“Es una catástrofe”: las dudas sobre AstraZeneca hunden la caótica campaña de vacunación europea
Por algunos casos de trombosis y hemorragias cerebrales se canceló la aplicación de la dosis del laboratorio anglo-sueco; las nuevas variantes del virus se propagan por el continente
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ROMA.- La tercera ola pandémica ya está revolcando a Europa y las dudas sobre la seguridad de una de las vacunas más disponibles en ese continente llevaron a Alemania, Francia, Italia y España a frenar momentáneamente su aplicación. La suspensión, anunciada este lunes, profundiza el caos de la campaña de vacunación en Europa, mientras las nuevas variantes del coronavirus se siguen propagando por todos los rincones del continente.
La decisión llegó tras los informes de que un puñado de personas que había recibido la vacuna fabricada por AstraZeneca desarrollaron trombos y hemorragias cerebrales que resultaron fatales.
La empresa salió a defender con contundencia su vacuna y aseguró que “no hay evidencia” de un riesgo de aumento de los coágulos o hemorragias entre los más de 17 millones de personas que ya recibieron la dosis en la Unión Europea (UE) y el Reino Unido.
“Nuestra prioridad número uno es la seguridad de todos”, dice el comunicado de AstraZeneca difundido el lunes. “Estamos trabajando con las autoridades de salud de los distintos países y los funcionarios europeos, y estamos a la espera de su nueva evaluación, hacia fines de esta semana.”
El freno a la vacunación en los países más grandes de la UE no podía llegar en peor momento, y se suma a la decisión previa de una seguidilla de países más chicos, como Dinamarca, Noruega y varios otros.
La campaña de vacunación en Europa ya venía muy rezagada en comparación con Gran Bretaña y Estados Unidos, y es inocultable que gran parte del continente ya sufre el azote de una tercera oleada de contagios. Los inmunólogos más destacados advirtieron el lunes que la decisión de suspender la vacuna de AstraZeneca complicará aún más los esfuerzos de vacunación y dará argumentos a los antivacunas en los países donde ese movimiento es particularmente fuerte.
La Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtieron sobre un “éxodo” que podría socavar la campaña de inmunización en un momento crucial.
“Lo peor que puede pasar es que la gente entre en pánico”, dijo en conferencia de prensa la directora científica de la OMS, Soumya Swaminathan, y agregó que no se han hallado vinculación alguna entre los problemas de coagulación informados en algunos países y la inoculación de vacunas contra el Covid-19. Este martes se reunirá un comité de asesores de la OMS para analizar el tema.
La EMA informó este lunes que continuará investigando la posible conexión entre la vacuna de AstraZeneca y los trombos y sangrados en el cerebro. Pero la agencia dice que la cantidad de personas vacunadas que registraron ese tipo de problemas no parece más elevada que la habitual en la población en general. En Alemania, por ejemplo, se reportaron siete casos de una “inusual trombosis venosa en el cerebro” entre 1,6 millones de alemanes que recibieron esa vacuna.
“Hay una investigación en curso, pero la postura actual de la EMA sigue siendo que los beneficios de la vacuna de AstraZeneca para prevenir el Covid-19, con su riesgo de internación y muerte, exceden ampliamente cualquier riesgo de efectos colaterales”, informó la agencia.
El año pasado, la UE apostó fuertemente por la vacuna de la empresa anglo-sueca AstraZeneca.
País por país
En Francia dependían de la vacuna de AstraZeneca para acelerar la letárgica campaña de vacunación, y hasta hace apenas unos días los funcionarios alentaban a la gente a confiar en ella, pero el presidente Emmanuel Macron advirtió que la suspensión era “precautoria” y dijo estar esperanzado en que la inoculación “se reanude en breve”.
En Italia, la policía empezó a incautar el lunes casi 400.000 dosis de la vacuna de AstraZeneca por órdenes de los fiscales que investigan la muerte de un docente que había sido inoculado. A través de un comunicado, la Agencia Italiana de Medicamentos dijo que la suspensión de la vacuna de AstraZeneca -entre las de mayor circulación en ese país-, era “precautoria y temporal”. Nicola Magrini, director del organismo, dijo el lunes por televisión que “en este momento no hay razones para meterle miedo ni dudas a la gente, ni para llevarla a preferir una vacuna por sobre la otra”.
“Confiamos en retomar no bien la EMA concluya la investigación en curso”, dijo Cesare Buquicchio, vocero del ministro de salud italiano.
En Alemania, que hasta hace días apoyaba férreamente la vacuna a pesar de las dudas de otros países europeos, el ministro de salud, Jens Spahn, calificó la decisión de poner pausa a la inoculación de AstraZeneca como “una medida meramente precautoria”. En Alemania se han administrado más de 1,6 millones de dosis de AstraZeneca, aunque la vacuna más extendida hasta ahora en ese país ha sido la de BioNTech-Pfizer.
Pero el Instituto Paul Ehrlich -el organismo regulador alemán- dice que el país decidió suspender la inoculación de la AstraZeneca porque se habían reportado casos de una “inusual trombosis venosa en el cerebro” de personas vacunadas.
Spahn reconoció que apenas siete casos la convertían en una afección muy infrecuente, pero defendió la decisión de frenar momentáneamente la inoculación con AstraZeneca, como una medida necesaria para garantizar la confianza en las vacunas de ahora en más.
“Para casi todo el mundo no existe ningún riesgo, pero no se puede descartar por completo que haya una conexión”, dijo Spahn. “A eso responde nuestra decisión.”
Lo mismo hizo España el lunes a la noche. En conferencia de prensa, Carolina Darias, ministra española de salud, dijo que se había comunicado con sus pares europeos antes de decidir la suspensión de la vacuna por dos semanas. Ese lapso, dijo Darias, debería dar tiempo para que las agencias médicas competentes “brinden respuestas” sobre los casos de trombosis detectados recientemente.
A los funcionarios e inmunólogos de toda Europa les preocupa que estas medidas hagan perder un tiempo crucial en la carrera contra la propagación de las nuevas variantes supercontagiosas.
“Es una catástrofe”, dice Heike Werner, ministro de Salud en el estado alemán de Turingia, que todavía no se recuperaba de la noticia de que su región recibiría solo 9600 de 31.200 dosis de AstraZeneca, debido a la escasez de suministros. “Hay mucha gente desesperada por recibir esta vacuna”.
Entre los millones de personas que han recibido la vacuna AstraZeneca en Gran Bretaña, se reportaron 14 casos de trombosis venosa grave y 13 casos de embolia pulmonar, cuadro que puede ser causadas por coágulos en la sangre. Solo una de esas personas murió. Se notificaron 35 casos de trombocitopenias, una afección que implica un recuento bajo de plaquetas en sangre, y en uno de los casos el paciente falleció.
“Estamos analizando en detalle los informes, pero la evidencia disponible no sugiere que la causa sea la vacuna”, dijo en un comunicado el doctor Phil Bryan, de la agencia reguladora británica.
La duda, justificado o no, sobre la vacuna de AstraZeneca llega justo cuando muchos países adoptan o evalúan nuevas restricciones, en algunos lugares por tercera o cuarta vez en un año.
A falta de vacunas para todo el mundo, y con el predominio generalizado de la variante británica, más contagiosa y posiblemente más letal, Italia acaba de aplicar duras restricciones a los viajes y traslados dentro del país, profundizando el daño económico y psíquico de un año de cuarentenas intermitentes.
La quietud en las calles de Roma es hoy una inquietante efeméride de lo que vimos hace exactamente un año, cuando Italia se convirtió en el primer país europeo en encapsularse por completo. Para algunos, es un frustrante recordatorio de lo poco que se ha avanzado en la lucha contra la pandemia.
“Segunda, tercera ola, ya perdí la cuenta”, dice Barbara Lasco, de 43 años, sentada en un parque en Milán, cerca del epicentro del brote europeo original, en el norte de Italia. “Estoy harta y no entiendo nada: un año era tiempo suficiente para evitar que volviera a pasar esto.”
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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