“El desastre es muy superior al de 2001”: la angustia de una familia argentina atrapada en el caos de Sudáfrica
Matías Cardarelli contó a LA NACION cómo se vive el contexto de violencia y saqueos que atormentan al país
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Cuando el argentino Matías Cardarelli y su familia se instauraron hace dos años y medio a las afueras del norte de Durban, la tercera ciudad más poblada de Sudáfrica, probablemente no se imaginaba que estarían en el ojo de la tormenta de la peor escalada de violencia en el país desde el apartheid.
La ciudad costera, al este de la provincia de KwaZulu-Natal, es el destino predilecto de cientos de surfistas y familias que desean disfrutar de sus playas paradisiacas y su estilo moderno que le atribuyó el nombre de la “South Beach africana”. Pero desde el lunes, Durban se transformó en un campo de batalla.
“El lunes a la mañana nos despertamos 5.30 porque escuchábamos cantos y ruidos. Después ya vinieron algunos disparos”, dijo en conversación telefónica con LA NACION Cardarelli, quien trabaja en una compañía multinacional y se radicó en el país con su familia tras un traslado laboral. “La situación fue muy complicada estos días”.
Una escalofriante ola de incidentes violentos azota desde el fin de semana a las provincias de KwaZulu Natal y Gauteng, donde se encuentra la ciudad más poblada, Johannesburgo. Lo que comenzó como protestas multitudinarias contra el encarcelamiento del ex presidente Jacob Zuma desencadenó en incontrolables saqueos, incendios y numerosos disturbios, que instauraron el caos en las calles de los suburbios sudafricanos.
Zuma, de origen Zulú y el primer mandatario con estas raíces desde el apartheid, comenzó su condena de 15 meses tras las rejas por negarse a testificar en una investigación por corrupción mientras era presidente. “Su encarcelamiento produjo reacciones en la provincia, donde cuenta con mucho soporte”, explicó Cardarelli.
“Nunca había ocurrido desde la caída del apartheid algo similar a lo que está ocurriendo en estos días”, confesó. “Para ponerte en contexto, es el levantamiento popular más fuerte, más masivo y más violento desde los levantamientos de la década del 80″.
Y compara: “los niveles de desastres y saqueos han sido muy superiores a los del 2001 en la Argentina. Por eso creo que ni el gobierno, ni las fuerzas de seguridad estaban preparadas para esto”.
Los incidentes empezaron con bloqueos de autopistas y de acceso el lunes, entre ellas, la autopista N2, entre las más importantes del país y en las cercanías del barrio en donde reside la familia argentina.
“Hoy jueves, 5 de la tarde, todavía no hemos podido salir del barrio cerrado en estos cuatro días y medio. Nos cambió la vida muy fuertemente. Estamos en casa sin poder salir”, lamentó Cardarelli, de 48 años. Los primeros días “no podías salir a las calles porque era extremadamente peligroso”.
Por los saqueos, “en las afueras de donde nosotros vivimos, que vivimos cerca de un suburbio, Ballito, todos los negociosos están cerrados desde el lunes. Nuestros complejos comerciales no fueron saqueados porque la población civil armada armó barricadas para evitar que los saqueadores lleguen a los centros comerciales”, dijo.
El puerto de Durban, el más grande de Sudáfrica y el segundo mayor de África, fue también blanco de estos incidentes: “A través de nuestro puerto entra mucha mercadería del mundo que es almacenada en grandes depósitos. [También] fueron saqueados muchos de ellos en escenas que la verdad fueron muy impactantes”.
La situación es crítica. Los incidentes violentos se cobraron la vida de 117 personas al momento y hay más de 750 personas detenidas. El horror en las calles imposibilitó la movilidad de las personas y con eso, la distribución de servicios, al punto tal que la región está empezando a experimentar escases de comida y combustible, un escenario que el empresario describe como “muy fuerte”.
“Estamos encerrados en casa, no hay negociosos para comprar comida, no hay estaciones de servicio para cargar combustible y está empezando la escases de comida y combustible muy fuerte en toda la zona”, advirtió.
Como en un estado de guerra, ahora dependen de racionalizar los alimentos para poder comer: “Hoy trajeron desde algunos negocios comida a nuestro barrio y tuvimos [que hacer] como una hora y media una fila para comprar pan, huevos, y un poco de carne. Obviamente racionalizado, no podías comprar más de determinada cantidad porque en este momento ya van cinco días sin ningún negocio de comida, ni supermercado abierto, ni estaciones de servicio abiertas”.
El gobierno de Cyril Ramaphosa desplegó 25.000 efectivos para controlar la situación, al ver a la policía desbordada. Incluso la sociedad civil se vio obligada a defender sus comercios y viviendas por sus propios medios, enfrentando a los agresores.
En momentos en que Sudáfrica atraviesa su tercera ola de coronavirus, con un promedio semanal de 309 casos por millón de habitantes según las cifras de Our World in Data, la inmunización en esta región, que apenas tomaba impulso, ahora está pausada, con un futuro incierto.
“La campaña de vacunación ha sido afectada fuertemente en nuestra provincia. Inclusive algunas farmacias han sido saqueadas las vacunas, con lo cual nuestra región tiene un impacto muy grande en cuanto a la pandemia”, dijo Cardarelli, quien esperaba con ansias su dosis en esta semana. “Ahora tendremos que esperar algunos días hasta que se vuelva a abrir [los centros de vacunación], que no sabemos cuándo va a ser porque no sabemos cuánto ha sido el daño”.
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