Esta vez votar parece más una pasión que un derecho en EE.UU.
Por Inés Capdevila Enviada especial
CHICAGO.– La invocación está en todos lados. En las vidrieras de los negocios de las grandes marcas. En la boca de los actores y empresarios famosos. En carteles en los ómnibus. En prendedores, gorros y corbatas. "¡Votá! No importa por quién. ¡Votá!"
De tan ubicuo y neutral, el pedido (en Estados Unidos el voto no es obligatorio) parece tener éxito. Aunque todavía falten 12 días para los comicios, los norteamericanos ya votan en masa para elegir a su próximo presidente.
La ansiedad económica, el fanatismo político, el fastidio con el gobierno y un creciente entusiasmo cívico los conduce a las urnas en Florida, Indiana, California, Illinois y otros 25 estados donde está permitido el sufragio anticipado, en persona o por correo. Más del 30% del padrón votaría, según un estudio de Pew Research, antes del 4 de noviembre; hasta el lunes pasado, 2,2 millones de personas ya lo habían hecho.
En 2004, apenas el 20% de los 126 millones de votantes lo hizo, y ese sufragio contribuyó a la reelección del presidente George W. Bush, que se llevó casi un 60% del voto anticipado. Este año, la tendencia podría revertirse.
El caudal de votantes anticipados es tan grande que tomó por sorpresa a las encuestadoras, que aún no lograron sondear esos sufragios.
Sin embargo, informes de The New York Times y de USA Today revelaron ayer que la mayoría de los norteamericanos que ya votaron son demócratas o independientes que apoyan a Barack Obama.
El fenómeno podría ser un reflejo de lo que muestran las encuestas de intención de voto: una ventaja de casi 10 puntos del candidato demócrata y senador por Illinois.
Pero es, sobre todo, el resultado del enorme operativo de movilización que los demócratas lanzaron en septiembre para evitar inconvenientes de último momento que pudiesen alejar a Obama de la Casa Blanca.
"La verdad, estoy muy nervioso ante la posibilidad de que pase algo en los próximos días. Voto antes porque estoy harto de que los demócratas echemos a perder las campañas en el último trecho", dijo a LA NACION Caleb Paul, un abogado de 35 años, poco después de votar en la sede de la Secretaría de Estado de Chicago.
Salvo Bill Clinton, uno tras otro, los candidatos presidenciales demócratas de los últimos 20 años perdieron las considerables ventajas que llevaban sobre sus rivales en el tramo final de cada campaña.
Eso le sucedió a John Kerry, en 2004; a Al Gore, en 2000, y, fundamentalmente, a Mike Dukakis, que, dos meses antes de los comicios de noviembre de 1988, aventajaba a George Bush (padre) por 17 puntos.
Para los demócratas, apasionados y energizados como nunca antes por una campaña, 2008 es el año para decir "basta".
Paul tiene miedo de que, en los próximos días, el racismo se haga sentir y muchos votantes independientes se inclinen por el candidato republicano, John McCain. Por eso convenció a tres amigos que se acaban de decidir por Obama de que fueran a votar ayer.
Por ahora, la ventaja del senador por Illinois entre los independientes no está en peligro.
Una encuesta de NBC y The Wall Street Journal publicada ayer indica que está 12 puntos por delante de su rival en ese grupo. Las razones, según el sondeo, son dos: la primera es que Obama proyecta un liderazgo más creíble que McCain ante la crisis; la segunda, Sarah Palin.
Cuatro años atrás, Aaron Goldstein, un especialista en marketing de 28 años que no está afiliado a ningún partido, votó por Bush por su política contra el terrorismo. Esta vez cambió de dirección.
"Sólo una cosa me gusta de Obama y es que no lleva a Palin como compañera de fórmula. Ya tenemos en la Casa Blanca a alguien que no sabe ni hablar; eso es suficiente", dijo ayer a La Nacion Goldstein después de votar.
El estrellato
Desde el comienzo de la campaña para las primarias demócratas, el senador negro despierta el frenesí propio de una estrella del cine entre sus seguidores. En esta contienda, sólo Palin suscita semejante intensidad, a veces en la forma de odio; otras, de amor.
"Ella es lo mejor del Partido Republicano. Tiene determinación, es sincera, es simple y representa a la gente común, por eso la critican. ¿Qué más puedo pedir en un dirigente?", dijo John Alba, un neoyorquino que vive en Chicago, después de sufragar.
El fanatismo hacia Obama o hacia Palin va de las palabras a las decenas de miles de personas que cada uno logra convocar en los actos y al poder de cada uno para atraer nuevos afiliados a sus partidos.
Para algunos, detrás de ese apasionamiento hay una conciencia cívica que crece al vertiginoso ritmo de la crisis económica.
"Creo que finalmente los norteamericanos se han dado cuenta de que el gobierno y la política son hoy decisivos en la vida diaria. Estamos involucrados en dos guerras sin salida y pasamos por la peor crisis económica en varias generaciones. Estas elecciones son históricas, llegan en un momento crítico de nuestra vida como país", dijo a La Nacion Molly Andolina, una experta en comportamiento del votante de la Universidad DePaul.
En 2004, los demócratas, de la mano de John Kerry, buscaron también dar un matiz histórico a las elecciones. Los comicios, solían decir, eran una oportunidad única de deshacerse del polarizante Bush.
Sin embargo, para ganar, les faltó algo que les sobró a los republicanos: una minuciosa y aceitada organización política, guiada por el estratego Karl Rove. De eso aprendieron Obama y sus asesores más cercanos. Basados en el modelo de Rove, lanzaron un operativo para enrolar y movilizar votantes en todos los estados; en algunos, como Virginia, lograron afiliar a unas 250.000 personas.
Ahora voluntarios demócratas recorren cuadra por cuadra de ciudades grandes y pequeñas de los estados decisivos. Ellos ya no invocan a los norteamericanos. Simplemente tocan timbre en su casa y les ofrecen llevarlos hasta las urnas.
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