“Es histórico”: el #MeToo sacude a los ultraortodoxos de Israel tras la revelación de abusos
El caso de un exitoso escritor y gurú acusado de agresión sexual impactó en el interior de la comunidad religiosa conservadora, pero mostró también los límites para investigar
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BNEI BRAK, Israel.- Para los judíos ultraortodoxos de Israel, Chaim Walder era una carismática mezcla de sanador espiritual, modelo a seguir y estrella mediática. Así que la noticia cayó como un bombazo: el exitoso y prolífico autor de libros infantiles, el comentarista y terapeuta familiar era acusado de abuso y agresión sexual contra mujeres y niños.
El escándalo llega pocos meses después de que se conocieran acusaciones de abuso sexual contra Yehuda Mashi-Zahav, otra figura prominente, aunque no tan querida, de la comunidad ultraortodoxa, y algunos dicen que con “el caso Walder” llegó el momento del #MeToo para los “haredim”, término que usan los israelíes para referirse a los ultraortodoxos y que en hebreo significa “los que tiemblan frente a Dios”.
“Es un hecho histórico”, dice Avigayil Heilbronn, una activista que proviene de un entorno muy religioso y hace campaña desde hace tiempo en nombre de las víctimas ultraortodoxas de abuso sexual.
Heilbronn se describe a sí misma como una “nueva haredi”, feminista y con actitud más liberal. “Los abusadores están huyendo despavoridos, porque las mujeres se animan a hablar y se acumulan las denuncias”, señala.
La denuncia contra Walder refleja no solo el profundo choque cultural entre los ultraortodoxos y laicos de Israel, sino también la creciente división entre los haredim modernos, como Heilbronn, que interactúan en las redes sociales y están más abiertos al mundo exterior, y los haredim que se resisten a cualquier intrusión o exposición pública.
Walder tenía 53 años y las primeras denuncias en su contra surgieron a mediados de noviembre, a partir de una investigación del diario laico Haaretz que causó conmoción a intramuros de la comunidad ultraortodoxa de Israel.
A fines de diciembre, el tribunal rabínico especial convocado por el gran rabino de Safed, ciudad del norte de Israel, concluyó que las acusaciones de abuso contra Walder eran convincentes. Las acusaciones involucraban a 22 mujeres y niñas, y algunas de las víctimas habían dado su testimonio. El tribunal también expresó que para la Torá ese tipo de actos “destruyen el alma” y en ese sentido son equiparables al asesinato.
El tribunal preservó el anonimato de los denunciantes pero aseguró que probablemente representan solo una fracción de las “actos malévolos” de Walder a lo largo de décadas, y lo llamó a arrepentirse.
Suicidio
La conmoción se agigantó el 27 de diciembre: el mismo día que la policía anunció la apertura de una investigación penal, Walder se suicidó sobre la tumba de su hijo. En la nota manuscrita que dejó antes de matarse, Walder aseguraba que era inocente y amenazaba con “un juicio de la Torá en el Cielo” a dos rabinos del tribunal que lo consideraron culpable.
Pero la sociedad haredi es complicada, y la reacción ante esas revelaciones fue confusa. Al principio, algunos prominentes rabinos parecían poner énfasis en el pecado de la maledicencia y la cancelación pública de Walder: básicamente, culpaban de su muerte a los acusadores.
Pero los activistas al margen de la sociedad ultraortodoxa, Heilbronn entre ellos, respondieron con una inusual campaña para concientizar a los haredi sobre los depredadores sexuales y para manifestar su apoyo a las víctimas. Con el tiempo, los rabinos que inicialmente apoyaron a Walder empezaron a guardar silencio, a medida que otros rabinos respetados salieron a condenarlo abiertamente.
Resta saber qué tan rápido o a fondo puede actuar la comunidad haredi más dura para erradicar a los abusadores, porque cualquier conversación sobre sexo sigue siendo un tabú absoluto, y porque la muerte de Walder —el suicidio es un pecado atroz para la religión judía—, puede amedrentar a las posibles víctimas.
La prensa haredi hacía alusión al caso contra Walder con eufemismos —”tanto revuelo”—, se abstenían de mencionarlo por su nombre y hasta hacían caso omiso a las denuncias en su contra.
“¿Por qué? Porque somos un sitio conservador”, responde Yanki Farber, corresponsal de Behadrei Haredim, una plataforma líder de noticias digitales ultraortodoxas con sede en Bnei Brak. “Así como no escribimos sobre esto tampoco escribimos abiertamente sobre el suicidio o la pedofilia. Las familias ortodoxas confían en nosotros para filtrar las noticias”.
Walder vivió y trabajó en Bnei Brak, un bastión haredi al este de Tel Aviv. Además de escribir y publicar sus libros infantiles y para adultos, dirigía un campamento de verano para niños y fundó el Centro para el Niño y la Familia de Bnei Brak, del que fue administrador durante muchos años.
En 2003, Walder recibió el premio Protector de la Niñez del gobierno de Israel.
Sus libros para niños son infaltables en los hogares haredi de todo Israel. Recientemente fue publicado el volumen 14 de su popular serie Kids Speak, con el aval de los máximos rabinos ultraortodoxos del país.
A diferencia del caso de Meshi-Zahav, que ya era persona non grata en los barrios haredi donde creció, la conmoción por Walder fue doble porque era una figura adorada de su comunidad.
A través de un comunicado, la policía de Israel informó que a pesar de sus esfuerzos por investigar con la máxima discreción, hay mucha reticencia a presentar denuncias, y agregó que solo las fuerzas policiales tienen la facultad de intervenir en delitos de ese tipo.
Polémica por los libros
Cuando fue acusado públicamente, Walder renunció a su cargo municipal como administrador del Centro para el Niño y la Familia de Bnei Brak, y el diario y la estación de radio haredi donde tenía una columna semanal prescindieron de sus servicios. Dos rabinos haredi reclamaron abiertamente que sus libros fueran retirados de la venta. Una librería muy conocida de Nueva York, Eichlers Judaica, anunció que ya no ofrecerá sus libros, aunque sean best-sellers.
El funeral de Walder fue muy concurrido y sus defensores lo cubrieron de elogios, pero los activistas contra el abuso organizaron una campaña online para recaudar fondos y distribuyeron alrededor de 1 millón de volantes en las comunidades haredi de todo el país, expresando su apoyo a las víctimas, con citas de la opinión de rabinos respetados.
Uno de los que pronunció un elogio luego se disculpó por ello.
El caso Walder encuentra terreno común con el movimiento #MeToo, dice Israel Cohen, un ultraortodoxo y destacado comentarista político radicado en Bnei Brak. Para Cohen, tanto Meshi-Zahav como Walder tenían un perfil lo suficientemente alto como para ser comparados, en términos haredi, con Harvey Weinstein o Jeffrey Epstein en Estados Unidos.
Pero Cohen advierte que el cambio real tiene que venir desde adentro, de los rabinos y las instituciones haredi puras, y no por presión de activistas que operan en los márgenes de esa comunidad.
A pesar de los esfuerzos de la policía, la comunidad ultraortodoxa prefiere lidiar con sus problemas internamente, para evitar la intervención estatal y por desconfianza hacia las autoridades externas.
Tarde o temprano, dice Cohen, los rabinos probablemente tendrán que abrir un canal para tratar las quejas de abuso dentro de la comunidad. “Y en mi opinión, cuánto antes mejor”, dice Cohen. “Aunque sabiendo como funcionan las cosas en la comunidad haredi, la cosa puede tardar bastante.”
Isabel Kershner
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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