Es cada vez mayor a inquietud por el "día después"
LONDRES.- Es posible que Trípoli esté aislada y la guerra de Libia se encamine a su epílogo, pero aunque Muammar Khadafy evite un final sangriento, su salida podría ser el principio de un nuevo período de inestabilidad e incertidumbre.
Los analistas, las empresas petroleras y los gobiernos occidentales están cada vez más preocupados por la posibilidad de que la oposición siga desgarrada por divisiones internas que desemboquen en nuevas luchas, poniendo en riesgo tanto la recuperación en la posguerra como la esperada reanudación de las exportaciones de petróleo.
Aunque algunas fuentes dicen que los miembros de la oposición y el gobierno han mantenido reuniones secretas en Túnez, muchos dudan de que Khadafy y sus hijos estén dispuestos a ceder el poder, incluso con una garantía de inmunidad a un juicio internacional. Ni siquiera su muerte acabaría con la influencia de su familia.
"Khadafy tendrá muchos ases en la manga hasta su último suspiro", dijo Hayat Alvi, profesor de política de Medio Oriente en el Colegio Naval de Guerra de Estados Unidos. "Instruirá a sus hijos y a su círculo de fieles para que interpongan obstáculos en el camino de los rebeldes y del gobierno de transición."
Los rebeldes y la OTAN pueden tener la esperanza de que un golpe en Trípoli les permita entrar en la ciudad sin la clase de batalla callejera que pondría en aprietos la capacidad de los rebeldes y de las fuerzas aéreas occidentales. Pero no todo el mundo cree que un golpe sea probable.
"La escasez provocada durante el Ramadán por las milicias de la oposición puede alentar el resentimiento contra estas fuerzas y no contra el régimen", dijo Henry Smith, analista de Libia de la consultora Control Risks.
Tras haber supuesto que una oleada de ataques aéreos de la OTAN bastarían para derrocar a Khadafy, en muchas capitales occidentales el ánimo se convirtió en pesimismo a medida que la guerra se prolongó.
Los recientes éxitos militares de los rebeldes podrían ayudar a la OTAN a ampliar su campaña militar, pero ya cunden otras preocupaciones a largo plazo.
El mes pasado, el asesinato de Abel Fattah Younes, jefe militar del Consejo Nacional de Transición (CNT), a manos de rebeldes rivales, alimentó la impresión de que los insurgentes del Este están divididos. Los rebeldes del Oeste también han expresado su insatisfacción con la falta de progreso del bloque del Este.
Las empresas petroleras se preocupan por la posibilidad de que incluso un final fluido de la guerra podría abrir una nueva etapa de caos. En el peor de los casos, temen que estalle una nueva y más compleja guerra civil. Como mínimo, las luchas internas en el ámbito burocrático y político podrían imposibilitar el retorno a una actividad comercial semejante a la de la preguerra.
"Este lugar no necesariamente será más pacífico si Khadafy se va", dijo un consultor de riesgo occidental que asesora a importantes empresas sobre sus inversiones en Libia. "Tendremos a todos los ex partidarios de Khadafy, la gente del CNT y los expatriados de familias empresarias que regresarán -dijo-. Y todos ellos se sacarán los ojos."
Un informe de julio del especialista en petróleo Wood Mackenzie estimaba que incluso tras un posible derrocamiento de Khadafy, a Libia le podría llevar por lo menos 36 meses reanudar la producción de 1,6 millones de barriles por día, alrededor del 2% de la producción petrolera global.
Comparaciones con Irak
"Aun cuando Khadafy se vaya, la transición no será para nada fluida", dijo un ejecutivo petrolero y especialista en seguridad. "Si se derroca a un dictador y se destruye su aparato de seguridad, uno se queda con un escenario similar al de Irak, y vean cuánto tiempo insumió su transición." Saddam Hussein fue derrocado hace más de ocho años, pero el país sigue en crisis.
También los gobiernos occidentales parecen reticentes a involucrarse más intensamente en una Libia pos-Khadafy. Con las potencias occidentales agotadas por Irak y Afganistán, y ahora enfrentando una crisis económica y tal vez un creciente riesgo de agitación civil, pocos creen que puedan tener deseos de involucrarse en misiones de paz que podrían insumir años.
Aunque en Libia no existe la misma división sectaria entre chiitas y sunnitas que convirtió el Irak pos-Saddam en un polvorín, sí tiene complejas divisiones tribales que podrían atizar un conflicto.
Algunos sospechan que incluso después de la partida de Khadafy el país podría quedar dividido en el Este y el Oeste, siguiendo antiguas fronteras provinciales.
En la atmósfera potencialmente febril de la Libia de posguerra, las empresas petroleras temen una masiva renegociación de las contratos y la revelación de viejos secretos. "La mayor amenaza que éstas enfrentan es que el nuevo régimen pretenderá investigar quién pagó para conseguir los contratos con Khadafy", dijo el consultor de riesgo. "Deberán pagar nuevamente o enfrentar el riesgo de que la información sea revelada y puedan terminar en los tribunales de Europa y de Estados Unidos."
Traducción de Mirta Rosenberg
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