Espumante inglés y llantos: Londres, entre el festejo de los brexiters y la desazón de los europeístas
LONDRES.– Todos los británicos se calientan con el mismo sol –cuando sale–, se mojan cuando llueve y respiran el mismo aire. Pero, aunque comparten el mismo cielo, partidarios y adversarios del Brexit viven en mundos diferentes.
Desde que cerraron las oficinas y comercios, al final de la tarde, los brexiters comenzaron a congregarse en algunos de los 47.600 pubs de Gran Bretaña para festejar la llamada "independencia" que "recuperó" el país por la separación de la Unión Europea (UE) después de 47 años de convivencia. Los decepcionados con ese momento histórico también peregrinaron a esos templos paganos para ahogar su congoja en el alcohol o, al menos, compartir sus penas con quienes perciben un negro futuro en el horizonte político del Reino Unido.
"Es hora de fiesta para algunos. Pero, si usted quiere, también puede llorar", definió el Daily Mail, férreo defensor del Brexit, en términos provocativos y sin ninguna piedad para sus lectores remainers (partidarios de conservar el vínculo con la UE).
Tanto el gobierno como la clase política y la opinión pública habían mantenido un perfil bajo. Dominic Cummings, monje negro del primer ministro Boris Johnson , había aconsejado actuar con prudencia para no agravar las tensiones que mantienen dividido el país desde hace tres años y medio. Pero, a medida que se acercaba la hora clave de la transición, todo el mundo comenzó a dar rienda suelta a sus sentimientos. Desde el jueves, centenares de banderas británicas cubrieron las dos veredas del emblemático Mall, la ancha avenida de un kilómetro que corre desde el Palacio de Buckingham hasta Charing Cross, a los pies de la columna de Nelson, en Trafalgar Square.
Para despedirse del Parlamento Europeo, la exdiputada Ann Widdecombe, del Partido del Brexit, organizó un show desafiante destinado sobre todo a las cámaras de televisión: precedida por un gaitero escocés que interpretaba las notas de la canción patriótica "Rule, Britannia!", la europarlamentaria organizó su salida de Bruselas a bordo de un tren bautizado "Brexodus Express".
Oficialmente, sin embargo, las autoridades procuraron evitar demostraciones demasiado estridentes. Uno de los principales promotores del Brexit junto con Johnson, Nigel Farage, bajó sensiblemente los decibeles del dry party (fiesta seca) que organizó en Parliament Square. Desde temprano, los brexiters entonaban estribillos patrióticos y una estrofas que terminaban diciendo: "Bye, bye Europa".
"Al final llegó la hora en que por fin somos libres", proclamó en su breve discurso. Los términos de ese discurso fueron minuciosamente escogidos para que se transformaran en slogans populares destinados a presentar el Brexit como una liberación después de una prolongada opresión. "Estamos ante una masiva victoria del pueblo contra el establishment", agregó, para acentuar el tono populista del mensaje.
Después de dejarse arrullar unos minutos por los aplausos y ovaciones, rápidamente abandonó la celebración para unirse a la fiesta organizada por Johnson con sus colaboradores y partidarios más cercanos en el 10 Downing Street. En lugar de champaña francesa, proseco italiano o cava español, durante el party ofrecido en la sede del gobierno Johnson infligió a sus invitados un vino espumante inglés.
Grupos de remainers, por su parte, también acudieron a Parliament Square, pero en su caso enarbolando banderas europeas. Sin embargo, esa confrontación de grupos antagónicos frente a la estatua de Winston Churchill no dio lugar a ningún incidente particular.
A las 17 (hora local), todas las representaciones permanentes de Gran Bretaña arriaron sin ceremonia las banderas europeas que ondeaban junto a la Union Jack en los 27 países de la UE.
Souvenirs
La histórica jornada de separación, curiosamente, no incitó a los tradicionales vendedores de souvenirs a capitalizar el acontecimiento. Los kioscos de recuerdos en los sitios de concentración turística no exhibían banderas, bufandas, mugs ni llaveros conmemorativos. Solo el diario Daily Mail anunció que, junto con la edición de este sábado entregará como regalo una servilleta evocativa. El Banco de Inglaterra, a su vez, postergó hasta mediados de febrero la fecha de emisión de una moneda de 50 peniques recordativa del acontecimiento.
El modelo presentado en el Royal Mint (Casa de la Moneda), muestra en una de las caras el perfil de la reina Isabel II y en el reverso –sin mencionar específicamente el Brexit– la leyenda: "Paz, prosperidad y amistad con todas las naciones. 31 de enero de 2020". Ya hay 188.000 reservas para comprar esas monedas, que costarán diez libras.
Las principales demostraciones, en definitiva, quedaron circunscriptas a los pubs y restaurantes, donde a las 23 (hora local, medianoche en el continente) numerosas personas se pondrán de pie para cantar el himno nacional "God save the Queen" y lanzar gritos de júbilo o dejarse sumergir por el llanto.
"Ahora vamos a trabajar para nosotros y no para subvencionar a Europa", afirmó Wayne Morgan, un mecánico de 47 años, en un rincón del pub The Red Lion, en Duke of York Street. Repitiendo los mismos argumentos mencionados por Johnson y Farage en la campaña del referéndum, aseguró con total convicción que ahora Gran Bretaña no dependerá de las órdenes de Bruselas. "Las decisiones se tomarán en Londres".
"Cuando comprendan que se dispararon un balazo en el pie, será demasiado tarde", deploró, por su parte, el empleado bancario John Brinden en el Bloomsbury Penderel’s Oakde High Holborn, uno de los pubs más viejos de Londres. La mayoría de sus amigos británicos que viven en Europa han decidido pedir la nacionalidad de los países de su residencia.
Aunque Londres no comunicó ninguna estadística oficial, se sabe que 350.000 británicos aplicaron para obtener otras nacionalidades europeas (131.000 en República de Irlanda, menos de 500 en España, cerca de 4000 en Francia, más de 2000 en Italia, cerca de 10.000 en Alemania, un millar en Países Bajos y una cantidad similar en los países nórdicos). Pero esas cifras podrían ser significativamente más elevadas.
"Eso muestra que todavía quedan británicos inteligentes", bromeó el médico Billy Wishart, saboreando una Guinness. "Además -concluyó sonriente- significa que la salvación de Gran Bretaña puede estar efectivamente en Europa".
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