Es argentino, se instaló en Suecia y cuenta el Lado B de emigrar: “Se crea una falsa expectativa”
Juan Martín Lauro vive desde hace tres años en Europa; antes, lo hizo en Australia; en diálogo con LA NACION, aseguró: “Hay una fantasía de que te tomás un avión y tu vida mejora inmediatamente”
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Agosto de 2019. Juan Martín Lauro vuelve a leer con atención la fecha de su pasaje y miles de recuerdos pasan por su cuerpo. ¿El motivo? Aquel día tomó una de las decisiones más importantes de su vida: armar las valijas y vivir una nueva experiencia en el extranjero.
Con 26 años, y lleno de expectativas, viajó a Suecia para hacer una maestría de un año en marketing en la Universidad de Lund. Sin embargo, la estadía fuera de la Argentina se extendió por más tiempo y se instaló en aquel país con el objetivo de crecer profesionalmente.
“Hubo un conjunto de motivos para irme. Desde lo personal, me motivaba mucho el desafío de adaptarse a un país totalmente distinto, estudiar en otro idioma, de tratar de conseguir un trabajo profesional en Europa y de salir de la zona de confort en la que estaba al trabajar en el sector de operaciones para un banco”, cuenta en diálogo con LA NACION.
Desmitificar las creencias y dar a conocer otras realidades
“Uno escucha que desde afuera parecería ser la solución”, repite Juan en relación a los diversos testimonios que leyó en el último tiempo sobre las personas que decidieron emigrar: trabajos por cientos de euros, un mundo ideal y un sinfín de anécdotas positivas. Sin embargo, su objetivo es contar que hay otras realidades y desmitificar algunas creencias ya instaladas.
“Yo creo que las personas que deciden irse lo hacen por una combinación de muchos factores. Están los que tienen deseos personales, de desafiarse, conocer algo diferente y estar en otro contexto. No obstante, a mí se me hace que la mayoría están impulsados más que nada por lo externo”, relata.
Si bien él cree que tiene diferencias con otras personas que se fueron de la Argentina, también se pone en su lugar y contextualiza acerca del difícil momento político, económico y social que se vive en la actualidad: “A veces sentís que te das la cabeza contra la pared, ya que por más que te esfuerces hay algo que te termina bajoneando. Hoy en día es muy difícil ahorrar dinero en Argentina, es complicado. De repente escuchás que alguien va afuera y hace un trabajo por el cual no necesita mucha preparación y estudios, y que ahorra mucho dinero, y pensás: ‘¿Qué hago trabajando en una empresa nueve horas y ganando 500 dólares al mes?’. Es un interrogante que mucha gente tiene”.
¿Ezeiza es la solución?
El escepticismo y la incertidumbre llevó a que en el último tiempo muchas personas, en su mayoría jóvenes, piensen que armar las valijas y dirigirse hacia el Aeropuerto Internacional Ezeiza con un pasaje en mano es la solución ante la crisis. Sin embargo, Juan se desliga de esta frase: “Uno escucha que afuera parece ser la solución. Si bien es cierto que vivir en el extranjero es una experiencia de vida espectacular en muchos aspectos, también es verdad que se crea una falsa expectativa de que una vez que tomás un avión ahí tu vida mejora radicalmente... hay un poco de fantasía en eso. De todas maneras, el que quiere realmente progresar y toma la decisión, en la mayoría de los casos lo logra”.
Su experiencia como delivery en Australia
Antes de instalarse en Suecia, Lauro tuvo la posibilidad de vivir en Australia desde 2016 a 2017 y esa fue su primera experiencia en el extranjero, donde trabajó y conoció a cientos de argentinos que estaban en su misma situación. “Trabajaba como delivery y había muchos argentinos haciendo lo mismo. En mi caso, lo hice para ganar experiencia y plata. Recuerdo un día que estaba con tres argentinos más esperando a que nos llegue algún pedido en la app y nos pusimos a hablar de los trabajos de cada uno en Argentina: uno era doctor, otro abogado y los otros dos éramos licenciados en Económicas. Si bien nos reímos, fue un momento raro”, analizó.
Aquella vivencia lo preparó para finalmente irse del país un tiempo después, pero admite que siempre elige volver a la Argentina cuando tiene la oportunidad. Entre las razones principales, además de extrañar a sus seres queridos, se debe por las diferencias que observa en el lugar donde hoy vive. “Es difícil ingresar en los grupos sociales de los suecos, y ni hablar en el de los australianos. En este último me parecía imposible, era muy complicado. En Suecia tuve más suerte porque el primer año vivía en una residencia con ocho chicos y, mal que mal, era parte de ese grupo”.
Por otro lado, Juan destaca que en Suecia todos llevan una vida sumamente reservada. “Si bien tanto australianos como suecos son amables y respetuosos, te marcan la distancia. No suelen mezclar las amistades y generalmente tienen un grupo para cada actividad. Normalmente, los vínculos más fuertes se generan con otros ‘expatriados’ que están en una situación similar”, indica.
La falta de espontaneidad, otro de los factores preponderantes
Mientras que en Argentina es habitual que se organicen reuniones sociales, deportivas o culturales en cualquier momento del día, Juan destaca que en Suecia es todo lo contrario. “Acá es todo con planificación. Es muy difícil que puedas planear algo el mismo día o te diría con menos de 3 ó 4 días de anticipación, es imposible. Eso le saca un poco de espontaneidad, porque quizás un día decís: ‘Quiero hacer un asado’. Y en Argentina lo podés hacer. Por lo general ahí la gente te dice que sí, pero acá la gente dice: ‘¿Por qué no en dos semanas?’. Lo mismo pasa con las citas”, ejemplifica.
En base a su experiencia, sostiene que los habitantes suecos son, en su mayoría, sumamente individualistas. “Por ejemplo, la primera vez que hice un asado acá observé que cada uno compra lo que quiere, no está la figura del asador que en Argentina sí existe. Vos te llevás lo tuyo y cada uno se hace cargo de lo suyo. Tampoco existe eso de compartir la comida, o la ceremonia en sí. No es una crítica la que hago, pero entiendo que son maneras diferentes de vivir, de estar acostumbrado a algo distinto”, explica.
Otro de las diferencias que observa es la falta de transparencia que hay entre las personas: “Acá en Suecia, por ejemplo, si a alguien no le gusta un comentario que se hace, jamás te lo va a hacer notar en el momento. Directamente, te vas a enterar a las semanas cuando notes que esa persona se comporta diferente con vos (ni te digo si se te pasó transferir 2 euros a alguien)”.
Su día a día en Suecia: 18 horas de luz solar... al mes
En toda la extensión de Suecia, Juan tuvo la oportunidad de vivir en dos ciudades completamente distintas: Lund y Estocolmo. El primer lugar fue el destino en el que continuó con sus estudios académicos, y esa decisión tuvo una razón especial: conseguir trabajo en Europa desde Argentina no fue tan fácil. “Casi que ni tuve entrevistas atractivas. Por eso decidí hacer un posgrado en Europa, para ver si eso me abría más puertas. Eso también se me facilitó ya que en Suecia podés estudiar gratis si tenés pasaporte europeo”, aporta. Si bien el primer semestre era el único argentino en la ciudad, al poco tiempo conoció a otros compatriotas. “Un día nos juntamos y fue increíble darme cuenta de lo mucho que se extrañaba hablar sin adaptar el lenguaje, ver que todos habíamos sido impulsados por lo mismo pero a la vez teníamos un arraigo fuerte a nuestro país”, rememora.
En términos generales, el comienzo de sus vivencias en Suecia se le dio de la mejor manera. No obstante, al poco tiempo se dio cuenta de que un factor que afecta su bienestar es nada más y nada menos que el clima: “Desde noviembre a marzo te llueve todo el día sin parar, hay muy poca luz solar. Por ejemplo, noviembre tuvo 18 horas de luz solar en todo el mes. Tenés que tomar una pastilla de vitamina D todos los días y hay temperaturas muy bajas. Eso es algo a lo que uno no está acostumbrado”.
Sus estudios de la maestría en Lund culminaron en 2020, y fue en septiembre del mismo año que Juan consiguió el primer trabajo a raíz de una práctica laboral que le otorgó la institución. “Un dato importante es que, salvo alguna rara excepción, a la mayoría de mis compañeros y a mí nos tocó aceptar una ‘pasantía’ como primer trabajo en Europa, la cual muy rara vez se paga. Si te pagan, apenas te alcanza para mantenerte. Se abusan bastante de los recién graduados en ese aspecto”, admite.
En 2021, Lauro cambió nuevamente su vida cuando se mudó a Estocolmo. Allí, consiguió un trabajo como comercial en Spotify Business, puesto que mantiene hasta el día de hoy.
Su visita en la Argentina tras más de un año en el exterior
Corría el mes de febrero de 2021. En medio de la pandemia por el coronavirus, y tras meses laborales intensos, Juan volvió al país y se reencontró con sus amigos y familiares después de tanto tiempo. “Fue una sensación increíble”, recuerda. Sin embargo, en su regreso se percató de un sentimiento que comenzó a hacerse más fuerte en su cuerpo: el desarraigo.
“Cada uno termina encontrando diferentes maneras de acostumbrarse a estar acá y no allá, y también, aunque suene duro, a no estar con sus seres más queridos. Es como si internamente uno lo asume. Lo que uno no sabe es que todo eso se disipa al segundo en que te reencontrás con ellos. La calidez humana se sentía por todos lados. Ya hasta me había desacostumbrado a ver a las personas saludando con un beso o un abrazo. Ni hablar del clima de Buenos Aires, donde (casi) todos los días hay sol”, relata.
El momento de regresar
Si bien en un momento Juan tenía planeado quedarse tan solo tres semanas en Argentina, finalmente se extendieron a ocho. Sin embargo, llegó el momento de partir de nuevo. “Ese instante es lo que todos sufrimos más: la despedida. Ya los días anteriores uno siente un nudo en la garganta, empieza a imaginarse cómo va a ser el momento de despedirse de sus padres, hermanos, familiares y amigos. En los días anteriores nadie se quiere ir. Ni hablar cuando la despedida se hace realidad: esas horas en el aeropuerto son de las más duras que pueden existir, hasta te preguntás si realmente habrá una próxima vez. Obviamente uno se cuestiona si está haciendo lo correcto al irse”.
De vuelta en Estocolmo, intentó desligarse del dolor de la despedida y se colocó nuevamente el chip rutinario para adaptarse nuevamente. “En mi caso, el ciclo se repitió de nuevo este año ya que fui por dos meses a Buenos Aires, y viví otra vez lo mismo de principio a fin. Casi como un déjà vu”, agrega.
Si bien hoy elige transitar ese camino de vida, admite que Argentina siempre será su hogar. “Los argentinos tenemos nuestros defectos, pero la generosidad, espontaneidad y transparencia. Son algunas de las cosas que nos definen por excelencia y no valoramos. Hay cosas estructurales que no se pueden negar de vivir afuera: vas a ahorrar dinero, vas a estar más seguro y si estás dispuesto a trabajar ‘de lo que venga’, trabajo hay. Todo eso es real y es bueno saberlo. Aunque también es bueno saber que todo eso no va a hacer tu vida necesariamente mejor, ya que ese desarraigo viene con un costo que uno tiene que estar dispuesto a afrontar. Dependiendo de la etapa de vida de cada uno, ese costo será mayor o menor”, concluye.
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