“Es un castigo por lo que pasó en Gaza”: la guerra no frena a Israel y acelera la demolición de casas de palestinos en Jerusalén oriental
La práctica de destrucción de viviendas e incluso escuelas en esa zona es una política israelí regular, y desde que asumió la coalición de Netanyahu se incrementó; el relato a LA NACION de un electricista que perdió su hogar
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JERUSALÉN.- Son las 11 de la mañana y en el barrio de Tsur Baher -que se levanta sobre una colina de la parte sudoriental de Jerusalén, muy cerca del muro de cemento que separa esta parte de la ciudad de Cisjordania- hay una topadora que está demoliendo una casa.
“No pueden pasar”, dice un oficial de la policía israelí, que acordonó la zona, llena de jeeps y patrulleros y que solo deja observar la demolición desde lejos. Muy cerca de esta zona se levanta el asentamiento de Har Homá. Media hora más tarde, cuando el trabajo terminó y se retiran los cerca de 20 efectivos, sí podemos pasar. Frente a los escombros de lo que era una humilde casa de 40 metros cuadrados donde vivía Ahmed Hmedat, un electricista de 35 años, junto a su mujer y dos chicos de 5 y 6 años, reina el desasosiego.
“No tengo más casa, la semana que viene mi mujer dará a luz y no sé qué voy a hacer”, dice Ahmed, desesperado. Aunque la pesadilla hecha realidad que acaba de presenciar es parte de una política de derribo de casas de palestinos en la parte oriental de Jerusalén, denunciada por varios organismos internacionales y que se remonta a varias décadas atrás, Ahmed no tiene dudas de que es parte de una nueva campaña de venganza. “Es un castigo por lo que pasó en Gaza. Desde que comenzó la guerra, para los árabes que vivimos en la parte oriental de Jerusalén [ocupada] cambió todo: la policía es más agresiva, hay violencia en los checkpoints y quieren vengarse con nosotros”, acusa.
Ahmed muestra un moretón que tiene en el brazo. Dice que fue un golpe que le pegaron el otro día en un checkpoint sólo porque sonrió.
“No tengo nada que ver con la política, mi prontuario es limpio y estoy seguro de que si no hubiera ocurrido lo de Gaza no me hubieran demolido mi casa de un día para el otro, con menos de 24 horas de aviso”, lamenta.
“Eterna e indivisible”
Si bien la práctica de destrucción de casas e incluso escuelas en Jerusalén oriental es una política israelí regular, desde que asumió la coalición ultrarreligiosa de Benjamin Netanyahu esta forma de proceder se incrementó, según organismos que siguen el tema, como Society of Saint Yves. Y no se detuvo con esta guerra contra Hamas.
La Municipalidad de Jerusalén, principal autoridad responsable, sostiene que estas construcciones son “ilegales”, ya que se levantaron sin permisos de edificación. Pero se trata de autorizaciones imposible de obtener para los solicitantes palestinos de la ciudad que, ante la dificultad burocrática, se ven obligados a construir sin papeles.
Israel llama a Jerusalén su capital “eterna e indivisible”, mientras los palestinos reclaman el oriente de la ciudad como capital de su futuro Estado. Cuando en 1948 Israel declaró su Estado, luego de una guerra con los palestinos y los Estados árabes vecinos, el oriente de Jerusalén quedó en manos jordanas, mientras que el nuevo Estado judío estableció su capital al occidente de la ciudad. Los dos lados quedaron divididos hasta la Guerra de los Seis Días, en 1967.
En esa guerra Israel ocupó la zona oriental. Declaró que la ciudad entera era su capital y en 1980 anexó Jerusalén oriental, algo que nunca fue reconocido por la comunidad internacional, que en los últimas décadas vio cómo se fueron multiplicando allí asentamientos de colonos y una política de demoliciones.
En ruta: el muro o barrera de defensa que separa Jerusalén de un poblado palestino #IsraelHamasWar pic.twitter.com/xeHA0PVBHH
— Elisabetta Piqué (@bettapique) October 24, 2023
En 2019 la ONG Peace Now detalló que entre 1991 y 2018 sólo un 16,5% de los permisos en Jerusalén (9536 de 57.737) fueron adjudicados a barrios palestinos, que ven cómo van avanzando construcciones israelíes en su tierra.
Ahmed está entre quienes construyó igual, sin permiso, una pequeña casa -un cuarto, una cocina, un baño-, en 2014. Desde hace 7 años estaba con abogados litigando para tratar de regularizar la situación y, de todos modos, pagaba todos los meses los impuestos municipales, cuenta. Por eso, nunca se imaginó que, aunque en su barrio en los últimos meses fueron demolidas al menos otras 15 casas de vecinos, le tocaría a él, de un día para el otro, sin aviso la pesadilla de quedarse sin techo.
“Vinieron ayer a las 21, con mapas y decretos, y de muy mal modo me dijeron que a las 9 de la mañana vendrían con las topadoras a derribar mi casa”, cuenta, resignado y consciente de que era algo que podía pasar. Como, aunque parezca increíble, las autoridades incluso cobran el servicio de demolición -100.000 shekels (unos 24.000 dólares)-, Ahmed les suplicó que le dejaran a él derribar su casa. “‘Por favor, la destruyo yo, con mis manos y la ayuda de vecinos que tienen un bulldozer’, les rogué. Pero ni siquiera me dejaron hacer eso ,y además, tendré que pagar su servicio”, acusa.
En medio de #IsraelHamasWar, se acelera en Jerusalén oriental la política de demoliciones de casas de palestinos… Esta mañana le tocó en el barrio de Tsur Baher a Ahmed Hmedat - en breve su historia pic.twitter.com/YEsziJd2E4
— Elisabetta Piqué (@bettapique) October 24, 2023
Ahmed dice que no durmió toda la noche. Se la pasó llorando junto a sus dos hijos, Imam (de 6 años) y Sulimán (5). “Mi mujer está por tener otro bebé, no estaba y no sabía cómo explicarles que teníamos que hacer valijas, guardar los juguetes, la ropa, porque la policía iba a venir a destruir la casa”, cuenta. “Esta mañana los mandé al colegio para que no vieran eso y esta noche estarán en lo de mi hermana”, precisa.
Al lado de los escombros de lo que era su casa, mientras algunos parientes ofrecen un vaso de agua, se ven una heladera, un juego de muebles, una mesita, que logró salvar antes de la destrucción.
“Cuando empezó la guerra, el 7 de octubre, me llegaron al celular mensajes desde la Municipalidad de Jerusalén que decían ‘estamos juntos’, ‘somos un pueblo unido en tiempos difíciles’”, comenta, mientras muestra su celular. “Después de unos días, destruyen mi casa, destruyen mi vida y la de mi familia… ¿Esto es estar juntos?”, se pregunta.
“Aunque siempre los israelíes quisieron echarnos a los árabes de nuestra parte de Jerusalén, todo cambió el 7 de octubre. Ya no podemos pensar en un futuro. Israel dice que es una democracia, pero son unos mentirosos”, concluye.
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