Estado Islámico-K, el grupo detrás del ataque en Moscú, cada vez más temerario y violento
El grupo militante es un violento opositor al gobierno talibán de Afganistán, donde está radicado. Y ataca cada vez más a sus enemigos extranjeros
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KABUL.- Los talibanes conocen como nadie la ferocidad que puede alcanzar la filial de Estado Islámico en Afganistán. Gran parte de Occidente considera a los talibanes, que en 2021 recuperaron el poder en Afganistán, como un movimiento islámico extremista. Pero Estado Islámico del Gran Khorasan, la filial de EI que se atribuyó el ataque terrorista del viernes en los suburbios de Moscú, es un opositor despiadado del gobierno talibán y califica su versión de gobierno islámico como demasiado blanda.
Estado Islámico del Gran Khorasan, o EI-K, es uno de los antagonistas más importantes que enfrenta el gobierno talibán afgano. Con una seguidilla de sangrientos atentados a lo largo y ancho del país, en los últimos años ha utilizado la violencia para intentar socavar las relaciones de los talibanes con sus aliados regionales y reforzar la imagen de un gobierno incapaz de ofrecer seguridad en Afganistán, señalan los analistas.
En los meses posteriores a la llegada al poder de los talibanes, EI-K efectuó atentados prácticamente diarios contra soldados talibanes en puestos de control de rutas y en barrios donde reside la minoría étnica hazara. Al año siguiente, en 2022, los combatientes de EI-K atacaron la embajada de Rusia en Kabul, intentaron asesinar al jefe de la diplomacia pakistaní en Afganistán y enviaron hombres armados a un importante hotel de Kabul donde se alojaban muchos ciudadanos chinos, con la intención de poner en riesgo la promesa de los talibanes de restaurar la paz.
Pero en los últimos tiempos los ataques de EI-K se volvieron todavía más temerarios y desbordaron las fronteras de Afganistán: en julio del año pasado, el grupo incursionó en un evento político en el norte de Pakistán y mató a por lo menos 43 personas, y en enero de este año mató a por lo menos 84 personas con dos explosiones suicidas en Irán. Ahora, los funcionarios de Estados Unidos dicen que EI-K estuvo detrás del ataque del viernes en Moscú, donde murieron al menos 133 personas.
En los últimos meses, EI-K amenazó con atentar contra las embajadas de China, India e Irán en Afganistán. También publicó un aluvión de propaganda antirrusa para denunciar al Kremlin por sus intervenciones en Siria y denunciando a los talibanes por entablar relaciones con el gobierno ruso décadas después de que la Unión Soviética invadiera Afganistán.
“Hace mucho que la lógica detrás del accionar de EI-K es escalar los atentados”, dice Asfandyar Mir, experto del Instituto de Paz de Estados Unidos. “Busca superar a sus rivales yihadistas con atentados más audaces, para diferenciarse, marcar su propio estilo y ponerse a la vanguardia del yihadismo global”.
EI-K fue creado en 2015 por combatientes desafectados del Movimiento de los Talibanes Pakistaníes, aliado y gemelo ideológico de los talibanes en Afganistán. En parte, la ideología de EI-K se propagó porque muchos pueblos del este de Afganistán y Pakistán son hogar de musulmanes salafistas, la misma rama sunita a la que responde Estado Islámico. Los talibanes, en cambio, siguen principalmente la escuela hanafí del islam sunní.
EI-K chocó desde sus inicios con los talibanes, primero en una disputa por territorios del este de Afganistán y luego denunciando al nuevo gobierno talibán por no hacer cumplir lo que considera la verdadera ley islámica. La propaganda de EI-K fustigaba duramente a los talibanes por su intención de establecer relaciones diplomáticas con países no musulmanes, incluidos Estados Unidos y Rusia, considerándolo una traición a la lucha yihadista global.
Antes de 2021 y de que Estados Unidos se retirara de Afganistán, los ataques aéreos norteamericanos y las incursiones comando afganas habían logrado contener a EI-K en el este de Afganistán. Pero tras el retiro de las tropas occidentales, el alcance de de la agrupación se expandió a casi la totalidad de las 34 provincias del país.
Desde que tomaron el poder, los talibanes llevan adelante una campaña antiterrorista incesante y a veces despiadada para terminar con EI-K. Según los analistas, esos esfuerzos evitaron que el grupo ocupara zonas de territorio afgano y obligaron a muchos de sus combatientes a radicarse en Pakistán. Según las autoridades norteamericanas, el año pasado, las fuerzas de seguridad talibanas mataron a por lo menos ocho líderes de EI-K en el país.
La campaña de los talibanes fue condenada por agrupaciones de derechos humanos, que aseguraron que en el este de Afganistán, histórico bastión del grupo, las fuerzas del gobierno afgano realizaban ejecuciones sumarias y desapariciones forzadas de personas acusadas de estar afiliadas a EI-K.
Este año, supervisores de la ONU también advirtieron que las operaciones de antiterrorismo de los talibanes contra EI-K “parecen más concentradas en la amenaza interna que representa el grupo que en sus operaciones en el extranjero”.
Pero si bien algunas células de EI-K fueron arrinconadas por las fuerzas de seguridad talibanas, el grupo demostró ser resiliente y se mantuvo activo en Afganistán, Irán y Pakistán. Apenas un día antes del atentado cerca de Moscú, el grupo perpetró un atentado suicida en Kandahar, Afganistán —la cuna del movimiento talibán—, una señal contundente de que los soldados talibanes no deben sentirse seguros ni siquiera en su feudo.
“La llegada de los talibanes al poder no modificó el grado de amenaza que representaba EI-K en Afganistán”, dice Riccardo Valle, director de investigación Khorasan Diary, una plataforma de investigación con sede en Islamabad, capital de Pakistán. “Simplemente obligó a EI-K a cambiar sus tácticas militares”.
Ahora, en vez de realizar pequeños atentados del estilo “toco y me voy” contra soldados y oficiales de policía talibanes de bajo rango, los analistas señalan que EI-K cambió su enfoque y apunta a atentados de envergadura en Afganistán y en el exterior.
La propaganda del grupo también describe a los talibanes como “traidores a la historia de Afganistán y traidores a su religión, por hacerse amigos de sus antiguos enemigos”, en referencia a Rusia, apunta Valle.
La propaganda del grupo reaviva el viejo temor a que se produzcan atentados por parte de personas no directamente asociadas a EI-K, pero seducidas por su mensaje. La comunicación del grupo también apunta a generar una grieta entre los talibanes y grandes potencias como Rusia, Irán y China, que en los últimos tiempos tuvieron un acercamiento con el gobierno talibán.
Si bien el gobierno talibán no es reconocido oficialmente por ningún país del mundo, este mes el Kremlin aceptó las credenciales de un agregado militar de los talibanes en Moscú, y China aceptó a un embajador talibán en el país. Ambas decisiones fueron vistas como tendientes a generar confianza entre las partes.
Tras el atentado en Moscú, el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores de Afganistán, Abdul Qahar Balkhi, dijo a través de un comunicado en las redes sociales que su país “condena enérgicamente el reciente atentado terrorista en Moscú” y lo considera “una flagrante violación de todos los estándares humanos”.
“Los países de la región deben tomar una posición conjunta, clara y firme contra estos graves episodios tendientes a desestabilizar la región”, agrega el comunicado del gobierno talibán.
Por Christina Goldbaum
(Traducción de Jaime Arrambide)
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