Esos refugiados que podríamos ser nosotros
NUEVA YORK.- Al mirar las terribles imágenes de los refugiados sirios en su arduo camino hacia la seguridad -o en el caso del chico de tres años Aylan Kurdi, hacia la muerte-, no puedo dejar de pensar en otros refugiados. Albert Einstein. Madeleine Albright. El Dalai Lama...
Y mi papá.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, mi padre cruzó a nado el Danubio para huir de Rumania y así pasó a integrar esa marea de refugiados de la que nadie se ocupó demasiado. Afortunadamente, una familia de Portland, Oregon, estuvo dispuesta a patrocinar su viaje a Estados Unidos, haciendo posible que yo escriba hoy esta columna.
Quien no vea reflejados a los miembros de su familia en esas imágenes de los refugiados de hoy necesita un trasplante de empatía.
La muerte de Aylan es reflejo del fracaso sistemático de los líderes del mundo, desde las capitales árabes hasta las europeas, desde Washington hasta Moscú. Ese fracaso se ha dado en tres niveles:
1. La guerra civil siria, que ya lleva cuatro años y se ha cobrado varios centenares de miles de vidas, sin que se hayan hecho verdaderos esfuerzos por detener los bombardeos. La creación de una zona segura al menos les permitiría a los sirios permanecer en su país.
2. Cuando millones de refugiados sirios inundaron los países vecinos, el mundo se encogió de hombros. Los pedidos de ayuda para los refugiados sirios emitidos por Naciones Unidas sólo están financiados en un 41 por ciento y el Programa Mundial de Alimentos fue recientemente obligado a recortar sus envíos de comida para los refugiados en el Líbano a apenas 13,5 dólares mensuales por persona. La mitad de los chicos sirios refugiados no puede ir a la escuela. ¿Cómo esperan que los padres que aman a sus hijos no intenten llegar a Europa?
3. Impulsados por la demagogia y la xenofobia, algunos europeos han hecho todo lo posible por estigmatizar a los refugiados y obstaculizar su arribo.
António Guterres, alto comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, dijo que la crisis se debió en parte "a una falla de liderazgo mundial".
"Ésta no es una invasión en masa", dijo, y señaló que alrededor de 4000 personas ingresan por día en un continente que ya tiene más de 500 millones de habitantes. "Con decisión y compromiso político, la situación es manejable."
Todos sabemos que el mundo les falló a los refugiados en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos se negó a autorizar el desembarco de los refugiados judíos que llegaron a Miami a bordo del St. Louis. El barco tuvo que volverse a Europa y varios de sus pasajeros murieron en el Holocausto.
Para Aylan, que tenía parientes dispuestos a ofrecerle un hogar en Canadá, tampoco hubo puerto. Y murió durante nuestro turno de guardia.
Guterres cree que las imágenes de chicos como Aylan están cambiando la actitud de la gente. "La compasión se está imponiendo al miedo", aseguró.
Ojalá sea así. Un aplauso en particular para los islandeses, que se ofrecen voluntariamente en Facebook para pagar el pasaje de los refugiados sirios y albergarlos en sus hogares. Miles de islandeses se han sumado a esta iniciativa bajo el lema "Que no esté pasando acá no quiere decir que no pase".
Después, está el tema de los países del Golfo Pérsico. Amnistía Internacional informa que Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos no han aceptado un solo refugiado sirio (aunque sí han aceptado que los sirios se queden sin el estatus formal de refugiados). Mientras tanto, los bombardeos sauditas sobre Yemen no han hecho más que agravar la crisis mundial de refugiados.
Tal vez los estadounidenses nos sentamos tentados de darnos palmaditas en el hombro. Pero Estados Unidos ha aceptado a apenas 1500 ciudadanos sirios desde el inicio de la guerra, y el gobierno de Obama no cumplió su parte: ni apretó con amenazas de usar misiles para establecer una zona segura ni hizo algo más sencillo, como apoyar la creación de más escuelas para chicos refugiados sirios en los países vecinos.
Es cierto: asimilar refugiados es difícil. Darle la bienvenida a la gente al bajar del avión es muy fácil, pero conseguirles trabajo y absorber sus costumbres y valores es mucho más complicado. (En Jordania, una vez visité a una familia de refugiados que esperaba poder instalarse alguna vez en Estados Unidos, y tenían un póster de Saddam Hussein pegado en la pared. Recuerdo que me pregunté cómo lograrían adaptarse.)
En cualquier caso, tenemos que tener claro que la solución de fondo no es reubicar a los sirios, sino hacer lo necesario para que puedan volver a su patria.
"Detener los ataques con bombas de barril salvaría a más refugiados de camino a Europa que cualquier otra medida, porque lo que la gente quiere es volver a vivir a su casa", señaló Lina Sergie Attar, escritora y arquitecta sirio-norteamericana.
La foto del cadáver de Aylan desató un acalorado debate en la opinión pública sobre la pertinencia de su publicación por parte de los medios de prensa. Pero la verdadera atrocidad no es la foto, sino la muerte de Aylan en sí misma, y nuestro actual fracaso moral a la hora de salvarles la vida a otros chicos como él.
Traducción de Jaime Arrambide
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