La noche de aquel viernes llegué a mi apartamento en Montmartre, en el norte de París, después de haberme tomado una o dos copas con mis amigos.
Como cada inicio del fin de semana, París era una fiesta, y ese 13 de noviembre de 2015 había aún más motivos para celebrar.
Prendí la televisión y el partido de fútbol entre Francia y Alemania acababa de comenzar. Me senté a verlo y al cuarto de hora oí lo que parecían ser unos "petardos".
No estaba seguro de si venían del Stade de France o de mi barrio, y, si bien captaron mi atención, no los encontré particularmente extraordinarios.
Poco sabía que mi país adoptivo estaba por vivir uno de los peores momentos de su historia y que esa noche me desvelaría siguiendo las noticias.
A tan solo tres kilómetros de mi casa, en ese mismo instante, una masacre estaba por comenzar, la más sangrienta en Francia desde la Segunda Guerra Mundial.
Y en medio de ella se encontraría David Fritz Goeppinger, un chileno que entrevisto hoy, en el quinto aniversario de los atentados de París, que dejaron 130 muertos.
Aproximadamente una hora después de haber comenzado el partido, David está parado junto a la ventana en el interior de un ahora famoso edificio del distrito XI de París. Se le ve cansado, sudando, con manchas de sangre en su ropa y sin saber qué hacer ni a dónde ir.
Nacido en Chile y criado en Francia desde los cuatro años, acaba de presenciar una matanza que todavía no acaba.
Por su cabeza pasan con mucha rapidez decenas de preguntas: ¿Dónde están sus amigos? ¿Están vivos? ¿Por qué los atacantes no lo han matado? ¿Saldrá vivo de ese lugar?
"Era una mezcla de sentimientos muy rara. Sentía dolor porque ya me había hecho a la idea de que iba a morir, de que iba a dejar de existir. También estaba desalentado, me decía a mí mismo: 'Joder ¡qué corta es la vida!'. Quería tener hijos, una esposa... pero estaba allí solo. Creo que es una sensación bastante seca. Me sentía verdaderamente solo y nulo", le cuenta Fritz Goeppinger, quien tiene hoy 28 años y es fotógrafo, a BBC Mundo.
Ese viernes 13, A las 9:40pm, tres yihadistas irrumpieron en el Bataclan —una emblemática sala de conciertos parisina— durante una actuación del grupo de rock estadounidense Eagles of Death Metal.
Armados con fusiles de asalto AK-47, mucha munición y cinturones explosivos, los miembros del autodenominado Estado Islámico (EI) gritaron Allahu akbar ("Dios es el más grande") "a todo pulmón" antes de comenzar a dispararle a la multitud, según contó el ingeniero de sonido de la banda, Shawn London.
"En ese momento éramos nosotros contra los terroristas. Y cuando digo nosotros, me refiero a todos los espectadores", recuerda David.
El tiroteo en el Bataclan dejó 90 muertos y se llevó a cabo en paralelo a tres ataques suicidas en el Stade de France, donde se jugaba el partido entre Francia y Alemania, y una serie de ataques a bares y restaurantes en los concurridos distritos X y XI, en el noreste de París.
El saldo final de la sangrienta noche fue de 130 fallecidos, de 19 nacionalidades diferentes, y 350 heridos.
2 horas y media de horror
David recuerda que acababa de regresar del baño cuando escuchó sonidos metálicos y se dio cuenta de que la música se había detenido y las luces estaban encendidas, según cuenta en Un jour dans notre vie ("Un día en nuestra vida"), un libro que escribió tras la insistencia de su psicóloga y en el que cuenta todo lo que vivió aquella noche.
Los disparos que hacían "vibrar el ambiente" le ayudaron a entender que se estaba produciendo un tiroteo en la sala.
Corrió, buscó donde esconderse e intentó escapar por una ventana, de la que estuvo colgado por unos cuatro minutos pensando qué hacer hasta que uno de los atacantes lo vio y le pidió, con su Kalashnikov en la mano, que volviera a entrar.
Preguntándose por qué el atacante no había disparado, David obedeció y a partir de ese momento se convirtió en una de la decena de personas que fueron tomadas como rehenes.
"Esa noche el horror no tiene límites. El horror es el mundo y el mundo es el horror", relata el joven en su libro.
"Je suis chilien"
David recuerda muy bien uno de los primeros intercambios que tuvo con los atacantes.
"Ustedes bombardean a nuestros hermanos en Siria, en Irak", "los soldados franceses, estadounidenses, bombardean desde el aire. Nosotros somos hombres y bombardeamos desde la tierra", "Agradézcanle a (François) Hollande, ustedes lo eligieron", empezó a decir Ismaël Omar Mostefaï, uno de los extremistas.
El atacante, de 29 años, nació y se crió en las afueras de París, y tenía ascendencia argelina. Logró ser identificado por un dedo encontrado entre los restos de la sala de conciertos, luego de que detonara su cinturón explosivo tras ser mortalmente herido por los policías.
Pero eso sería después. Antes, mantuvo una conversación con David:
— ¿Qué piensas tú de tu presidente?
— Nada. No soy francés, soy chileno.
"Permanecimos dignos, fuertes y muy unidos"
Cinco años más tarde, David reflexiona sobre aquella conversación.
"No creo que el solo hecho de que haya respondido que soy chileno me salvara la vida. Dije eso porque, administrativamente y mentalmente, era chileno en ese momento".
"Fui un chileno en la masacre del Bataclan", insiste.
"El tipo vio que claramente ni respondía a sus preguntas sobre François Hollande ni tenía una opinión sobre la política francesa. Para mí fue natural decir que era chileno porque nunca tuve la opción ni el poder de votar".
El minutero avanzaba, tal vez de manera demasiado lenta para David y los otros rehenes en el Bataclan. Entre discusiones, los terroristas intentaban negociar con la policía con la ayuda de un teléfono: pedían que Hollande retirara todas las tropas francesas de Siria.
"Todos (los rehenes) permanecimos sumamente dignos, fuertes y muy unidos durante esas dos horas y media. Eso nos permitió mantenernos a flote a pesar de la tormenta que nos rodeaba", recuerda el joven franco-chileno.
En cinco llamadas telefónicas, todas muy cortas, los yihadistas insistieron con sus exigencias, mientras que el negociador de la Brigada de Investigación e Intervención (BRI, por sus siglas en francés) les pedía esperar y tener paciencia: "Haremos todo lo posible".
David lo tiene muy claro: el agente intentaba ganar tiempo.
El juicio
- Se prevé que comience en enero de 2021 y dure seis meses.
- 20 personas han sido imputadas, incluido el franco-belga Salah Abdeslam, el único superviviente del grupo de atacantes acusados de haber disparado contra cientos de personas en las terrazas de París, en el Bataclan y en los alrededores del Stade de France.
- Además de los imputados, se espera que más de 1750 partes civiles y cientos de abogados y periodistas asistan al proceso.
- 14 de los sospechosos están ahora en manos de la Justicia francesa o belga, entre ellos presuntos intermediarios y encargados de la logística. 11 se encuentran en prisión preventiva y otros tres bajo supervisión judicial.
- Y las otras seis personas serán juzgadas en ausencia. Penden sobre ellas una orden internacional de arresto, aunque de acuerdo a algunas versiones cinco de ellos murieron en Irak o Siria.
Un ataque que "transformó" Francia
La intervención de la brigada de la BRI fue veloz, y se efectuó instantes después de la última llamada.
Hubo disparos, gritos, granadas, mucho humo; más disparos y más gritos. Los agentes lograron ingresar en el recinto e inmovilizar a Mostefaï, quien, mortalmente herido, activó su cinturón explosivo y la detonación mató a un segundo atacante, Foued Mohamed-Aggad.
El tercero de los yihadistas que participó en el ataque en el Bataclan, Samy Amimour, había muerto dos horas antes tras ser neutralizado por un agente de la policía y hacer explotar su cinturón.
Aquella noche todo cambió en Francia.
"El atentado transformó la sociedad francesa en el sentido de que la lucha contra el terrorismo fue militarizada", le dice a BBC Mundo el filósofo y geopolítico Cyrille Bret, profesor del Instituto de Ciencias Políticas de París (Sciences Po).
"Francia no descubrió el terrorismo en 2015. Ha vivido por mucho tiempo con él, con movimientos de liberación nacional, terrorismo de extrema derecha, comunista, marxista, islamista...", apunta el autor del libro Dix attentats qui ont changé le monde - Comprendre le terrorisme au XXIe siècle ("Diez ataques que cambiaron el mundo - entender del terrorismo en el siglo XXI").
"Lo nuevo del 13 de noviembre es que los terroristas recurrieron a técnicas militares organizando ataques mediante comandos coordinados, etc. Ahí, para combatirlo, Francia transformó la lucha en una verdadera guerra".
Una nueva etapa
Y, por supuesto, la vida de David también cambió.
"Todavía pienso en ese día casi con la misma frecuencia que antes, salvo que antes me dolía y me hacía sufrir. Hoy ya no es así. He logrado analizar, deconstruir y construir nuevos recuerdos sobre eso, particularmente con otros exrehenes del Bataclan", dice.
"Creo que el título de mi libro resume bastante bien como lo veo hoy: 'Un día en nuestra vida', y detrás todas las transformaciones. Creo que debo dejar espacio para esos recuerdos y no tratar de combatirlos, porque hay una especie de trabajo psicológico en marcha".
Hoy Francia rememora el quinto aniversario de un ataque que cambió la vida de millones de ciudadanos sin muchos actos ni concentraciones; desde el 29 octubre todo el país está sometido a un estricto confinamiento para contener la propagación de una segunda ola de coronavirus que afecta a toda Europa.
Luego de una exhaustiva investigación, la Justicia francesa juzgará en enero de 2021 a 20 personas sospechosas de haber participado en aquella serie de ataques.
Cinco años después de los hechos, los franceses buscan respuestas y mientras tanto David trata de continuar con su vida.
"Intento ser fotógrafo a pesar de la crisis de Covid-19 y al mismo tiempo trabajo en un documental sobre el atentado del Bataclan. Diría que después de cinco años estoy en parte reconstruido, pero eso lo digo con reservas porque el año que viene comienza el proceso judicial".
"Esa será un nueva etapa".
Por Norberto Paredes
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