“Es hombre de Xi”: un histórico acólito del líder chino, a punto de ser el nuevo primer ministro
Li Qiang tuvo a su cargo la renovación del mercado de valores de Shanghái y el polémico y draconiano confinamiento de esa ciudad por el Covid
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PEKÍN.– Cuatro años antes de que Li Qiang cobrara notoriedad como la mente detrás de los dos meses de confinamiento estricto en Shanghái por el Covid, el hombre que se prepara para convertirse en el nuevo premier de China trabajaba calladamente desde las sombras para impulsar una renovación total del esclerosado mercado de capitales de esa megalópolis.
Las fuentes señalan que por canales extraoficiales Li logró esquivar a la Comisión de Valores de China, que bajo el nuevo régimen perdió parte de su poder, confirmando su reputación de hombre pragmático, así como sus estrechos vínculos con el presidente Xi Jinping.
“La Comisión de Valores no estaba para nada contenta”, dice un veterano banquero cercano al organismo regulador y a los funcionarios de Shanghái. “La relación de Li con Xi tuvo un papel crucial en todo esto”, ya que le permitió presentar su nuevo esquema directamente ante el gobierno central, sin pasar por la comisión reguladora, señala la misma fuente.
Expresidente del Partido Comunista de Shanghái, está previsto que Li, de 64 años, sea confirmado como premier este sábado, durante la Asamblea Popular Nacional de China, y tendrá a cargo el manejo de la segunda economía del mundo. Reemplazará a Li Keqiang, a quien todos consideran cada vez más marginado de las decisiones desde que Xi acentuó su control personal de la economía.
Los analistas dicen que la cercanía de Li Qiang con Xi es al mismo tiempo una fortaleza y una vulnerabilidad: aunque tiene la confianza de Xi, está en deuda de por vida con su histórico mentor. Trey McArver, cofundador de la consultora Trivium China, dice que Li probablemente vaya a tener mucho más poder que su predecesor.
Xi pagó un precio político importante para lograr su nombramiento, dada la falta de experiencia de Li en el gobierno central y el impopular confinamiento en Shanghái, dice McArver. “Los funcionarios saben que Li es hombre de Xi. Xi claramente piensa que Li es una persona competente y le ha dado el cargo porque confía y espera mucho de él”.
Nueva cúpula
Burócrata de carrera, Li emergió como opción para el segundo cargo con más poder de China en octubre pasado, cuando Xi dio a conocer una nueva cúpula de liderazgo repleta de incondicionales.
Hasta ese momento, a Li se lo conocía como el gestor del asfixiante confinamiento pandémico de principio del año pasado de los 25 millones de habitantes de Shanghái, que paralizó la economía de la ciudad y dejó traumas psicológicos profundos en la población. Eso lo convirtió en blanco de la ira popular, pero no hizo descarrilar su ascenso político. Li también fue una figura central para el intempestivo levantamiento de la política de “Covid cero”, a fines del año pasado.
Las personas que han interactuado con él dicen que es una hombre práctico, un gestor burocrático efectivo, y que apoya al sector privado.
Entre 2002 y 2004, durante su mandato al frente del Partido Comunista de su ciudad natal, Wenzhou, un hervidero de espíritu emprendedor, Li siempre se mostró abierto y dispuesto a escuchar, señala Zhou Dewen, representante de las pequeñas y medianas empresas de esa ciudad. “Adoptó el enfoque liberal de darles acceso directo al mercado a las empresas privadas, excepto cuando la ley lo prohíbe explícitamente, en vez del enfoque tradicional de mantenerlas afuera por principio”, dice Zhou.
Craig Allen, exfuncionario norteamericano, dice que Li buscaba nivelar la cancha para las empresas extranjeras, y pone el ejemplo de la velocidad con la que la automotriz estadounidense Tesla pudo poner en funcionamiento su fábrica de Shanghái en 2019.
De todos modos, varios observadores advierten que no se debe dar demasiada importancia a la experiencia de Li en un centro de negocios como Shanghái, ya que Xi viene reforzando sistemáticamente el control del Partido Comunista sobre la economía y le ha impreso un rumbo cada vez más estatista.
“Ahora Li es un funcionario nacional, trabaja con un jefe que desconfía del mercado, y tiene que equilibrar el crecimiento con una variedad de objetivos sociales, tecnológicos y geopolíticos”, apunta Neil Thomas, analista de Eurasia Group.
Sobre los antecedentes o la vida personal de Li hay poca información pública. Incluso para los opacos estándares de la política china.
Nacido en el condado de Ruian, en lo que ahora es Wenzhou, cuando tenía 17 años Li empezó a trabajar en una estación de riego en su ciudad natal, un trabajo deseable en aquel 1976, que resultaría ser el último año de la Revolución Cultural de Mao.
Ingresó a la Universidad Agrícola de Zhejiang en 1978, año en que reabrieron los campus universitarios chinos y la competencia por vacantes era feroz. Más tarde obtuvo títulos de maestría de la escuela central del Partido en Pekín y de la Universidad Politécnica de Hong Kong.
Pero fue en Zhejiang –hogar de algunas de las empresas privadas más grandes de China, donde Xi fue secretario provincial del partido y Li fue su jefe de personal entre 2004 y 2007– donde ambos dirigentes habrían cimentado su vínculo personal.
Yew Lun Tian, Laurie Chen y Joe Cash
Traducción de Jaime Arrambide
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