España recibe el fin del estado de emergencia con frenesí, fiestas en las calles e incertidumbre jurídica
Tras seis meses de estrictas medidas, el levantamiento trajo consigo celebraciones de miles de personas en las calles y plazas de algunas ciudades; otras aún mantienen las restricciones nocturnas
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BARCELONA.- ”Estaba ya dormida y de golpe me desperté por el ruido de petardos y los gritos en la calle. Miré el reloj y eran las 12.00. Parecía la noche fin de año”, cuenta Lydia Roca, una “joven de 52 años” que reside en el extrarradio de Barcelona. Su estupefacción fue compartida ayer por muchos habitantes de ciudades repartidas toda la geografía española al ver cómo algunos conciudadanos, la mayoría muy jóvenes, celebraban con fiestas en la calle el fin del estado de alarma, vigente desde hace medio año, y que incluía un estricto toque de queda nocturno.
En Barcelona, los escenarios principales de bailoteo y “botellones” -reuniones nocturnas en calles y plazas para consumir alcohol- fueron el barrio de Gracia, el paseo del Arco de Triunfo y las diversas playas de la ciudad. Pasada la medianoche, poco a poco se fueron congregando miles de personas, a menudo sin mascarilla, con una lata o vaso de cerveza en la mano y sin guardar distancia de seguridad alguna. Según informó la policía local, llegó a desalojar unas 6500 personas de la vía pública en varias intervenciones, aunque a menudo retornaban pasados unos minutos para continuar la fiesta.
Entre los noctámbulos, se contaban muchos extranjeros, como Tim Kaldas, un estudiante de doctorado estadounidense. “Decidí salir porque después de seis meses de toque de queda quería absorber este momento de euforia para mucha gente. El ambiente es muy festivo”, comentaba el investigador, que salió a dar una vuelta con un amigo suyo en bicicleta por la zona de la playa.
Sin embargo, no todos los jóvenes se sumaron a una noche de desenfreno después de muchos meses de contención en un país que sufrió una de las primeras olas más mortíferas del mundo entero. “No salí porque estaba algo cansado, pero porque creo que disfrutar de la libertad debe ser compatible con mantener un mínimo de medidas. No quise contribuir a crear aglomeraciones”, sentencia Andrés González-Nandín, un profesor universitario novel.
El día después de la juerga, políticos y epidemiólogos no se cansaron de recordar a la población que la pandemia, que se ha cobrado la vida de más de 80.000 personas en España, está lejos de terminar. “La libertad no consiste en infringir las normas ... Son actuaciones que desde el Ayuntamiento tenemos que condenar. Hay que recordar que los botellones no están permitidos”, advirtió José Luis Martínez-Almeida, el alcalde de Madrid.
Además del fin del estado de alarma, este estado descompresión de debe también a la aceleración del proceso de vacunación. Después de un atribulado inicio, las autoridades sanitarias administraron durante la última semana casi tres millones de dosis. En total, más de 13 millones de españoles (alrededor de un 30% de la población) ha recibido ya al menos una dosis, y casi la mitad la pauta completa. La mayoría de personas por encima de los 65 años cuenta con algún tipo de protección, mientras el Gobierno espera haber inmunizado al 70% de la ciudadanía en el mes de agosto.
No obstante, los datos diarios de infecciones, no tanto el de fallecidos, no permiten relajarse en exceso. La incidencia en todo el territorio fue de casi 200 casos por 100.000 habitantes, pero hay cinco comunidades (Madrid, País Vasco, Navarra, Aragón y Cataluña) superan los 250 casos, y por tanto, están en situación de “alto riesgo”, según el criterio del Ministerio de Sanidad. En estas comunidades, la cifra de camas de UCI dedicada a enfermos de Covid-19 supera el 25%, lo que afecta el funcionamiento normal de muchos hospitales.
El final del toque de queda no fue unánime, ya que algunas regiones optaron por mantenerlo en vigor, como las Islas Baleares. Precisamente, en la ciudad Palma fue el único lugar donde anoche se produjeron altercados, pues un grupo de 300 personas se reunieron para protestar contra los confinamientos y lanzaron adoquines, piedras y botellas a los agentes que les intentaron dispersar. La batalla campal se saldó con 16 detenidos.
El Gobierno de Pedro Sánchez ha renunciado a aprobar algún tipo de ley que unifique criterios una vez terminado el estado de alarma, como sí lo hizo Alemania, y delegó en las comunidades autónomas la potestad de imponer restricciones a la movilidad y a las reuniones sociales. Pero todas aquellas medidas que afecten a los derechos fundamentales recogidos por la Constitución deben ser avaladas por los tribunales, lo que puede dar pie a un caos jurídico como el que ya sucedió el pasado verano.
Así, mientras en las Baleares un tribunal dio luz verde al mantenimiento del toque de queda, no fue así en el caso del País Vasco o de las Islas Canarias. El ejecutivo de esta última región ya anunció que recurrirá al Tribunal Supremo.
La semana pasada el Gobierno central aprobó un decreto-ley que obliga al Supremo a resolver este tipo de disputas en un plazo máximo de cinco días, una decisión criticada por la magistratura, que teme una avalancha de contenciosos.
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