Feijóo, el líder que resistió a la crisis
MADRID- Alberto Núñez Feijóo consiguió ayer lo que pocos líderes europeos lograron en los últimos años: resistir al efecto de la crisis en las urnas.
Lo logró tras una campaña en la que evitó como pudo contagiarse del desgaste de Mariano Rajoy, al reducir las apariciones conjuntas y quitar las siglas del Partido Popular (PP) de su cartel electoral.
El presidente gallego dio así oxígeno a Rajoy y se posiciona ahora como su posible sucesor en un futuro, después de haberlo sido ya en Galicia del mítico Manuel Fraga, que murió este año.
"No es habitual que en una crisis como ésta un gobierno reciba un apoyo como el que hemos obtenido en esta jornada", dijo ayer un exultante Feijóo.
El dirigente, de 51 años, revalidó su mandato por cuatro años y mantuvo en manos del PP la comunidad autónoma, de casi 2,8 millones de habitantes, tierra natal de Rajoy y uno de los feudos tradicionales del partido conservador.
Feijóo había conseguido su primer triunfo electoral en Galicia, en su primer intento, cuando en 2009 recuperó la Xunta para el PP, tras cuatro años de gobierno en coalición entre socialistas y el nacionalista BNG.
Lo ajustado de algunas encuestas dejaba abierto un resquicio a una pérdida de la mayoría absoluta que posibilitase la reedición de una alianza similar. Pero la jugada de adelantar los comicios le salió bien. Estaban previstos inicialmente para dentro de cinco meses, y Feijóo temía una sangría de votos por el rescate europeo al que parece que España va abocada y por los presupuestos gallegos para el año que viene, que presentará ahora después de las elecciones y que serán los más sobrios en la historia democrática de Galicia, continuando una senda de austeridad ya muy ensayada.
Licenciado en Derecho y gestor eficiente en algunos gobiernos de Fraga en Galicia, Feijóo fue uno de los primeros barones regionales del PP que comenzó a aplicar las políticas de austeridad que Rajoy ejecuta en toda España desde que asumió la presidencia del gobierno en diciembre de 2011.
Nada más llegar a la Xunta sacó la tijera: redujo consejeros y asesores, fusionó departamentos, restringió la financiación pública de medicamentos, pasó a cobrar por el seguro de salud, hasta entonces gratuito, y dejó de financiar libros de texto. Recortó prestaciones sanitarias, educativas y servicios sociales, y consiguió contener el déficit mucho más que otras regiones.
El déficit gallego está bajo control, pero el desempleo en esta región, con una población envejecida y de la que los jóvenes siguen emigrando, subió del 12,4 por ciento que había en 2009 al 21,1 por ciento, la cifra más alta de su historia reciente, aunque queda por debajo de la desorbitada media española del 24,63 por ciento.
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