Sudáfrica tiene una de las tasas más altas del mundo en “secuestros exprés”; solo en el último trimestre de 2021 fueron denunciados 2605 casos
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La sudafricana Lesego Tau no entró en pánico al principio cuando un extraño abrió la puerta trasera de su Mercedes Clase C gris y se subió. La joven había estacionado fuera de un centro comercial en Johannesburgo y estaba concentrada en enviarle un mensaje de texto a un amigo antes de ir a buscar algunos artículos para una reunión esa noche.
“En mi espejo retrovisor, miraba y seguía pensando: ‘Esta persona se va a avergonzar mucho cuando se dé cuenta de que está en el auto equivocado’”, le dijo a la BBC al relatar los hechos del pasado junio. Pero no era un inocente error. “Nuestras miradas se encontraron y me di cuenta de lo que estaba pasando”.
Era un secuestro, un delito que no ha dejado de aumentar en los últimos años en Sudáfrica. Tanto que el país tiene una de las tasas más altas del mundo, explica el periodista Mpho Lakaje desde Johannesburgo. Seis meses antes de lo ocurrido con Lesogo Tau, el empresario Yasin Bhiku fue capturado en la entrada de su casa, cerca de Johannesburgo, justo después de regresar de la mezquita.
Las imágenes de CCTV que se difundieron ampliamente en las redes sociales mostraban a Bhiku vestido con una camiseta azul y pantalones negros conversando tranquilamente con un amigo. En el video se puede ver a dos hombres saliendo del auto estacionado enfrente.
Sin escape
Al principio caminan hacia él, pero cuando Bhiku se da cuenta de lo que está pasando y trata de huir, empiezan a correr hacia donde está. Se ve cómo es sometido y forzado a subir al vehículo a punta de pistola. Posteriormente, el empresario fue encontrado ileso y fue rescatado por la policía.
Tau, que dirigía su propia empresa de limpieza en Pretoria, también trató de huir cuando se dio cuenta de que estaba a punto de ser secuestrada. Dijo que intentó abrir la puerta de su automóvil, pero otro hombre, vestido como asistente de estacionamiento con una chaqueta de alta visibilidad, bloqueó la puerta. El hombre en el asiento trasero mostró que tenía un arma y ordenó a Tau que saliera del complejo comercial.
En el camino, le dijeron que se detuviera y alguien más se subió a su auto.
Calvario de cuatro horas
Una vez en el campo, tras unos 15 km. de viaje aterrador, los secuestradores ordenaron a Tau que se detuviera. Luego, un automóvil rojo llegó al lugar y alguien se bajó, tomó sus tarjetas bancarias y la obligó a revelar sus códigos de seguridad. “Las otras personas del automóvil... comenzaron a revisar todas mis diferentes tarjetas. Estaban retirando dinero”.
Al mismo tiempo, sus captores la golpeaban repetidamente en la cabeza con la pistola, ordenándole que aumentara su límite de retirada. El calvario se prolongó durante más de cuatro horas. En un momento, escuchó a alguien al otro lado de una llamada telefónica decir: “Termina con ella. Hemos terminado”.
“Asumí que me iban a matar, pero pensé ‘necesito pelear. Tengo que pelear. Si me van a matar, no importa que pelee’”, dijo Tau. Luchó para salir del auto, pero los secuestradores la agarraron y comenzaron a golpearla y arañarla. Se escapó y cruzó corriendo la calle hacia el tráfico que se aproximaba.
Grupo especial de la policía
Esta historia y la de Bhiku no son únicas. En febrero, el ministro de Policía, Bheki Cele, reveló que se denunciaron a las autoridades 2.605 casos de secuestro solo en los últimos tres meses de 2021. En la década de 2010, los secuestros se duplicaron con creces en Sudáfrica y ahora hay 10 secuestros por cada 100.000 personas, según el grupo de expertos sudafricano Instituto de Estudios de Seguridad.
Esta es una de las tasas más altas del mundo. En 2018, Cele prometió hacer del manejo de los secuestros una prioridad. Las víctimas son retenidas en contra de su voluntad, ya sea por un rescate, para que les limpien las cuentas bancarias o para que las agredan sexualmente.
Algunos no lograron salir con vida, aunque no está claro con qué frecuencia sucede eso. En un intento por hacer frente a este tipo de delitos, la policía puso en marcha un equipo especializado en secuestros, que combina la recopilación de inteligencia con la respuesta táctica. Una cosa que se estableció es que los secuestradores tienden a trabajar en equipos.
Además, los secuestros siguen un patrón en el que cada miembro de la pandilla tiene un rol establecido, le dijo a la BBC la portavoz de la policía, la coronel Athlenda Mathe.
Sindicatos de criminales
“Los observadores son los que siguen al objetivo. Los recolectores son los que se acercan para secuestrar a la víctima”. Los secuestradores suelen conducir vehículos de alta gama y suelen estar fuertemente armados. “Luego tenemos los guardias que toman el control y retienen a la víctima hasta que se pague el rescate”, explica la policía.
Pero en el fondo, hay un autor intelectual que realiza una investigación exhaustiva y mueve los hilos. “El capo sería alguien que vive una vida de alto nivel y no haría el trabajo sucio”, dice Col Mathe. Estos sindicatos criminales tienen tentáculos en países como el vecino Mozambique y lugares tan lejanos como Pakistán.
Tienden a dirigirse principalmente a empresarios adinerados con los medios para pagar un rescate, pero algunas víctimas fueron de áreas de bajos ingresos y tampoco se salvan los niños. El negociador privado de rehenes, Gérard Labuschagne, dice que hubo un aumento en los casos de gente muy adinerada. Los rescates pueden llegar hasta US$3 millones.
Delincuentes organizados de todo el mundo
“Los grupos organizados que operan en Mozambique y otras partes de África ahora decidieron, por alguna razón, que Sudáfrica está lista para este tipo de delitos y los estuvieron cometiendo con mucho éxito”, dice Labuschagne. Algunos comentaristas sociales creen que la anarquía general hizo que Sudáfrica sea atractiva para los delincuentes organizados de todo el mundo.
Ante la ira pública, la policía reconoce que se necesita hacer más, pero la coronel Mathe dice que hicieron progresos. “Desde la identificación de estos sindicatos, hemos arrestado a 115 sospechosos, entre paquistaníes, mozambiqueños y sudafricanos”. Uno de los sospechosos es Faizel Charloos, de 43 años, quien fue detenido en marzo.
Se cree que es el autor intelectual de una serie de recientes secuestros. Durante redadas policiales en varias propiedades de Johannesburgo vinculadas a él, se recuperaron drogas, dinero en efectivo y un vehículo de alta potencia. Charloos compareció recientemente ante el tribunal, junto con otros delincuentes, por cargos de secuestro.
No hizo ningún comentario. Se supo que tiene doble ciudadanía en Sudáfrica y Mozambique.
“La policía no rescata a las víctimas”
En un caso separado en abril, la policía rescató con éxito a una niña de 4 años que fue secuestrada en una escuela en Johannesburgo por una mujer que pretendía ser su niñera. Sus secuestradores habían exigido anteriormente miles de dólares por regresarla a salvo.
Pero cuatro personas fueron detenidas cuando llegaron frente a un centro comercial para cobrar el rescate. A pesar de tales avances, Labuschagne no cree que la policía esté ganando. “Hemos tenido uno o dos arrestos. Pero en la gran mayoría de estos casos, la policía no rescata a las víctimas secuestradas de donde estuvieron. Son liberadas después de un pago”.
Tau tuvo suerte de poder escapar, pero sus secuestradores se llevaron US$1.400. La terrible experiencia la dañó psicológicamente y dejó angustiada a su familia. “Mi padre no es un hombre que llore, pero se puso a llorar. Seguía sintiendo que podría haberme protegido. “Todavía hay una parte de mí que murió ese día”.
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