Europa nuevamente en crisis existencial, esta vez por la energía, la inflación y Putin
La amenaza rusa de cortar el chorro del gas sumada al alza de las tasas de interés pone en jaque a las economías de la Unión Europea
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LONDRES.- Durante la semana que pasó, el mundo pudo sentir la crisis bifronte que está poniendo a prueba la capacidad de resiliencia de la Unión Europea (UE).
Por un lado, Rusia trata de quebrar la unidad europea frenando los envíos de gas natural hacia el bloque. Al mismo tiempo, la crecida inflacionaria ha puesto fin a una era de tasas de interés negativas y empuja la economía de la eurozona a un punto de quiebre.
Las sanciones contra Rusia han golpeado al bloque regional mucho más duramente que a otros países de Occidente. Y según funcionarios de la UE, la manipulación del suministro de gas por parte de Moscú tiene el objetivo de erosionar la férrea unidad del bloque en su apoyo a Ucrania y compensar el perjuicio de las sanciones sobre la economía rusa.
Esa batalla alcanzará su clímax en un par de meses, durante el invierno boreal, y hay amplios sectores de la industria europea que enfrentan un panorama desolador de bajar la persiana por falta de energía, y en el peor de los escenarios, apagones rotativos en los hogares para controlar el consumo.
La estrategia rusa también fogonea un proceso inflacionario ya existente que el jueves pasado obligó al Banco Central Europeo (BCE) a elevar su tasa de interés en medio punto porcentual, aunque ese incremento apenas la llevó a cero. Ante el temor de que el fin de la era de tasas negativas tensionara aún más las diferencias entre economías fuertes y débiles dentro del bloque, el BCE también presentó una nueva herramienta destinada a blindar a los países miembros más endeudados, sobre todo del sur, y evitar que se dispare el costo del dinero.
NOW - ECB President Lagarde: "Economic activity is slowing." pic.twitter.com/sqUq150Tm9
— Disclose.tv (@disclosetv) July 21, 2022
Pero esa herramienta no está diseñada para proteger a los países de la presión sobre las tasas provocada por su inestabilidad política interna. Italia, el segundo país más endeudado del bloque después de Grecia, se quedó sin primer ministro el jueves, tras la renuncia de Mario Draghi, considerado un garante de estabilidad dentro de la tormentosa y facciosa política italiana. El spread de los bonos italianos —o sea el diferencial entre el rinde de un bono de Italia y uno de Alemania, considerada la referencia, por su bajo riesgo—, se ensanchó significativamente en los últimos días.
Y todo esto pareció confirmarse el viernes, cuando se conocieron nuevos datos económicos que dan a entender que Europa está al borde de la recesión.
No es la primera vez que la UE tiene que remontar un encadenamiento de crisis sucesivas. Los problemas de Grecia con su deuda en 2010 derivaron en una prueba de supervivencia para toda la eurozona que tardó años en resolverse. Y a mediados de la década pasada, un aluvión de migrantes de África y Medio Oriente puso a prueba la solidaridad del bloque y los gobierno se esforzaron por repartir más equitativamente la carga entre los países del norte y los del sur.
Más recientemente, la pandemia también amenazó con golpear más fuerte a los países menos ricos del continente, hasta que Alemania y otros países decidieron sepultar su histórica reticencia a subsidiar a sus vecinos pobres y creó un fondo de 750.000 millones de euros para ayudarlos.
Pero a diferencia de las crisis pasadas, ahora la UE tiene algunas ventajas. Para empezar, supo ver de inmediato que la crisis energética era algo grave, algo que no ocurrió cuando Grecia defaulteó su deuda en 2010.
“Sea parcial o total el corte del gas ruso, Europa debe estar preparada”, dijo el miércoles Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, al presentar un paquete de medidas.
La propuesta incluye una reducción voluntaria del 15% en el consumo de gas natural, que podría volverse obligatoria si con la buena voluntad no alcanza. Los ministros de energía del bloque se reunirán el martes para discutir la propuesta. El plan requiere la aprobación de al menos 15 de los 27 estados miembros, o sea al menos el 65% de la población de la UE.
“Nuestro peor enemigo es la fragmentación”, dijo von der Leyen. De ser así, los gobiernos podrían bloquear las transferencias de energía a otras naciones, generando un impacto económico muy desigual y validando la aparente estrategia de Putin de enfrentar a los gobiernos europeos entre sí y socavar el apoyo a Ucrania y a las sanciones.
Pero frente a esa amenaza se alza el firme y generalizado apoyo a Ucrania que existe en Europa, así como la convicción de que esta crisis es creación absoluta del Kremlin, una convicción que se vería reconfirmada si Rusia corta el gas por completo.
“Todo indica que el consenso sigue siendo notablemente alto: la gente sabe que hay que resistir y apoyar a Ucrania, y que con Putin no pueden hacerse concesiones fáciles”, dice David O’Sullivan, director general del Instituto de Asuntos Internacionales y Europeos de Dublín y exembajador de la UE en Estados Unidos. La única excepción parece ser Hungría, dice O’Sullivan, cuyo ministro de Relaciones Exteriores estuvo el jueves en Moscú para comprar más gas natural.
Otro factor que juega a favor de la UE es el tiempo. Putin “es muy consciente de que su elemento de presión es de corto alcance. Si Putin cierra de repente sus exportaciones a Europa, Rusia pierde influencia, y si se sienta de brazos cruzados y deja que los alemanes y los europeos diversifiquen su matriz energética, la influencia de Rusia también se esfuma”, dice Ian Bremmer, presidente de la consultora Eurasia Group.
Alemania es el país más vulnerable a una crisis energética, consecuencia directa de sus políticas públicas de los últimos 20 años. Hasta que revirtió su política, a principios de este año, Alemania buscó congraciarse con Putin a costa de aumentar su dependencia energética de Moscú y cerrando otras fuentes de energía, incluidas las plantas nucleares.
El resultado final para los europeos dependerá de la cantidad de gas natural que Alemania decida reservarse para sí misma, ya que es un importante polo de transbordo y almacenamiento de gas. Los economistas de Deutsche Bank dicen que las reexportaciones de gas de Alemania son un factor decisivo, y que si el país se queda sin gas, dependiendo de la cantidad que envíe Rusia, “habrá que hacer equilibrio”. El gobierno de Berlín puede encontrarse en la difícil posición de decidir si abastece sus propias industrias o envía gas a sus vecinos necesitados.
Los gobiernos del sur de Europa, como España, Grecia y Portugal, que durante la crisis de la eurozona fueron amonestados repetidamente por Alemania por su supuesto despilfarro, ahora denuncian que les quieren hacer pagar el precio de las decisiones de política energética de Alemania, y ya han aclarado que resistirán los recortes voluntarios de consumo. De hecho, Polonia ya avisó que se opone al plan de la Comisión Europea.
“El contexto cambió y ahora Alemania quedó como uno de los países más expuestos. No me sorprende que haya cierta satisfacción en los que fueron sermoneados desde Berlín durante el crisis financiera”, dice O’Sullivan, pero aclara que eso probablemente no interfiera en la solución común para la UE.
Otro factor a favor de una solución común a la crisis energética europea es la importancia de Alemania para las demás economías del bloque. Si la industria alemana colapsa por falta de gas, el efecto dominó se sentiría en todo el bloque y mucho más allá.
Frans Timmermans, vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, dijo el miércoles que la escasez de gas afectaría “a todos los estados miembros, por sus graves consecuencias para la economía, de las que nadie puede escapar”.
De hecho, los líderes occidentales ya se preparan para la eventualidad de que el flujo de gas natural ruso por el crucial oleoducto Nord Stream nunca vuelva a sus niveles anteriores.
En su propuesta, la Comisión Europea dice que si no se toman medidas por adelantado para ahorrar energía, un corte total del gas ruso durante un invierno promedio podría reducir el PBI del bloque entre un 0,6% y un 1%. En un invierno frío, un corte del gas sin preparativos previos podría reducir el PIB entre un 0,9% y un 1,5%, evaluó la comisión.
Por otra parte, la estrategia del BCE para evitar la fragmentación del bloque podría causar controversia, ya que faculta a sus autoridades a comprar bonos de los gobiernos de la eurozona con una amplia discrecionalidad, algo que se acerca peligrosamente a la práctica prohibida de dar financiamiento directo de los gobiernos. Es probable que algunos países del bloque cuestionen la legalidad de la medida, especialmente Alemania.
Según los analistas, los inversores seguramente esperarán para ver la implementación del nuevo instrumento por parte del Banco. La primera respuesta podría llegar de Italia, actualmente sumida en un tembladeral político, tras el colapso de la coalición de gobierno, el tipo de situación que supuestamente el BCE no debería intentar arreglar comprando bonos de su deuda soberana.
Por Stephen FidlerFollow y Kim MackraelFollow
Traducción de Jaime Arrambide
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