¿Está EI en verdad derrotado, como decretó Trump?
WASHINGTON.- La decisión del presidente Donald Trump de retirar las tropas norteamericanas de Siria fue sostenida con un argumento aparentemente sencillo: Estado Islámico (EI), el grupo extremista que llegó a controlar grandes sectores de Siria e Irán , había sido derrotado.
"Hemos vencido a EI en Siria, la única razón que teníamos para permanecer ahí durante mi presidencia", tuiteó Trump el 19 de diciembre. La Casa Blanca luego difundió un video en el que Trump dice: "Hemos ganado contra EI". Más adelante, pareció rectificar sus palabras, aunque apenas: "EI ya casi no existe", tuiteó el 31 de diciembre.
El vicepresidente Mike Pence machacó con el mismo mensaje. "El califato se ha derrumbado, EI ha sido derrotado", dijo frente a un grupo de embajadores norteamericanos reunidos por el Departamento de Estado en Washington.
Pocas horas antes, un atacante suicida se detonó en Manjib, una ciudad siria patrullada por tropas de Estados Unidos, con un saldo de cuatro soldados norteamericanos muertos. El supuestamente extinto EI se adjudicó el atentado.
Aunque la responsabilidad del grupo no ha sido confirmada, las voces críticas vincularon el atentado con la decisión de Trump de retirarse de Siria. "La orden de Trump es irresponsable y responde más a sus problemas políticos domésticos que a lo que realmente ocurre en el terrero", dice Charles Lister, investigador superior del Instituto para Medio Oriente.
Entonces, ¿qué tan "derrotado" está EI y qué significa realmente estar "derrotado" en este contexto? La respuesta no es simple.
Cabe recordar lo poderoso que era EI hace apenas unos años. Se estima que en enero de 2015 el grupo controlaba unos 90.000 kilómetros cuadrados en Siria e Irak, había ocupado grandes ciudades, como Mosul, y hasta tenía bajo asedio a Bagdad. En febrero de ese año, el experto en terrorismo Daveed Gartenstein-Ross estimó que el grupo tenía cerca de 100.000 combatientes.
El autoproclamado califato de EI fue como un imán para extremistas de todo el mundo. Otras organizaciones juraron lealtad al líder del grupo, Abu Bakr al-Baghdadi, y los occidentales y otros extranjeros desencantados volaron en bandada hacia Irak y Siria para sumarse a la lucha, donde con frecuencia se convertían en los adeptos más fanatizados de EI. En Europa occidental y Estados Unidos se produjeron actos de terrorismo de alto perfil que sacudieron a los pueblos y a sus líderes, Trump entre ellos.
Actualmente, no caben dudas de que Estado Islámico ha sido devastado en el campo de batalla. La campaña militar contra EI que empezó durante el gobierno de Obama y siguió con Trump logró recuperar casi la totalidad del territorio ocupado. Para octubre de 2017, el otrora imparable "califato" ocupaba menos de un cuarto que a principios de 2015. En 2018 se redujo aún más y perdió su capital autodeclarada, Raqqa.
A medida que se desmigajaba su alcance territorial, lo mismo ocurría con su potencia discursiva. La propaganda de EI se fue diluyendo y muchos combatientes extranjeros fueron capturados. En parte debido al declive del grupo, en estos últimos años también disminuyó el número de atentados alrededor del mundo. De hecho, hasta Trump había dejado de tuitear tanto sobre Estado Islámico.
Es posible que el grupo, conocido por adjudicarse atentados de otros, no sea responsable del atentado del miércoles pasado. Pero esa bomba tampoco sería la única posible señal del poder remanente del grupo. Se cree que en noviembre EI asesinó a decenas de combatientes apoyados por Estados Unidos en Deir al-Zour, uno de los pocos bastiones regionales que el grupo conserva en Siria. Y la vecina Irak viene sufriendo una ola de secuestros y asesinatos.
El intento de EI de establecer un califato y poner en práctica su brutal forma de gobierno ha fracasado, pero el grupo todavía puede sobrevivir como forma de insurgencia. Se supone que Al-Baghdadi está vivo, y las estimaciones revelan que en Irak y Siria probablemente quedan decenas de miles de combatientes de EI. Los primeros informes sobre el atentado en Manjib sugieren que en la ciudad podría haber una célula dormida del grupo. Y si hay una, bien podría haber más.
Derrotar a un grupo insurgente que recurre a tácticas de guerrilla y al terrorismo es mucho más difícil, y de muchas maneras, que vencer a un grupo que intenta sentar una base territorial.
"Decir que están derrotados es prematuro porque sabemos lo difícil que es realmente llegar a eso", decía el año pasado el experto Nicholas Rasmussen, que dirigió hasta diciembre de 2017 el Centro Nacional de Antiterrorismo del gobierno de Estados Unidos. "Si bien están definitivamente disminuidos, que estuviesen derrotados implicaría un estado irreversible o una situación en la que EI ya no represente una seria amenaza para Estados Unidos. Y ninguna de esas dos cosas se cumple."
De hecho, EI sabe perfectamente cómo resurgir de las cenizas. Muchos de sus altos mandos son exintegrantes del ejército de Saddam Hussein, que se desintegró luego de la invasión de ese país liderada por Estados Unidos. Y el grupo que luego se convertiría en EI ya estuvo cerca de la extinción tras la muerte de su fundador, Abu Musab al-Zarqawi, en 2006. Esta vez, su líder ni siquiera está muerto.
Pence dijo que Estados Unidos jamás permitiría que "los remanentes de EI reimplanten su califato maléfico y asesino, ni ahora ni nunca". Eso también podría ser cierto: Trump dijo que las tropas norteamericanas permanecerán en Irak y continuarán luchando contra EI desde allí, y Estados Unidos ya está reforzando su presencia militar en Qatar y Jordania. Pero asegurar prematuramente que Estado Islámico ha sido derrotado, mientras Estados Unidos se retira de Siria, de todos modos podría tener consecuencias concretas.
The Washington Post
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