El analista Mariano Aguirre se explayó acerca de las complicadas redes económicas y políticas que relacionan a la mayoría de potencias mundiales y que mantienen en una latente competencia en diversos campos a los países centrales
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La humanidad se enfrenta a una nueva y larga Guerra Fría, con diferencias notables a la anterior, pero que la vuelven mucho más peligrosa. Eso asegura el analista de paz y conflictos Mariano Aguirre en su nuevo libro “Guerra Fría 2.0 Claves para entender la nueva política internacional” (Icaria, Barcelona, 2023), en el que compara la situación actual con el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, en el que Estados Unidos y la extinta Unión Soviética se enfrentaron en múltiples frentes.
El conflicto actual incluye a más actores, por lo que es más complejo y menos predecible, explica el escritor, quien además es investigador asociado de la prestigiosa Chatham House, con sede en Londres, y asesor de la Red Latinoamericana de Seguridad de la Fundación Friedrich Ebert, en Berlín.
Para Aguirre, la Guerra Fría, que culminó con el colapso de la Unión Soviética en 1991, es un tema muy personal, pues dice fue un periodo que marcó su infancia y su adolescencia. “Nací poco después de su inicio. Primero la viví en América Latina y luego en Estados Unidos y Europa. Vi muchas películas y programas de televisión en los que se veía el conflicto”.
En los últimos años, el analista comenzó a ver similitudes con aquella época y tras la invasión rusa de Ucrania en marzo de 2022, que para él se ha convertido en un conflicto derivado de la nueva Guerra Fría, comenzó a investigar.
Como resultado de su investigación nació “Guerra Fría 2.0″ y ahora en entrevista con BBC Mundo explica por qué considera que estamos en una nueva Guerra Fría, habla de las implicaciones que tuvo la anterior en América Latina y cómo puede afectar a la región este nuevo conflicto.
¿Cuáles son las razones por las que consideras que estamos en una nueva Guerra Fría?
Hay una serie de elementos en común.
El principal es que durante la Primera Guerra Fría, las grandes potencias políticas, económicas y especialmente militares, armadas con armas nucleares, mantuvieron entre ellas un altísimo grado de tensión durante varias décadas.
Desplazaron esas tensiones, en muchos casos a guerras y conflictos en el sur del planeta, en lo que entonces llamábamos el tercer mundo. Sin embargo nunca colisionaron de forma armada directamente. En esta nueva Guerra Fría, estamos viviendo una situación similar.
Por un lado está Rusia, como heredera de la antigua Unión Soviética, por otro China, como gran potencia en ascenso; también tenemos a Estados Unidos como gran potencia, con problemas y con cierto grado de declive, y la Unión Europea, que no es una potencia armada, pero sí una económica y política.
Mantienen tensiones entre sí en diversas formas y no han entrado en un conflicto armado directo, pero las potencias están llevando a cabo un conflicto político, comercial, económico, energético y militar, mediante una guerra delegada: la guerra en Ucrania.
Estamos en una nueva Guerra Fría, pero hay diferencias con la anterior.
¿En qué se diferencia este conflicto con la Guerra Fría del siglo pasado?
La diferencia principal es que la Primera Guerra Fría se desarrolló entre sistemas económicos diferentes. Estados Unidos encarnaba el sistema capitalista liberal democrático y la Unión Soviética encarnaba la economía de Estado, el sistema comunista.
El sistema político de partido único en China era también parte del mundo comunista, al igual que Cuba, Vietnam o Corea del Norte, pero no eran países tan relevantes en ese momento.
Cada uno de estos países operaba bajo un sistema económico diferente en sí mismo y con sus aliados, mientras que actualmente las cuatro grandes potencias, si incluimos la Unión Europea, operan bajo el mismo sistema económico.
Otra diferencia es que si bien durante la Guerra Fría se creó el Movimiento de los Países No Alineados (NOAL), liderados especialmente por India en aquel momento, hoy en día, más que no alineados, tenemos países emergentes, o potencias medias.
Algunas de ellas con armamento nuclear, como India, otras sin armamento nuclear, pero con un prestigio internacional y un peso diplomático fuerte como Brasil y otras con un peso regional muy fuerte como Turquía.
Un tercer factor es que durante la Primera Guerra Fría, Estados Unidos estaba en el auge de su poder hegemónico sobre el mundo occidental, mientras que ahora se encuentra en una situación de crisis interna, política, constitucional y social, y ha perdido gran parte de su poder en el mundo, especialmente en zonas donde antes era el poder central hegemónico como en Medio Oriente o América Latina.
Como dices, la Guerra Fría fue también un conflicto de ideologías, ¿cómo compararas aquella lucha con la actual? ¿En qué consisten exactamente las ideologías china y rusa en la actualidad?
Durante la Primera Guerra Fría, la contienda ideológica era básicamente entre capitalismo y comunismo.
Hoy la confrontación es mucho más pragmática, es una confrontación por intereses económicos, por acceso a recursos energéticos y minerales para el desarrollo de tecnologías tanto de inteligencia artificial, biotecnología cibernética, etc
A esta confrontación se la califica desde Europa y Estados Unidos como una confrontación entre democracia y autoritarismo. Efectivamente, digamos, Estados Unidos y Europa encarnan a los Estados democráticos, aunque haya muchos problemas internos en nuestras democracias, mientras que China y Rusia tienen modelos políticos y económicos que son diferentes entre sí, pero el autoritarismo los marca.
El autoritarismo no es solamente un problema chino o ruso; es un problema creciente, que acecha y amenaza a las democracias de muchos países de América, África, Europa o en Oriente Medio, con el caso de Turquía.
En la actualidad hay muchos Estados en los cuales los líderes políticos y sus partidos llegan al poder por la vía electoral y luego se convierten en líderes altamente autoritarios. Esto complica la división tan clara teóricamente entre autoritarismo y democracia.
El comunismo surgió como alternativa al capitalismo, pero en la actualidad ha prácticamente desaparecido del horizonte político. ¿Hay una alternativa hoy en día al capitalismo occidental?
En esta Segunda Guerra Fría que vivimos, Rusia y China no ofrecen una alternativa al capitalismo occidental, como en el pasado ofrecieron el comunismo.
Hay movimientos, ideas, teorías y estudios que van configurando avances alternativos al modelo capitalista, en el terreno medioambiental por ejemplo o en la forma de usar los recursos naturales. Pero ninguno de ellos representa un gran movimiento alternativo real al capitalismo.
¿Cómo cambió la Guerra Fría a América Latina?
América Latina quedó atrapada entre la pugna capitalismo contra comunismo. Diversos desarrollos políticos en la región fueron producto de las tensiones: golpes de estado como el de Chile en 1973 o el de Argentina en 1976, también hubo acciones para detener revoluciones y gobiernos de corte más nacionalista que marxista.
Todos estos sucesos ocurrieron porque Estados Unidos y las élites locales intuían que cualquier tipo de reivindicación o movimiento social que criticaba el sistema establecido podía ser un movimiento comunista.
Efectivamente, algunos como la Revolución cubana, empezaron siendo revoluciones nacionalistas que se volvieron revoluciones comunistas, en parte por el asedio al que fueron sometidas bajo esta interpretación, o porque sus propios líderes evolucionaron en esa dirección.
Por supuesto, la Unión Soviética aprovechaba cualquier oportunidad para tratar de tener influencia en la región, que fue mucho menor que lo que en realidad se decía, excepto en el caso cubano.
¿Qué impacto puede tener esta nueva Guerra Fría en la región?
En el período actual, que yo llamo de Nueva Guerra Fría, la situación de América Latina es bastante diferente. Estados Unidos ya no tiene un interés global en la región, tiene un interés selectivo: le interesan Colombia, México y últimamente Brasil. La política estadounidense de la Guerra Fría, de querer influenciar y controlar totalmente la región ya no existe.
Por otra parte, Rusia y China, al igual que otros países como Irán o Turquía, tienen interés en la región por sus recursos, por sus mercados o por eventualmente alianzas con determinados líderes políticos circunstanciales.
Las élites en Latinoamérica también actúan de forma diferente. Quizá muchas de ellas siguen siendo ideológicamente pro Estados Unidos, pero ahora están abierta a pactos pragmáticos, económicos, comerciales o de inversiones con China, por poner un ejemplo.
¿En medio de estas nuevas tensiones entre potencias, crees que América Latina debería tomar algún partido?
No creo. Ese es un debate actualmente en curso en América Latina.
Algunos pensadores consideran que debe estar situada en un alineamiento activo. Otros creen que América Latina debe mantenerse no alineada y tratar de negociar lo mejor posible sus posiciones. Lo que pasa es que América Latina son muchos países con muchos intereses diferentes.
Es más fácil mantener una posición no alineada para un país gigante y con un gran peso en las relaciones internacionales como Brasil, que para los países centroamericanos y del Caribe, que son mucho más débiles y están muy cerca de Estados Unidos.
Puede ser relativamente más fácil para México porque es más grande y más fuerte, pero es también complicado por el tema migratorio, de inversiones y su cercanía con Estados Unidos.
En la última década Brasil perdió influencia internacional, especialmente en América Latina, debido a problemas políticos internos, ¿cómo puede Lula da Silvaretomar aquel liderazgo perdido y el rol de Brasil como gran potencia regional?
No es sencillo, pero es posible. Brasil es un gigante demográfico y geográfico. Es una potencia industrial considerable, una potencia agrícola y productora de carne.
Es una potencia medioambiental, por la Amazonia. Tiene una soberanía marítima gigantesca, buenas relaciones con África, con Europa y en la actualidad buenas relaciones con Estados Unidos.
También tiene la puerta abierta y buenas relaciones con Rusia y China. Todo esto le permite jugar por su beneficio propio. Puede alcanzar las mejores alianzas posibles en los terrenos comerciales, culturales, tecnológicos, económicos, sociales y políticos.
De igual forma, puede ofrecerse como actor dentro de un posible acuerdo que promocione la paz en Ucrania.
En tu libro apuntas que para muchos está claro que el viejo orden mundial, diseñado después de la Segunda Guerra Mundial, dejó de funcionar, y especialmente instituciones como Naciones Unidas. ¿Por qué fracasó?
El orden internacional se encuentra en una situación paradójica. No ha tenido éxito; tampoco ha fracasado totalmente. Es criticado por todos los lados, pero probablemente sin ese orden el sistema internacional estaría peor.
Es un orden que requiere muchas reformas. Parte del fracaso del orden mundial se debe a que tiene unas reglas que los países más poderosos no siempre han sido respetados. Solo las han hecho valer cuando funcionan para su beneficio.
Es un orden basado en el principio de la soberanía y la no injerencia, pero países como Estados Unidos, la antigua Unión Soviética y ahora Rusia han intervenido en repetidas ocasiones en países del Sur: Estados Unidos en Vietnam o en Irak, y Rusia en Afganistán, varios países de Europa Oriental y actualmente lo está haciendo en Ucrania.
El orden internacional funciona mejor para beneficio de los países más poderosos y no de forma tan equilibrada, especialmente en el terreno de las relaciones económicas y comerciales, para los países del sur.
Por ello el sur global emergente ahora pide reformas con medidas concretas. Por ejemplo, si los países del norte quieren que hagamos una transformación ecológica de nuestras economías, pues entonces tienen que colaborar económicamente para que podamos hacerlas.
Rusia es hoy un país mucho más débil y mucho menos influyente de lo que fue la Unión Soviética. ¿Por qué Putin se embarcó en este conflicto?
Rusia tiene muchas debilidades económicas. Es básicamente una potencia con armas nucleares, petróleo, gas, y otros recursos. Pero es un país con un subdesarrollo tecnológico e industrial, y una falta de cohesión social interna.
Son grandes problemas para un país gigante y con un sistema fuertemente autoritario que hoy funciona para las élites civiles, militares y religiosas de Rusia. Pero que podría no ser eterno.
Putin se embarcó pensando que iba a poder hacer una jugada compleja y rápida. Creyó que Estados Unidos no se iba a meter y se dedicaría a sus problemas internos y que la OTAN no estaba tan unida tras la crisis de Afganistán.
Putin pensó que podía conquistar y destruir Ucrania rápidamente y no previó la unión y el apoyo de Estados Unidos y Europa, ni el flujo inmenso de armas que se han transferido en Ucrania ni el apoyo político que logró el presidente Zelensky.
Durante la Guerra Fría, el mundo estuvo al borde de un conflicto con armas nucleares en al menos dos ocasiones. Actualmente muchos temen la utilización de armas nucleares en Ucrania y Rusia no lo ha descartado, ¿qué tan cerca estamos de una guerra nuclear?
Creo que no estamos cerca de una guerra nuclear. Las armas nucleares son un tema suficientemente serio, por lo que es preferible preocuparse por su posible uso que adoptar una actitud despreocupada.
Rusia ha amenazado de forma más o menos explícita con que podría llegar a utilizar armas nucleares, pero creo que pese a todas las teorías que hay sobre que Putin es una especie de maniático enloquecido, dudo mucho que él y su élite de poder estén dispuestos a usar armas nucleares.
Además, utilizar armas nucleares en Ucrania sería catastrófico para Rusia porque afectaría al territorio ruso y lo convertiría en un Estado paria, incluso frente a sus aliados.
Hoy en día no hay armas nucleares pequeñas. Todas son decenas de veces más fuertes que las bombas usadas en Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial.
Pero hay que tener en cuenta que por más avanzada que sea la tecnología y más sofisticados que sean los sistemas de control, errores humanos pueden ocurrir, como durante la crisis de los misiles soviéticos en Cuba, y eso sigue siendo un peligro.
Desde el estallido de la guerra en Ucrania, muchos piensan que el orden mundial se encuentra en plena fase de reconfiguración. ¿Cómo ves tú el mundo posterior a la invasión rusa?
Si nos atenemos a las tendencias actuales, es un mundo en el que la mayor parte de los Estados, especialmente los más poderosos, van a velar mucho más por sus intereses nacionales por encima de los intereses cooperativos en el sistema internacional.
Pese al impulso que ha tenido en los últimos décadas la cuestión medioambiental, creo que va a quedar desplazada a un segundo plano frente a lo que son las necesidades estratégicas.
Si es necesario revivir la explotación de carbón y aumentar el uso de petróleo, pues se hace eso y se retrasa la transformación ecológica. Creo que se va a agudizar la brecha entre un mundo rico, con problemas pero aún rico y más cerrado, y un mundo pobre y con algunos Estados intermedios.
A diferencia de la bipolaridad en la que vivíamos durante de la Guerra Fría, hoy tenemos un mundo multipolar, con tres grandes potencias y muchas potencias regionales, ¿era más fácil vivir en un mundo seguro antes bajo un orden mundial con dos superpotencias?
El mundo durante la Guerra Fría no era completamente agradable, pero era al menos predecible. Al cabo de varias décadas de Guerra Fría, ambas partes se conocían, sabían convivir y sabían más o menos cómo el otro lado iba a actuar. El mundo hoy es multipolar, con varias potencias y ninguna que se pueda interponer sobre las otras.
La gestión de los problemas es más difícil en este mundo multipolar, pues es más complicado que tantos protagonistas, con intereses muchas veces tan encontrados, lleguen a un consenso sobre un tema determinado. Por eso, si lo llevamos al tema de paz de seguridad, este mundo multipolar es un lugar más inseguro que el mundo anterior.
En lugar de comparar la Guerra en Ucrania con la Guerra Fría, varios académicos la han comparado con las tensiones en un mundo multipolar, que se vivieron a principios del siglo XX y que culminaron con la Primera Guerra Mundial.
Creo que son similitudes muy lejanas. Hay una similitud en los análisis históricos que han hecho algunos historiadores como Margaret MacMillan que muestran que había un gran optimismo.
Los líderes políticos del principio del siglo XX creían que no se iban a repetir las guerras que había habido en siglos y décadas anteriores en Europa y que iba a iniciarse un periodo de convivencia alrededor del comercio y los intereses comerciales. Había una exaltación de la idea liberal de que el comercio trae la paz, pero iban caminando como sonámbulos hacia la guerra.
Hay una similitud cuando vemos esa exaltación que hacen algunos analistas que alientan el rearme de Estados Unidos contra China o utilizar la guerra en Ucrania para vencer a Rusia sin precisar qué significa esto. Eso es peligroso.
¿Quién ganará esta nueva Guerra Fría?
Es imposible saberlo ahora. Creo que nadie puede ganar totalmente esta nueva Guerra Fría porque hay una interrelación muy grande, especialmente entre China y Estados Unidos, que es esquizofrénico hablar de una posible confrontación, incluso militar.
Estamos condenados a esta nueva Guerra Fría que será larga y muy tensa por la interdependencia que hay entre China, Rusia, EE.UU. y Europa, pero esperemos que no dé lugar a una confrontación militar.
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