Farage, el hombre que prometió un terremoto y finalmente lo consiguió
LONDRES.- El político británico Nigel Farage, que ayer renunció al liderazgo del UKIP, es la estampa del tradicional cliente de pub. Y eso gusta a muchos ingleses. Cigarrillo y pinta de cerveza en mano, mil veces prometió un terremoto político y finalmente lo consiguió.
"He alcanzado mi ambición política", anunció ayer en Londres Farage, un ex militante conservador en los tiempos de John Major. No es la primera vez que abandona y luego vuelve. Lo hizo en 2009 y 2015.
"Ahora no se ríen", lanzó este eurodiputado en su última intervención en el Parlamento Europeo, recordando cómo se burlaban de su pretensión de sacar a su país de la Unión Europea (UE).
Los británicos acababan de votar a favor de abandonar la UE, el 23 de junio, tras una dura campaña liderada por Farage y el conservador Boris Johnson. Fue el primero, sin embargo, con sólo un diputado en el Parlamento, el que, con su retórica incendiaria, hizo el trabajo sucio, logrando centrar el debate en la inmigración.
La polémica por su cartel con una hilera de refugiados amenazando hipotéticamente a Gran Bretaña, desvelado el mismo día en que fue asesinada la diputada laborista Jo Cox por un simpatizante de ultraderecha, no le hizo perder apoyos.
Ser unánimemente vilipendiado por los partidos tradicionales liberales, conservadores y laboristas no hizo sino aumentar la simpatía por Farage en la Inglaterra profunda.
Londres se le resiste, es una ciudad "demasiado culta, educada y joven", sugirió una vez una vocera de su partido. "Para ser honesto, cuanto más nos insultan, mejor nos va", explicó Farage.
Cuando habla de quienes lo insultan, Farage alude al establishment británico: los conservadores del primer ministro David Cameron y la oposición laborista.
La línea que trazó entre ese establishment, pro-UE, y el pueblo, "the people", anti-UE, ayudó a llevar la campaña a su terreno.
Niega ser racista o despreciar a los inmigrantes, pero este político casado con una alemana ha metido la pata en varias ocasiones. Una vez dijo que se sentiría "incómodo" si una familia rumana se instalara en su vecindario.
Cuando un locutor de la radio LBC le preguntó qué diferencia había entre los rumanos y su mujer, respondió: "Ya sabes cuál es la diferencia".
"Queremos un sistema de inmigración basado no sólo en controlar la cantidad, sino también la calidad", sentenció.
A los 52 años, Farage, padre de cuatro hijos y ex trader en la City, saborea su cuarta vida. Sobrevivió milagrosamente a un accidente de tránsito, a un cáncer de testículos y a la caída de la avioneta que llevaba un anuncio electoral de su partido, en 2010. "Siempre quise un terremoto político", subrayó en 2015.
El partido fue fundado en 1993, pero no fue hasta unas elecciones europeas, las de 2004, cuando dio el golpe consiguiendo el 16% de los votos. Una década después ganó esos mismos comicios europeos en Gran Bretaña, rompiendo el bipartidismo tradicional. Sin embargo, su cuenta pendiente ha sido no lograr un escaño en Westminster.
Su buena estrella con los asuntos europeos no le hizo nunca mostrar la menor piedad con la UE. "¿Antieuropeo yo? ¡Noooo! Es ridículo decir eso. Me gusta Europa, es un gran lugar. Estoy casado con una europea, trabajé para empresas europeas y me gusta la cultura europea", dijo.
"Pero odio la bandera. Odio el himno. Y odio las instituciones", sentenció este amante del rugby, el críquet, la pesca y el buen vino.
Farage rechaza la etiqueta de radical y, como prueba, esgrime su rechazo a las propuestas de acercamiento del Frente Nacional francés. Su líder Marine Le Pen, explica, multiplica "las demandas de boda, como en las novelas clásicas", pero "no somos de la misma familia".
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