¿Espía ruso o héroe ucraniano? La extraña muerte del banquero que frustró la guerra relámpago
Horas antes del primer envío de tropas rusas, Denys Kiryeyev advirtió sobre los planes de Moscú para capturar la ciudad de Kiev; días después, fue asesinado por agentes ucranianos
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WASHINGTON.- Pocos días después de la invasión rusa, agentes de inteligencia ucranianos dejaron el cuerpo de un hombre con un orificio de bala en la base del cráneo en pleno centro de Kiev.
El banquero ucraniano de 45 años Denys Kiryeyev había sido ejecutado como un traidor. Según un agente del Servicio de Seguridad de Ucrania -la agencia de inteligencia interna del país, conocida como SBU-, habían matado a Kiryeyev por ser un supuesto espía del Kremlin.
Sin embargo, pocos días después de que arrojaran su cuerpo, Kiryeyev fue sepultado como un héroe nacional, y junto al primer primer ministro de Ucrania. Según el general Kyrylo Budanov, jefe de la agencia de inteligencia militar ucraniana, Kiryeyev había pasado información de sus contactos rusos que ayudaron a las fuerzas ucranianas a defender exitosamente la capital del país en febrero pasado. “De no haber sido por el señor Kiryeyev, probablemente Kiev hubiera caído”, dice el general.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, firmó los papeles para otorgarle póstumamente a Kiryeyev una medalla “por su excepcional aporte a la defensa de la soberanía y la seguridad del Estado”.
Durante años, Rusia invirtió miles de millones de dólares para infiltrarse en los círculos políticos y de inteligencia de Ucrania, para sembrar divisiones en las agencias de espionaje ucranianas y plantar una red de agentes en caso de que Moscú decidiera apoderarse del país.
Según el momento, Kiryeyev parecía pertenecer a uno u otro de los bandos opuestos. Había abandonado su carrera en instituciones financieras de Occidente para dedicarse a administrar el dinero y los activos de dos hermanos millonarios con estrechos vínculos con políticos ucranianos alineados con Moscú. Ese trabajo le reportó dinero para comprarse propiedades, una flotilla de automóviles, y pagarse lujosas vacaciones en Grecia y París. Pero también tiñó su reputación entre funcionarios y colegas preocupados por la injerencia de Rusia en Ucrania.
Según el general Budanov, más adelante en su carrera Kiryeyev cultivó lazos con los servicios de inteligencia de Occidente, y también con funcionarios militares y gubernamentales del Kremlin. Incluso aceptó ser el representante de Kiev en las primeras conversaciones de alto el fuego con Rusia, una tarea arriesgada y de alto perfil donde Kiryeyev “disfrutó mucho interpretar el papel de 007″, dice uno de sus amigos.
La invasión del 24 de febrero puso a prueba la determinación de Rusia y la resistencia de Ucrania. Con un pie de cada lado, Kiryeyev quedó atrapado en ese fuego cruzado.
Un día antes de la invasión
El 23 de febrero a la tarde, Kiryeyev le acercó al general Budanov un dato de inteligencia: el presidente ruso, Vladimir Putin, acababa de dar órdenes de invadir a primera hora de la mañana siguiente.
Y Kiryeyev también conocía el blanco principal del ataque…
A las 8 de la mañana del 24 de febrero, helicópteros rusos en vuelo rasante desembarcaron tropas en el aeropuerto Antonov, varios kilómetros al norte de Kiev. El Kremlin tenía planeado apoderarse del aeropuerto para enviar tropas y tomar por asalto la capital.
Con ese dato que les pasó Kiryeyev, Ucrania ganó unas pocas pero preciosas horas de tiempo para desplazar sus tropas y así contrarrestar el asalto ruso, dice Budanov. Después de una feroz batalla con los rusos, el aeropuerto fue dañado por las fuerzas invasoras y quedó inutilizable.
Cuando los planes de guerra relámpago de Rusia fracasaron, las dos partes organizaron conversaciones de alto el fuego en Bielorrusia. Como Kiryeyev conocía a dos miembros de la delegación rusa, el general Budanov le pidió que se sumara a la delegación. Budanov apostaba a las conexiones de Kiryeyev para poner en pausa los combates y darle más tiempo a Ucrania para movilizar sus defensas.
Kiryeyev sabía que era arriesgado asumir un papel tan público en el conflicto y no quería ir: había cultivado relaciones en ambos lados durante años, y ahora la guerra lo obligaba a declarar dónde tenía puesta su lealtad.
“¡Carajo!”, le dijo a uno de sus custodios. “Si la patria me lo demanda, voy”.
Kiryeyev se unió al ministro de defensa de Ucrania y demás funcionarios de la comitiva cuando ya estaban a punto de partir desde la estación de trenes de Kiev, según un exfuncionario de contrainteligencia de SBU que colaboró con la delegación.
Las fotos de Kiryeyev sentado en la mesa de negociaciones el 28 de febrero sorprendieron a muchos de los que lo conocían, incluida su esposa, que estaba en el extranjero: su marido no le había dicho nada.
“Después de esa aparición, su conexión con los servicios especiales quedó al descubierto para todos”, dijo el general Budanov. “Lamentablemente, la situación en ese momento era crítica y tuvimos que correr algunos riesgos”.
Kiryeyev regresó de Bielorrusia y de inmediato se reunió con Budanov durante varias horas. El hombre era consciente del peligro que corría, y según su custodio salió de la reunión muy preocupado.
Días después, Kiryeyev recibió la visita de una amigo en su casa de las afueras, al norte de Kiev. Lo recibió con un rifle de caza de gran calibre en la mano: Kiryeyev le contó que lo había usado para disparar contra agentes rusos que unas noches antes rondaban su propiedad.
Cuando Rusia y Ucrania programaron una segunda ronda de conversaciones para el 3 de marzo, el general Budanov volvió a convencer a Kiryeyev para que asistiera.
Según el general, la noche anterior a las nuevas negociaciones en Bielorrusia, Kiryeyev recibió una llamada de Oleksandr Poklad -jefe de contrainteligencia de la SBU y el encargado de capturar a los oficiales de inteligencia y seguridad sospechosos de trabajar para Rusia- que quería reunirse con él. Ni Poklad ni el vocero de la SBU quisieron hacer comentarios para este artículo y se escudaron en la ley sobre secretos de Estado.
A la mañana siguiente, Kiryeyev fue en auto hasta una estación de tren de Kiev con su equipo de seguridad personal y agentes de inteligencia militar que viajaban con él a Bielorrusia. Les advirtió a sus guardaespaldas que tal vez lo arrestaran en el camino. “No intervengan”, le dijo a su equipo de seguridad.
La caravana llegó hasta el centro de Kiev y se detuvo cerca de la Catedral de Santa Sofía. Allí fueron interceptados por varias camionetas con agentes de la SBU que les ordenaron a los agentes de inteligencia militar y a los guardaespaldas de Kiryeyev que entregaran sus armas. Kiryeyev fue introducido en una camioneta, que se alejó mientras el equipo de seguridad seguía boca abajo sobre la acera.
Unos 90 minutos después, los agentes de inteligencia militar recibieron las coordenadas del lugar donde se encontró el cuerpo Kiryeyev.
La Oficina Estatal de Investigaciones de Ucrania, que maneja este tipo de homicidios, se negó a comentar para esta historia.
Durante los meses siguientes, el gobierno de Kiev fue eliminando a los cómplices rusos infiltrados en los servicios de seguridad. “No tengo tiempo para ocuparme de todos los traidores”, dijo Zelensky en marzo. “Pero todos tendrán su castigo.”
En julio, Zelensky echó al jefe de la SBU y destituyó o procesó a decenas de generales de la agencia por supuesta facilitación de la invasión rusa. Ucrania abrió más de 650 casos de traición que involucran a funcionarios públicos.
Mientras tanto, Kiryeyev fue enterrado con honores militares en el cementerio Baikove de Kiev, entre las tumbas de los héroes ucranianos. Su viuda regresó brevemente a la ciudad en diciembre. Visitó su tumba tres veces, la última antes de abandonar el país.
Brett Forrest
The Wall Street Journal
(Traducción de Jaime Arrambide)
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