y, pese a que el gobierno ha dado algunos pasos –por ejemplo, reduciendo el impuesto a la gasolina– subió los impuestos en abril y esto aumentó la presión sobre la clase trabajadora.
“En medio de la peor crisis de costo de la vida en décadas, el gobierno decide subir los impuestos a la clase trabajadora”, denunció el líder del Partido Laborista, Keir Starmer.
Prime Minister, it’s time to ditch the gimmicks and face up to reality: under your leadership, Britain’s economy is going backwards.#PMQs pic.twitter.com/8t3REAtkmf
— Keir Starmer (@Keir_Starmer) June 15, 2022
Sin embargo, los retos económicos del país ya se gestaban mucho antes de la invasión rusa en Ucrania. Problemas derivados del Brexit y el momento más crítico de la pandemia crearon una tormenta perfecta para el gobierno desde comienzos de 2021.
Reino Unido acusó grandes aumentos en los precios del petróleo y gas y los precios para el consumidor aumentaron considerablemente. Plantas de acero y fertilizantes se vieron obligadas a cerrar temporalmente y varias empresas energéticas quebraron.
Y toda esta situación, en gran medida replicada en otros países del mundo, en Reino Unido se vio empeorada por los efectos del Brexit, ya que muchos trabajadores de la cadena de suministro de alimentos procedían del continente y ya no tenían permiso para trabajar en Reino Unido.
Johnson ha sido uno de los principales impulsores de la ruptura con la Unión Europea y la idea del gobierno era que empleados británicos reemplazaran a los europeos. Pero los críticos cuestionaron esta idea por la necesidad de capacitar a esos trabajadores a tiempo. También argumentaron que muchos británicos, tras ser despedidos o estar trabajando desde casa, no estarían tan interesados en trabajos mal pagados con horarios largos e irregulares.
Los británicos acusaron estos problemas con un desabastecimiento inusual en supermercados y el aumento de precios de la canasta básica incluso antes de que se desatara la guerra en Ucrania, responsable del último gran empujón a la inflación global.
A muchos pubs y restaurantes les ha costado permanecer abiertos, ya sea porque no podían encontrar suficientes trabajadores o debido a la escasez de suministros.
La oposición apuntó a Johnson sobre muchos de los problemas del país por su campaña acérrima a favor del Brexit, e incluso varias encuestas mostraron descontento y cambios de opinión entre los antieuropeístas antes las consecuencias que estaba sufriendo la economía.
A eso se suma un problema de fondo que empezó a resurgir con más fuerza recientemente. Cuando Johnson triunfó en 2019 con una amplia mayoría estaba respaldado por un eslogan claro y contundente para sus votantes: Get Brexit Done (Llevar a cabo el Brexit). Pero desde entonces, los críticos de Johnson han insistido en su falta de claridad e ideas en Downing Street, subraya el periodista Owen Amos, uno de los mayores expertos en política británica de la BBC.
Incluso su exasesor, Dominic Cummings, se volvió uno de sus críticos más duros y le acusó repetidamente de cambiar de opinión y no dominar la situación.
“Otros cuestionaron la filosofía del primer ministro e incluso si tenía alguna”, dice Amos.
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