¿Es real el peligro de una hambruna global por la guerra en Ucrania? ¿Cómo está la Argentina?
Rusia y el país invadido suman la tercera parte de las exportaciones mundiales de trigo, principal fuente de alimento en muchos países con un consumo superior a su producción
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La situación agrícola global ya era difícil el año pasado por las sequías, la pandemia y el cambio climático, pero el escenario de la guerra entre los dos países que suman la tercera parte de las exportaciones de trigo, el récord histórico del precio del cereal, y el bloqueo de embarques de granos que no pueden salir de los puertos del Mar Negro están desatando lo que el secretario general de la ONU, António Guterres, definió como “un huracán de hambre”.
Y la mayoría de los expertos coinciden con su diagnóstico.
“La guerra sumó a la inseguridad alimentaria a 400 millones de seres humanos. Para poner esto en perspectiva, eso equivale a la cantidad de personas que China sacó de la pobreza en los últimos 20 años. En cinco meses, hemos deshecho dos décadas de progreso”, dijo días atrás ante el Consejo de Seguridad de la ONU Sara Menker, fundadora y CEO de la consultora agrícola global Gro Intelligence.
En este contexto, si fuera cierta la remanida frase de que la Argentina produce alimentos para 400 millones de personas, sería una oportunidad humanitaria y económica única para el país. Pero no solo no lo será, sino que la Bolsa de Cereales estima que el año próximo la Argentina, que es el séptimo exportador mundial, reducirá la superficie cultivada de trigo. “El esquema impositivo, combinado con el costo de los insumos, de los fertilizantes y agroquímicos, y las dificultades para acceder a los dólares de la exportación hacen un combo que resta atractivos al productor”, explicó a LA NACION Fernando Vilella, director del Programa de Bioeconomía de la Facultad de Agronomía de la UBA.
Otros grandes productores, como Estados Unidos y Australia, están afectados por la sequía y el cambio climático, por lo que tampoco pueden cubrir tan fácilmente el desabastecimiento. Además, muchos países dependen de los fertilizantes que exportan las dos naciones en guerra, generando un problema adicional a la oferta mundial de trigo.
Por su parte el gobierno de Rusia considera que la supuesta hambruna en ciernes es parte de la “histeria informativa” de Occidente. El presidente de la Unión Cerealera de Rusia, Arkadi Zlotchevski, afirmó que “no hay amenazas reales para la seguridad alimentaria. Cuando se acabe la histeria los precios se desplomarán”. El propio presidente Vladimir Putin propuso ayer el desbloqueo del envío de granos si se levantan las sanciones económicas occidentales.
¿Es real entonces la posibilidad de una hambruna global? ¿Cuáles son los países supuestamente en mayor riesgo?
Por lo pronto, si solo se tiene en cuenta la cuestión del precio, la última vez que el trigo alcanzó un récord en 2011, el aumento del costo del pan fue uno de los detonantes de las protestas en Medio Oriente y norte de África que se conocen como la “Primavera Árabe”, y que llevó a la caída de los gobiernos en Túnez, Egipto, Libia y otros países de la región.
Ahora que el trigo está en su récord de 450 dólares la tonelada, ya comenzaron a registrarse protestas en varias naciones por el aumento del precio del pan y del aceite de girasol (entre Rusia y Ucrania producen el 75% del aceite de girasol del mundo). Por una cuestión de cultura alimentaria, en Medio Oriente el pan y los cereales componen hasta la mitad de la dieta de la población. En comparación, constituyen apenas un 25% en la dieta promedio europea.
La situación en Medio Oriente
La situación más difícil, donde la hambruna podría tener además graves consecuencias políticas es en Egipto, el mayor importador de trigo. El 80% de sus granos venía de Rusia y Ucrania. “Mantener el pan al alcance de los pobres ha sido durante 60 años una especie de contrato social informal entre los ciudadanos y la autoridad política en Egipto”, escribió en un medio local el sociólogo egipcio Ammar Ali Hassan . “El simbolismo asociado con la hogaza de pan va mucho más allá de ser solo un artículo de consumo. En realidad, define aquí el vínculo entre las personas y el Estado”.
En referencia a la situación de Egipto y otros países de la región, Fernando Vilella explicó que “aunque en el largo plazo la población podría adaptar su alimentación a lo que se produce localmente sin necesidad de importar, no es sencillo modificar la cultura alimentaria de un país”.
En Egipto, el pan se conoce como aish, que también significa “vida”. Es el compañero inseparable de todos los platos, incluso de algunos postres, como el tradicional umm ali, a base de pan, leche y almendras. Si bien es en la Medialuna Fértil -que va desde el Nilo egipcio hasta la desembocadura del Tigris y el Éufrates- donde se cultivaron por primera vez en la historia trigo, lentejas, garbanzos y olivos, hoy esa zona es la mayor importadora de alimentos del mundo.
La población árabe siempre tuvo el pan como su principal fuente de sustento de bajo costo. Solo en Yemen hay más de 20 tipos diferentes de pan, cada uno hecho y horneado de manera diferente.
Problemas de distribución
Pero los expertos sostienen que la paradoja de la situación actual es que no faltan granos, sino que no pueden llegar adonde se los necesita.
“La crisis mundial que se avecina no se trata de la incapacidad para producir suficiente comida para todos. Más bien, se debe a que, a causa de la guerra, nuestros sistemas alimentarios no pueden almacenar y distribuir de manera segura y equitativa los alimentos y los insumos que se necesitan para producirlos”, señaló a LA NACION Federico Muxí, managing director de la consultora Boston Consulting Group (BCG).
Muxí analizó las causas profundas de esta situación. “Vivimos en un mundo donde más del 40% de la ingesta calórica proviene de solo tres cultivos: trigo, maíz y arroz. Y la producción de estos granos se concentra en unas pocas regiones, y unos pocos actores dominan cada paso de la cadena de valor. Por eso, cualquier interrupción en la cadena de suministro puede tener efectos devastadores en el resto del mundo”, dijo el ejecutivo del BCG.
En los próximos meses se verá el impacto global de la compleja situación del mercado de cereales, pero Vilella coincidió con el análisis del BCG: “Esto tiene que servir de alerta. No se puede sostener una parte tan importante del comercio mundial de alimentos, como es la producción de cereales, solo en dos países, en este caso Rusia y Ucrania. Y la Argentina debería sacar enseñanza de la crisis para un cambio de políticas en el mediano y largo plazo... si somos capaces de aprovechar la oportunidad”.
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