Estilo Trump: desgastado, Bolsonaro apuesta a los ataques al sistema electoral para agitar a sus bases
En un momento de extrema debilidad, el presidente brasileño tensó al máximo la relación con el Poder Judicial con su ofensiva contra el voto electrónico; busca movilizar a sus votantes más duros
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RÍO DE JANEIRO.- Durante su visita a Washington, en marzo de 2019, cuando fue recibido por su máximo ídolo político, Donald Trump, el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, hizo declaraciones sobre un supuesto fraude en las elecciones que lo llevaron al poder. No era su principal tema de agenda interna, pero Bolsonaro insistía en que había ganado en primera vuelta.
Pasó el tiempo, Trump fue derrotado por Joe Biden y en su feroz campaña para denunciar otro supuesto fraude electoral contó con el leal e incondicional apoyo de Bolsonaro. Hoy, ante el escenario más adverso que ya enfrentó desde que desembarcó en el Palacio del Planalto (recientes encuestas mostraron que más del 50% de los brasileños desaprueban su gestión), el mandatario brasileño volvió a la carga con sus ataques al sistema de votación electrónica, tensionando al máximo la relación entre los poderes Ejecutivo y Judicial, casi un año y medio antes de las elecciones presidenciales de 2022.
¿Por qué ahora? ¿Por qué con esta agresividad? ¿Qué busca Bolsonaro, finalmente? Son muchas las preguntas que se hacen los analistas políticos y periodistas, y también muchas las respuestas. El momento coincide con su desgaste en las encuestas y, paralelamente, con el crecimiento del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva. La intensidad de los ataques parece ser un mensaje al bolsonarismo duro, un intento de demostración de fuerza, en el momento de mayor debilidad del presidente. En medio de la constatación de la desastrosa administración de la pandemia, escándalos de corrupción en la compra de vacunas, procesos judiciales que avanzan contra la familia Bolsonaro y la necesidad de entregar espacios de poder al llamado centrão (partidos conservadores de centro y derecha), el presidente lanza la campaña por el “voto impreso” con dos objetivos evidentes: anticiparse a una eventual derrota electoral en 2022 e incluir en la agenda nacional un tema que movilice y mantenga elevado el ánimo de sus seguidores.
Desde que el Senado activó la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) sobre la gestión de la pandemia, las publicaciones de mensajes y videos en defensa del voto impreso se multiplicaron en las redes sociales, donde el bolsonarismo tiene una tropa digital activa y eficiente. En la vida real, la propuesta de Bolsonaro no tiene consenso. La semana pasada, fue rechazada en una comisión especial de la Cámara de Diputados que estudia el proyecto presentado por un diputado aliado al gobierno. La batalla no está perdida, pero todo indica que no tiene grandes chances de prosperar y eso explica el nerviosismo creciente del presidente.
Según explica a LA NACION Lara Mesquita, politóloga e investigadora del Centro de Política y Economía del Sector Público de la Fundación Getúlio Vargas (Cepesp/FGV), “uno de los objetivos de Bolsonaro es generar desconfianza en la justicia electoral, desacreditar la democracia y, así, blindarse para 2022”. Como la gran mayoría de los brasileños, ella se pregunta hasta dónde será capaz de llegar Bolsonaro, pero está convencida de que la campaña por el voto impreso tiene como trasfondo “el temor de Bolsonaro de perder el poder”.
“Este temor está relacionado a las denuncias de corrupción contra su familia, su desempeño como presidente en la pandemia y muchas otras cosas”, señala Mesquita.
Repitiendo al pie de la letra el guión que hace muy poco tiempo escribió su gran referencia en la política mundial, Bolsonaro desafía instituciones como el Tribunal Superior Electoral (TSE) y el Supremo Tribunal de Justicia (STF), y asegura que “sin elecciones democráticas no habrá elecciones”. Serán democráticas, a su entender, si se cambiara el actual sistema de urna electrónica, vigente hace más de 25 años sin sobresaltos, por uno que tenga máquinas que impriman el voto y, según el presidente, impidan fraudes.
Las denuncias sin pruebas de Bolsonaro llevaron el TSE y el STF a reaccionar con un tono jamás visto desde la recuperación de la democracia, en 1985. El presidente del TSE, Luis Roberto Barroso, dijo que “hay cosas muy equivocadas que ocurren en el país y todos tenemos que estar muy atentos”. Fueron iniciadas investigaciones sobre el accionar del presidente, que se suman a otras más avanzadas, por ejemplo, sobre la diseminación de noticias falsas.
La semana pasada, los principales diarios de Brasil publicaron una carta firmada por académicos, políticos, economistas, banqueros y empresarios, entre otros, titulada “Las elecciones serán respetadas”, en la cual indicaban que la justicia electoral brasileña es una de las más respetadas del mundo, declaraban la confianza en “el actual sistema de votación electrónica” y que “no se aceptarán aventuras autoritarias”. Entre los firmantes, hay quienes habían apoyado a Bolsonaro en 2018.
Uno de los que suscribió la iniciativa fue Luiz Felipe de Alencastro, profesor emérito de la Sourbonne y politólogo de la Fundación Getúlio Vargas de San Pablo: “Bolsonaro está usando el mismo manual que Trump. Puede estar preparando el terreno para eventualmente desconocer el resultado de las elecciones, pero lo que más me preocupa es que ocurran ataques por parte de sus seguidores, algunos muy violentos, a jueces y personalidades públicamente cuestionadas por el presidente”.
Sin pruebas
Las críticas a la urna electrónica son minoritarias y parten de especialistas de poco prestigio. La ausencia absoluta de pruebas sobre el supuesto fraude de 2018, confirmada por la Policía Federal, es uno de los principales problemas de Bolsonaro. Pero él y sus seguidores no parecen escuchar razones e insisten con una teoría conspirativa que parece calcada de los discursos de Trump.
“El presidente brasileño tiene una táctica de agitador de extrema derecha, porque eso es lo que es. El tema central acá es que la elección de 2018 dejó bien claro que existe en Brasil un electorado de extrema derecha, que va más allá de Bolsonaro. Es una novedad histórica. Hoy, ese electorado le cree”, dice De Alencastro.
Es el mismo electorado que descree de las denuncias de corrupción, niega la pandemia y justifica las alianzas políticas del presidente. Analistas estiman que representan un 25% de los electores, porcentaje insuficiente para que Bolsonaro logre la reelección. Pero es con este grupo con el único que dialoga el presidente en las redes sociales y cada vez que se dirige a la población. Y es a este grupo al que está dirigida la campaña por el voto impreso.
Es el modus operandi del nuevo populismo de derecha, explica el consultor político Rafael Favetti. “Trump fue el ícono de ese movimiento, que tiene como una de sus agendas el desconocimiento de los procesos electorales, de las instituciones democráticas, vistas como un problema a ser superado”, señala.
Muchos se preguntan cuál será la posición de las Fuerzas Armadas si la crisis institucional entre el presidente y el Poder Judicial llegara a niveles insostenibles. O, en otros aún hipotéticos escenarios, si Bolsonaro intentara impedir la realización de elecciones con el actual sistema de urna electrónica o, finalmente, no reconociera una eventual derrota.
Hoy, en Brasilia predomina la idea de que el apoyo militar al jefe de Estado tiene límites y no existe disposición para respaldar acciones antidemocráticas. En la reciente visita de enviados de Joe Biden al país, la defensa de la democracia fue tema de discusión, y tras una reunión con el ministro jefe del Gabinete de Seguridad Institucional de la Presidencia, general Augusto Heleno, pieza clave del ala militar del gobierno brasileño, la embajada norteamericana expresó que en la charla “se reforzaron los intereses mutuos para fortalecer nuestras democracias como dos de las mayores de las Américas”. A buen entendedor, pocas palabras.
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