Es hora de ponerse en la piel de todos los que están sufriendo
NUEVA YORK.- Donald Trump ya parece el candidato puesto para la boleta presidencial republicana. ¿Qué deberíamos hacer todos los horrorizados ante esta perspectiva?
Bueno, definitivamente no lo que están haciendo los líderes del Partido Republicano, que agachan la cabeza mansamente y cruzan los dedos para tener una convención tranquila. Parecen ignorar alegremente que estamos frente a un momento macartista y que todos seremos juzgados por nuestra postura en esta hora crucial. Quienes se encolumnaron detrás de Trump llevarán por siempre la marca de la degradación de los estándares políticos.
Lo mejor que podemos hacer todos -republicanos, demócratas e independientes- es tomar distancia para mirar a largo plazo y construir en función de eso. Esta elección, no sólo por el fenómeno Trump, sino también por el auge de Bernie Sanders, nos ha recordado cuánto sufrimiento hay en el país. Según Poll Research, el 75% de los votantes de Trump dice que para la gente como ellos la vida es peor que hace 50 años.
Ese "declinismo" se entreteje con otras pavorosas estadísticas sociales. La tasa de suicidios es la más alta en 30 años, dato incuestionable del rampante aislamiento social. Ya es récord el número de quienes creen que el "sueño norteamericano" es inalcanzable. Y entre la generación del milenio, la confianza social toca fondo como nunca antes.
El éxito de Trump germinó en medio de ese sufrimiento, pero no es la solución para aliviarlo. Nuestra tarea es descifrar cuál es. Y eso implica salir e involucrarse con ese sufrimiento.
El éxito de Trump me tomó por sorpresa porque estaba metido en un círculo vicioso. La mayor parte de mi vida transcurría en los estratos burgueses y círculos profesionales de gente con formación y estatus similares a los míos. Arrancarse a uno mismo de ese círculo y meterse ahí donde nos sentimos menos cómodos implica un acto de voluntad.
Probablemente necesitaremos un nuevo relato nacional. Hasta ahora, el relato norteamericano ha sido una especie de versión de "de mendigo a millonario": personas que se hacen solas desde abajo y tienen éxito gracias a su propio esfuerzo individual. Pero ese relato ya no le sirve a nadie, y menos a quienes creen que el sistema está amañado en su contra.
No sé cuál será ese nuevo relato, pero tal vez sea menos individualista y más redentor. Quizá sea un relato sobre comunidades que curan a sus adictos, a los que padecieron un hogar violento, un trauma, la cárcel o una pérdida, un relato sobre aquellos que vencen el aislamiento, la inestabilidad social y la dislocación tan extendidas actualmente.
Es probable que también necesitemos una nueva definición de la masculinidad. El ideal masculino tradicional ya no funciona. Es garantía de altos índices de exclusión, de encarcelamiento y de baja participación en la fuerza laboral. Está lleno por todas partes de hombres presos de ese viejo ideal de estoicismo y ostracismo.
También tendremos que reconstruir la noción de que estamos todos juntos en el mismo barco. El autor R. R. Reno sostiene que lo que en realidad enfrentamos actualmente es una "crisis de solidaridad". Mucha gente se siente traicionada en todos los frentes: por su formación orientada al empleo lucrativo que los dejó sumidos en deudas, por sus cónyuges y suegros, por los que reciben ayuda social pero no trabajan. Ya no esperan lealtad ni de sus empleadores. Hay un enorme cartel luminoso que dice "No confíes en nadie". Y eso lleva a la mentalidad del sálvese quien pueda y a la política de la sospecha que predica Donald Trump. Hará falta más comunitarismo.
Tal vez la tarea sea construir una escalera de esperanza. En Estados Unidos, hay gente que se fue cayendo por las grietas. Sus hijos están a la deriva. Y hay que reconocerle a Trump que les ha dado visibilidad. Se puede empezar desde el plano individual, simplemente escuchándolos.
Después, ya desde el plano de la comunidad, podemos escuchar a los que ya están ayudando. James Fallows publicó hace poco una nota en The Atlantic donde dice que nuestra disfuncionalidad a nivel nacional tiene su contracara en un renacimiento de lo local a lo largo de todo el país. Fallows recorrió Estados Unidos preguntándole a la gente "¿Quién hace que este pueblo funcione?", y encontró a innumerables patriotas locales que abren escuelas innovadoras, organizan festivales o generan emprendimientos público-privados.
También habría que avivar el fuego de la solidaridad. En el transcurso de la historia, esta nación tan diversa se ha unido detrás de los grandes proyectos nacionales, como la legislación ferroviaria, el New Deal y la NASA. Por supuesto que ese tipo de programas pueden repetirse, tal vez a través de una agencia nacional con ese propósito.
Trump tendrá su momento macabro. Mejor pasar el tiempo en otra parte, hablando con los vecinos, que ya se han vuelto como extraños, y escuchando lo que tienen para decir.
Traducción de Jaime Arrambide
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