Estados Unidos alteró en secreto los lanzacohetes Himars para evitar que Ucrania dispare misiles a Rusia
Los expertos debaten si los misiles de largo alcance para Kiev disuadirían a Putin o escalarían la guerra
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WASHINGTON.– Estados Unidos modificó en secreto los avanzados lanzacohetes Himars que entregó a Ucrania para que no puedan ser utilizados para disparar misiles de largo alcance contra Rusia, según informaron funcionarios estadounidenses, una precaución que el gobierno de Joe Biden considera necesaria para reducir el riesgo de una guerra más amplia con Moscú.
Desde junio, Estados Unidos ha suministrado a las fuerzas ucranianas 20 lanzadores del Sistema de Cohetes de Artillería de Alta Movilidad (Himars) y un amplio inventario de cohetes guiados por satélite con un alcance de casi 80 kilómetros. Estos cohetes, conocidos como Sistema de Cohetes de Lanzamiento Múltiple Guiado (Gmlrs), se han utilizado para atacar depósitos de municiones, suministros logísticos y centros de mando rusos en territorio ucraniano.
Pero los lanzadores Himars tienen una alteración única destinada a impedir que se conviertan en sistemas aún más potentes en el campo de batalla. Funcionarios estadounidenses afirman que el Pentágono ha modificado los lanzadores para que no puedan disparar misiles de largo alcance, incluidos los cohetes del Sistema de Misiles Tácticos del Ejército de Estados Unidos (Atacms) que tienen un alcance de casi 320 kilómetros.
Las modificaciones, hasta ahora no reveladas, muestran hasta dónde ha llegado la administración Biden para equilibrar su apoyo a las fuerzas ucranianas con el riesgo de una escalada con Moscú. También reflejan el temor de los funcionarios norteamericanos a que su socio ucraniano deje de cumplir su promesa de no atacar territorio ruso con armas proporcionadas por Estados Unidos.
El lunes dos bases aéreas rusas fueron sacudidas por explosiones, incluida una que sirve de base para bombarderos de largo alcance. El Ministerio de Defensa ruso dijo que Ucrania había utilizado aviones no tripulados para llevar a cabo los ataques, que dañaron dos aviones y mataron a tres soldados rusos. No hay pruebas de que en los ataques se utilizara armamento proporcionado por Estados Unidos.
Kiev no reivindicó formalmente la autoría del ataque, pero las autoridades ucranianas insinuaron que tenían capacidad para atacar en el interior de Rusia. Tras los ataques, Rusia lanzó misiles contra Ucrania.
Estados Unidos se ha abstenido de suministrar a Ucrania misiles Atacms de largo alcance. Pero las modificaciones aseguran que incluso si Ucrania los adquiriera de otras fuentes, no podría utilizar los lanzadores Himars que Estados Unidos le proporcionó para dispararlos. s.
El Pentágono declinó hacer comentarios sobre las modificaciones, que según funcionarios estadounidenses afectan a su hardware y software.
“Debido a consideraciones de seguridad operativa, no hacemos comentarios públicos sobre la configuración de los sistemas proporcionados a los aliados y socios”, dijo el general de brigada de la Fuerza Aérea Patrick Ryder, portavoz del Pentágono. “Estados Unidos sigue comprometido a proporcionar a Ucrania las capacidades que necesita para contrarrestar la agresión rusa”.
La Casa Blanca, que según funcionarios de la administración ha participado en decisiones clave sobre armamento en Ucrania, declinó hacer comentarios.
El ejército ucraniano declinó hacer comentarios.
El gobierno de Biden afirmó en repetidas ocasiones que las decisiones sobre una posible resolución diplomática con Rusia dependen de Kiev y que el objetivo de Washington es situar a Ucrania en la posición más fuerte posible en caso de que lleguen a producirse conversaciones de paz. Pero el apoyo militar que Estados Unidos y sus aliados han prestado a Kiev ha condicionado lo que Ucrania es capaz de lograr en el campo de batalla.
Desde que Rusia concentró fuerzas para invadir Ucrania en febrero, Estados Unidos fue ampliando gradualmente los tipos de armas que ha estado dispuesto a proporcionar a Kiev más allá de los misiles antitanque Javelin disparados desde el hombro que Ucrania recibió por primera vez durante la administración Trump.
Después de meses de discusiones internas sobre cómo proporcionar misiles antiaéreos Stinger que no contuvieran equipo clasificado, los primeros Stinger de las existencias estadounidenses llegaron a Ucrania a finales de febrero, poco después del inicio de la invasión rusa.
En abril, ya se habían enviado a Ucrania obuses M777. En mayo, el Secretario de Defensa Lloyd Austin dijo que Dinamarca proporcionaría misiles antibuque Harpoon de fabricación estadounidense y un lanzador costero para dispararlos.
Más tarde, ese mismo mes, funcionarios estadounidenses dijeron que proporcionarían Himars sobre ruedas. Estos lanzadores se utilizarían para disparar los Gmlrs, que tienen aproximadamente el doble de alcance que los obuses.
Para evitar el riesgo de una escalada, Estados Unidos consiguió que el presidente Volodimir Zelensky se comprometiera a que los lanzadores no se utilizarían para atacar objetivos en territorio ruso. Ucrania ha cumplido ese compromiso, lo que, según los funcionarios ucranianos, demuestra que se puede confiar en Kiev para las armas de largo alcance.
El Pentágono dijo en agosto que había proporcionado misiles antirradiación de alta velocidad (HARM), que Ucrania dispara desde sus cazas de la era soviética para atacar los radares rusos.
Pero la Casa Blanca se ha movido con cautela, sopesando el beneficio militar para Kiev frente al riesgo de escalada con Moscú, en un equilibrio que ha dejado a Ucrania sin misiles estadounidenses de largo alcance que puedan atacar el cuartel general naval ruso, las unidades de las fuerzas aéreas y la logística en Crimea ocupada por Rusia o los activos militares en territorio ruso.
Estados Unidos se ha negado a proporcionar aviones no tripulados Gray Eagle MQ-1C ante la preocupación del Pentágono de que puedan ser utilizados para atacar objetivos en Rusia.
Las esperanzas de Ucrania de adquirir aviones occidentales a corto plazo también han sido rechazadas por la administración Biden, aunque Estados Unidos no ha descartado suministrarlos dentro de unos años, una vez resuelto el conflicto ucraniano.
Uno de los principales sistemas que los rusos han advertido a Washington que no suministre –tanto privada como públicamente– son los misiles superficie-superficie de largo alcance, como los misiles Atacms, que pueden dispararse desde lanzadores Himars y podrían alcanzar territorio ruso.
“Si Washington decide suministrar misiles de mayor alcance a Kiev, estará cruzando una línea roja y se convertirá en parte directa del conflicto”, declaró en septiembre la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Maria Zakharova.
El oresidente Biden declaró en mayo que Estados Unidos no proporcionaría a Ucrania “sistemas de cohetes que alcancen Rusia”.
La exigencia rusa de no proporcionar Atacms a Kiev se produce en un momento en el que ha crecido el debate entre funcionarios estadounidenses y europeos sobre si la administración Biden ha sido demasiado cauta a la hora de proporcionar apoyo militar a Ucrania.
Esa disputa se ha intensificado a medida que Rusia ha bombardeado las infraestructuras de Ucrania, para privar a millones de civiles de electricidad, calefacción y agua, disparando misiles desde territorio ruso y lanzando drones de fabricación iraní desde bases en la Crimea ocupada por Rusia con virtual impunidad.
Estados Unidos y sus aliados han intentado ayudar a Ucrania reforzando su arsenal de defensas aéreas. Pero los esfuerzos aliados han avanzado lentamente. Aunque las autoridades ucranianas afirman que alrededor del 80% de los misiles atacantes son derribados, los que han conseguido pasar han inutilizado alrededor del 50% de la red eléctrica de Ucrania, aunque los trabajadores ucranianos están intentando restablecerla.
En un lado del debate se encuentran expertos como Charles Kupchan, máximo responsable del Consejo de Seguridad Nacional para Europa durante la administración Obama, que defiende que Estados Unidos debe seguir limitando el alcance y la sofisticación de las armas suministradas a Ucrania, para contener el riesgo de un conflicto más amplio con Rusia.
“Estados Unidos debería evitar alentar o facilitar un esfuerzo ucraniano para expulsar completamente a las fuerzas rusas de todo su territorio, incluida Crimea, un objetivo bélico que correría un riesgo demasiado alto de incitar a Putin [el presidente ruso Vladimir] a emprender acciones aún más temerarias, incluido el posible uso de armas nucleares”, opinó Kupchan.
El otro bando incluye a algunos antiguos funcionarios de la alianza. Al negar a Ucrania misiles de largo alcance y lanzadores que puedan dispararlos, dicen, Occidente ha dado, en efecto, vía libre a Rusia para disparar misiles balísticos y de crucero contra Ucrania desde Crimea y su propio territorio y para montar ataques con aviones no tripulados, sin temor a que Kiev pueda contraatacar.
“Desde el 10 de octubre, Putin ha cambiado de estrategia”, declaró a The Wall Street Journal Anders Fogh Rasmussen, ex primer ministro danés que fue secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte entre 2009 y 2014. “Ha acelerado la guerra atacando infraestructuras civiles, incluida la red energética. Potencialmente, ahora nos enfrentamos a una catástrofe humanitaria en Ucrania, y no nos hemos adaptado.”
“Para detener a Putin hay que disuadir, por ejemplo, lanzando misiles de largo alcance”, añadió.
Por Michael R. Gordon y Gordon Lubold
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