Fiesta de la Inmaculada: mientras los romanos dormían, el papa Francisco fue a Plaza de España y le rezó a la Virgen por los que sufren
Por segundo año consecutivo, debido al coronavirus, realizó en privado el tradicional homenaje para evitar multitudes
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ROMA.- Al alba, cuando hacía mucho frío, aun era oscuro y los romanos dormían, el papa Francisco salió hoy del Vaticano para ir hasta el famoso monumento de la Plaza de España de la Inmaculada Concepción de la Virgen, cuya fiesta se celebra hoy, para rendirle homenaje y rezarle por todos los enfermos del mundo.
El Papa, que por segundo año consecutivo debido al coronavirus realizó este tradicional tributo a solas, para evitar multitudes, dejó una canasta de rosas blancas a los pies de la columna de 13 metros que sostiene la famosa estatua de la Inmaculada Concepción, levantada para recordar el dogma definido el 8 de diciembre de 1854 por Pío IX.
“Se detuvo en oración, pidiéndole a la Virgen el milagro de la curación de los enfermos, de la curación de los pueblos que sufren duramente por las guerras y la crisis climática y de la conversión, para que disuelva el corazón de piedra de quien levanta muros para alejar de sí el dolor de los otros”, indicó un comunicado de la Sala de Prensa de la Santa Sede.
Luego, como también suele hacer después de este tradicional homenaje en un lugar emblemático de la ciudad eterna, durante el cual normalmente saluda a decenas de enfermos en silla de ruedas, el Pontífice fue a la Basílica de Santa María Mayor, donde se quedó rezando varios minutos, en silencio, ante el ícono bizantino de la Virgen Salus Populi Romani, uno de sus preferidos.
Desde 1958, cuando Juan XXIII salió del Vaticano y fue a la Piazza di Spagna a dejarle un canasto de rosas al monumento de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, todos los papas siguieron esa tradición.
En un día que es feriado en Italia, al mediodía Francisco reapareció para la oración del Angelus desde la ventana del Palacio Apostólico, en la que por supuesto habló de la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen. Entonces recordó que, según el Evangelio, la Virgen María quedó turbada cuando el ángel apareció en su casa para darle la noticia de la concepción y la llamó “llena de gracia”. “El saludo del ángel le parece más grande que ella. ¿Por qué? Porque se siente pequeña por dentro, y esta pequeñez, esta humildad atrae la mirada de Dios”, destacó. “Pidámosle a la Virgen una gracia: que nos libre de la idea engañosa de que una cosa es el Evangelio y otra la vida; que nos encienda de entusiasmo por el ideal de santidad, que no es una cuestión de estampitas, sino de vivir cada día lo que nos sucede con humildad y alegría, como la Virgen, libres de nosotros mismos, con la mirada puesta en Dios y en el prójimo que encontramos”, exhortó.
Evocó, además, su reciente viaje a la isla de Chipre y Grecia, en el que, una vez más, como subrayó, puso los reflectores del mundo sobre el drama de la crisis de migrantes. “En Chipre, como en la isla de Lesbos, pude mirar a los ojos este sufrimiento: por favor, miremos a los ojos a las personas descartadas que encontramos, dejémonos provocar por los rostros de los niños, hijos de migrantes desesperados. Dejemos que su sufrimiento nos excave dentro para reaccionar ante nuestra indiferencia; ¡miremos sus caras, para despertar del sueño de la costumbre!”, volvió a pedir. “Repito que, frente a la historia, frente a los rostros de los que emigran, no podemos callarnos, no podemos mirar a otro lado”.
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