Estados Unidos y la OTAN se desesperan por armar a Ucrania y reabastecer sus agotados arsenales
En Ucrania, precisamente ese tipo de guerra europea que parecía inconcebible se está comiendo los modestos arsenales de artillería, municiones y defensas aéreas de la alianza militar
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BRUSELAS.- Cuando la Unión Soviética colapsó, los países de Europa manotearon su “dividendo de paz” y aprovecharon para reducir drásticamente sus presupuestos de defensa, sus ejércitos y sus arsenales.
Casi una década más tarde, con el ascenso de al-Qaeda, el terrorismo se convirtió en un blanco que reclamaba un tipo de inversión militar diferente, con fuerzas expedicionarias más livianas. Ni la larga intervención de la OTAN en Afganistán se pareció demasiado a las guerras terrestres europeas, llenas de tanques y artillería pesada, una posibilidad que prácticamente todos los ministros de Defensa del continente descartaban a perpetuidad.
Pero ocurrió.
Ahora, en Ucrania, precisamente ese tipo de guerra europea que parecía inconcebible se está comiendo los modestos arsenales de artillería, municiones y defensas aéreas que en la OTAN algunos llaman “los ejércitos bonsai de Europa”, por los recortes que sufrieron. Hasta Estados Unidos tiene un stock limitado de las armas que Ucrania reclama y necesita, y Washington no está demasiado dispuesto a desviar armas cruciales de regiones sensibles, como Taiwán y Corea del Sur, donde China y Corea del Norte juegan constantemente al límite.
A nueve meses del inicio de la guerra en Ucrania, esa falta de preparación esencial de los arsenales de Occidente ha desatado una desesperada carrera para abastecer a Ucrania de las armas que necesita y al mismo tiempo reconstruir los arsenales de la OTAN. Y como ambos bandos en pugna están consumiendo armas y municiones a un ritmo sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, la competencia por el nivel de reservas de armas se ha convertido en un frente crítico, que hasta podría resultar decisivo para el esfuerzo bélico de Ucrania.
Es que según los altos funcionarios de la OTAN, la cantidad de artillería que se está consumiendo en Ucrania es alucinante. En Afganistán, por ejemplo, las fuerzas de la OTAN podrían haber disparado hasta 300 rondas de artillería por día sin tener que preocuparse por las defensas aéreas. Pero Ucrania llega a disparar miles de rondas por día y sigue desesperada por conseguir defensas aéreas contra los misiles y drones de fabricación iraní que lanzan los rusos.
“Un día en Ucrania es como un mes, o más, en Afganistán”, dice Camille Grand, experta en defensa del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores y hasta hace poco tiempo subsecretaria general de inversiones en defensa de la OTAN.
Según un alto funcionario de la OTAN, en las batallas de hace un par de meses en la región del Donbass, los ucranianos disparaban entre 6000 y 7000 rondas de artillería por día, y los rusos entre 40.000 y 50.000.
Para entender la dimensión de esas cifras, basta recordar que Estados Unidos tiene capacidad de fabricar apenas 15.000 rondas de artillería por mes.
Así que Occidente ahora corre para encontrar armas cada vez más escasas de la era soviética que Ucrania pueda usar, incluidos misiles tierra-aire S-300, blindados T-72, y sobre todo proyectiles de artillería de calibre soviético.
Occidente está tratando de encontrar sistemas alternativos, aunque sean todavía más antiguos, para sustituir las menguantes reservas de los costosos misiles de defensa antiaérea y los Javelins antitanques. También ha tentado a las industrias de defensa occidentales con contratos a largo plazo, a cambio de que contraten más personal para trabajar a doble turno y renueven las viejas líneas de producción de sus fábricas. Y ha propuesto comprarle municiones a países como Corea del Sur para reponer el stock que envía a Ucrania.
Incluso están debatiendo que la OTAN invierta en viejas fábricas instaladas en la República Checa, Eslovaquia y Bulgaria para relanzar la fabricación de proyectiles de calibre soviético de 152 milímetros y 122 milímetros para abastecer las piezas de artillería de Ucrania, que son mayormente de la era soviética.
Pero los obstáculos son tan numerosos como las soluciones propuestas.
Los países de la OTAN han hecho aspavientos de sus modestos envíos a Ucrania de artillería occidental avanzada, que utiliza proyectiles de 155 milímetros, el estándar de la alianza atlántica. Pero los sistemas de la OTAN rara vez están certificados para usar rondas de municiones producidas en otros países de la propia OTAN, cada uno de los cuales suele fabricar sus proyectiles de manera diferente: así los fabricantes de armas se aseguran de ser ellos mismos quienes provean las municiones para sus armas.
Los rusos también tienen sus propios problemas de reabastecimiento. Ahora usan menos proyectiles de artillería, pero tienen muchos, por más que algunos sean viejos y poco confiables. Frente a un problema parecido, Moscú también está tratando de aumentar la producción militar, y hay informes de que estaría tratando de comprarle misiles a Corea del Norte y más drones baratos a Irán.
Frente a la anexión rusa de Crimea en 2014 y la actual guerra en la región de Donbass, los nuevos objetivos de gasto militar de la OTAN —2% del producto interno bruto para 2024, con un 20% de ese monto para equipos, en vez de salarios y pensiones— parecen modestos. Pero hasta esos escasos recursos fueron mayormente ignorados miembros claves de la alianza atlántica.
Según el mismo funcionario de la OTAN antes citado, en febrero, cuando comenzó la guerra en Ucrania, el arsenal de muchas naciones era de apenas la mitad de lo que se suponía, y había pocos avances en la creación de armas que pudieran usar indistintamente los países miembros.
Incluso dentro de la Unión Europea, solo el 18% de los gastos de defensa de los países son fondos cooperativos.
Los ucranianos reclaman al menos cuatro sistemas de armas que Occidente no les ha proporcionado y es poco probable que lo haga: misiles tierra-tierra de largo alcance conocidos como ATACMS que podrían alcanzar territorio de Rusia y Crimea; aviones de combate occidentales; tanques occidentales; y una defensa aérea mucho más avanzada, señala Mark F. Cancian, exestratega de armas de la Casa Blanca y actual asesor principal en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington.
Los ATACMS tienen un alcance de unos 190 kilómetros y no se enviarán a Ucrania por temor a que puedan impactar en Rusia; los tanques y los aviones de combate son demasiado complicados y requieren un año o más de entrenamiento para aprender a usarlos y mantenerlos. En cuanto a la defensa aérea, Cancian dice que después de la Guerra Fría, la OTAN y Estados Unidos desactivaron la mayor parte de su defensa aérea de corto alcance, y hoy no alcanza poco para todos. Producir más puede llevar hasta dos años.
Además, el mantenimiento es un factor clave, pero existen opciones inteligentes de equipos relativamente más simples, como los obuses M-777 que ya se han entregado a Ucrania. Con las piezas de repuesto correctas, un ingeniero ucraniano puede conectarse por Zoom con un oficial de artillería de Estados Unidos en Fort Sill, Oklahoma, y aprender la tarea de mantenimiento del equipo.
También Washington está buscando alternativas más antiguas y baratas, como enviarle a Ucrania los misiles antitanque TOW, que abundan, en vez de los misiles portátiles antitanque Javelins, y misiles Hawk en vez de versiones tierra-aire más nuevas. Pero los funcionarios también presionan cada vez más a Ucrania para que sea más eficiente, y no gaste un misil que cuesta 150.000 dólares, por ejemplo, para derribar un dron que cuesta apenas 20.000.
De hecho, algunas armas del arsenal de Estados Unidos ya se están agotando.
“El problema que más preocupa a los planificadores militares probablemente sea la escasez de proyectiles de artillería de 155 milímetros”, señala Cancian. “Porque para aumentar la capacidad de producción de esos proyectiles hay que esperar entre cuatro y cinco años”.
Por Steven Erlanger y Lara Jakes
Traducción de Jaime Arrambide
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